Dar un vistazo a los primeros 100 años de EL COLOMBIANO equivale al recorrido de la historia de Antioquia en el mismo período de casi toda la Patria; es igual a descorrer un camino de luchas y dificultades, de perseverancia para vencer las resistencias contra la Comarca, no por ganar sino para avanzar en un mínimo de reivindicaciones.
Resulta casi imposible encontrar un parangón de tanta fusión de un medio escrito y un pueblo, nunca basados en fundamentalismos, pasiones u odios, tampoco en el amor puro, siempre en la conexión de luchar por lo mínimo y necesario. Hay algo muy peculiar: ese hueso fundido entre el pueblo y el periódico no lo ha incitado la guerra externa ni la violencia interna ni el furor ideológico, simplemente la percepción ética y empírica que ha creado el punto de coincidencia alrededor de valores humanos y de aspiraciones colectivas.
La naturaleza laboriosa, proba, austera y seria del antioqueño ha encontrado en EL COLOMBIANO la misma manera de ser. El periódico, sin alardes, ha creído y observado la doctrina social de la Iglesia, que por encima de diferencias políticas o de credo, de los más confesos practicantes o de los más reservados creyentes, finalmente ha sido el marco moral de los coterráneos.
El esfuerzo individual, muchas veces estéril ante el aislamiento geográfico, ha despertado desde tiempos inmemoriales una tendencia ciudadana de lucha colectiva, de capital social, de servicio al prójimo y de integración de cada uno al conjunto general. Esa adhesión del ciudadano a la lucha colectiva ha sido captada en las páginas centenarias que la han trasladado de lo tácito a lo explícito, que la persona al leerlas ha entendido que ahí está interpretada, que aquello que sintió o pensó o no expresó con claridad o apenas pudo decirlo dentro de un estrecho círculo, el periódico lo escribió con contundencia y lo difundió con amplitud.
Ninguna empresa espiritual o material que tenga que ver con Antioquia ha escapado al liderazgo ejercido por las páginas de EL COLOMBIANO. En la segunda parte comentaremos algunos temas de la infraestructura del departamento.
La construcción de infraestructura en Antioquia no ha sido fácil para decir lo menos, varias de las obras se han hecho realidad a consecuencia de odiseas, hay grandes avances en servicios públicos y lamentables atrasos en vías de comunicación. La topografía del departamento, suelos jóvenes, lluvias tropicales y sus escorrentías se han erigido como obstáculos físicos y, en lo político, Antioquia ha sido mirada desde afuera como una región rica, sin que haya faltado el ojo de rabiosa antipatía en altas esferas gubernamentales, todo lo cual ha dificultado aportes de entidades nacionales. Al indagar por ayudas efectivas que hayamos tenido para remontar barreras, EL COLOMBIANO aparece en la primera línea; su tarea centenaria muestra una constante de lucha por las obras públicas de esta tierra.
Ninguna posibilidad para la región mejor que la salida al mar a través de Urabá. Así como Colombia perdió a Panamá, Antioquia pudo perder a Urabá, de no haber contado con visionarios como Gonzalo Mejía y Aurelio Mejía, y la dedicación de Fernando Gómez Martínez y EL COLOMBIANO. Estos obligaron a mirar a Urabá después de anotar que allí faltaba colonización antioqueña como aquella que se había hecho sentir en el gran Caldas, el Tolima y el Bajo Cauca. Apenas en los años 1953 y 1955 tuvimos aquello que al tenor de las necesidades actuales sigue siendo trocha.
El Túnel de la Quiebra se debatió mucho antes de su construcción; algunos propusieron una carrilera de cremallera y otros un cable para unir los ferrocarriles del Nus y de Porce como antes se llamaron. Concebido inicialmente por Francisco Javier Cisneros, fue construido bajo la dirección de Alejandro López y se constituye en un punto de referencia para las docenas de perforaciones que necesitan nuestras cordilleras. Allí estuvo EL COLOMBIANO presente hasta obtener la buena noticia de su inauguración en 1929.
Empresas Públicas es un caso muy excepcional de corporación estatal perdurable, próspera y eficiente. Muchos patrimonios públicos en América Latina se han esfumado o porque el Estado los dilapidó o se deshizo de ellos. Antioquia tiene el mérito de haber creado una conciencia colectiva de defensa de tan importante haber comunitario. Allí ha estado presente EL COLOMBIANO, desde la construcción de la Central de Guadalupe, que inició generación en 1932 creando un gran estímulo a la industrialización, o el acueducto de Piedras Blancas, hasta las obras mayores hoy en curso como Ituango.
Hay dos luchas de EL COLOMBIANO sobre las cuales varias de las generaciones vivas somos testigos de primera línea: el Tren Metropolitano y el Aeropuerto José María Córdova. Ambos esfuerzos se cumplieron frente a gobiernos nacionales y a pesar de muchos de los locales. En un libro reciente sobre la infraestructura de los Estados Unidos se muestra cómo grandes obras tardaron años y se lograron porque hubo propósitos políticos continuados. Podemos decir que EL COLOMBIANO, con la visión de Juan Gómez Martínez, fue fuente y garantía del propósito político continuado que permitió que en períodos relativamente largos, con varios gobiernos, unos con voluntad y otros en contra, estos necesarios empeños se cumplieran.
Al repasar la infraestructura de Antioquia, la ejecutada y la proyectada, podemos enumerar muchos liderazgos y destacar a la Escuela de Minas como cuna de ciencia y a EL COLOMBIANO con sus linotipos encendidos las 24 horas de cada día de la centuria defendiendo sin desmayo una a una de las obras públicas.
Algunos críticos de la Comarca han expresado que a diferencia de otras regiones, donde se construye fácil unanimidad para requerir la atención del gobierno central, en Antioquia la división local ha apoyado la falta de voluntad nacional. EL COLOMBIANO ha sido fundamental para avanzar, no obstante que muchos han dicho siempre NO a cualquier obra de progreso, para lo cual han invocado otras prioridades como lo social, que finalmente va de la mano de la inversión y por supuesto de la infraestructura n
*Lea mañana en las páginas de opinión una segunda entrega.
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