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"No puedo pensar que De Gaulle sea Francia, y menos aún que lo sean Darlan o Vichy. Francia es algo más grande, más complejo, más formidable que cualquiera de esas manifestaciones sectoriales", Winston Churchill.
Lo cierto es que Colombia no es ni Santos, ni Uribe; ni Vargas Lleras, ni Pachito; no es un hombre, mucho menos un apellido. Personalizarla es condenarla al destino de estas personas y simplificarla en un grado injusto.
Esa idea mesiánica de que alguien nos salvará de todas nuestras tragedias es terriblemente dañina para nuestra democracia. La infalibilidad (o la completa ineptitud) de nuestros políticos rodea la discusión pública en Colombia, pero esconde algo todavía más complejo: la dependencia en los liderazgos individuales, sobre todo los viejos, los tradicionales, los que siempre nos han decepcionado.
La verdad es que ninguno de ellos tiene esa receta mágica, ni por sus planes, ni por sus dotes y mucho menos escrita en la palma de la mano, susurrada por la divinidad. Son personas, como usted o como yo, tan débiles o fuertes como les permitan las circunstancias; y por eso resulta tan inconveniente unir el destino del país a ellos.
Porque nuestro futuro no está (¡no puede estarlo…) determinado, amarrado irremediablemente al futuro de nuestros líderes, por buenos o malos que sean, por estadistas o bandidos que resulten siendo.
Aun así, pareciera como si siguiéramos buscando a los "padres de la patria", a los salvadores y mesías, a los "hombres esenciales". La sociedad y la política colombianas son demasiado complejas como para pretender que un solo hombre, por importante o poderoso que sea, puede determinarlas, marcando un rumbo por sí solo, torciendo todas las tendencias a su favor o moviendo todos los hilos en su dirección.
Así que no, el país no se tambalea, ni se cae a pedazos cuando Pastrana ataca a Santos porque Santos atacó a Uribe, porque Uribe atacó a Santos porque… ninguno de ellos siquiera recuerda cómo empezó toda la pelea. La curiosa realidad es que, incluso cuando gastamos tanta tinta y video hablando sobre ellos, no son tan importantes; su poder es una sombra sobre el resto de la sociedad colombiana.
Porque al final, lo que nos podría salvar como país es entender que el hombre indispensable es ninguno.