Catorce años. A esa edad, en promedio, empiezan los jóvenes de la ciudad a consumir sustancias psicoactivas.
Se empieza, claro, por las drogas consideradas legales: el cigarrillo y alcohol, para luego iniciarse en otros "mundos".
Un reciente estudio, realizado por un grupo de investigación de la facultad de Medicina de la Universidad Pontificia Bolivariana, vuelve a poner sobre la mesa la situación.
Según los resultados, obtenidos tras entrevistar a 789 personas en 17 centros nocturnos de la ciudad, un 24 por ciento de ellos tienen entre sus razones para salir de rumba el consumir lo que los investigadores denominaron sustancia recreativas.
"Las denominamos así porque se consumen en los sitios de recreo: bares, discotecas... sitios de rumba. También se conocen como drogas de rumba", explica la bacterióloga y una de las líderes de la investigación, Lina María Martínez.
Su otra compañera fue la farmacóloga Gloria Martínez. Ambas son docentes en la facultad de Medicina de esta universidad.
Del equipo de investigación también hicieron parte la profesora María Rodríguez y los estudiantes Diana Castrillón, Cristian Benítez, Sergio Mira y Catalina Franco.
Retomando, en esa denominación se incluyen sustancias psicoactivas, alcohol, tabaco, pero también drogas de diseño, metanfetaminas, compuestos hipnóticos y sedantes, cocaína, heroína, entre otros.
Las cifras
Así las cosas, según la investigación, de cada 10 personas encuestadas, 2,4 salen a rumbear con un propósito: emborracharse o drogarse con alguna sustancia, legal o ilegal.
Este grupo de investigación lleva una línea de trabajo en consumo de sustancias. Empezaron con las psicoactivas, luego alcohol y tabaco en las universidades y ahora las sustancias recreativas en establecimientos nocturnos.
"Todos los resultados muestran un elevado consumo y a una edad muy temprana. Para nosotros eso es lo que más preocupación ha generado", dice Gloria Martínez. La edad promedio de inicio son los 14 años.
Las investigadoras encontraron que entre los 789 encuestados, casi la totalidad ha consumido alcohol (95%), algo que no escandaliza en una sociedad donde el consumo de licor, incluso entre los menores, suele tener cierta aprobación cultural. O sea: el consumo comienza con las drogas socialmente aceptadas.
Cerca de la mitad (46%) ha fumado cigarrillo y un cuarto de ellos ha probado la marihuana. Además, hallaron que al menos un 10 por ciento de los entrevistados son consumidores del nitrito de amilo, más conocido como Popper. Y al menos 9 de cada 100 han ingerido drogas de diseño.
"Hemos notado, en general, que hay una bajísima percepción del riesgo al que se están exponiendo", asegura Lina Martínez.
Es decir, se consumen y mezclan tal cantidad de sustancias que someten al cuerpo a niveles increíbles de excitación, por ejemplo, lo que puede acarrear infartos.
"Incluso hay algunas de estas drogas que no logramos identificar. Mezclan productos, les ponen nombres como diablito y los venden y quién sabe qué es lo que la gente se toma", advierte la bacterióloga.
Tampoco son conscientes de lo adictivas que resultan estas drogas, pese a que todos los consumidores han considerado la posibilidad de dejar de serlo.
Hay, pues, un llamado de atención para padres de familia y autoridades.
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