<img height="1" width="1" style="display:none" src="https://www.facebook.com/tr?id=378526515676058&amp;ev=PageView&amp;noscript=1">
HISTÓRICO
EL PÚLPITO Y LOS HISTÉRICOS
  • EL PÚLPITO Y LOS HISTÉRICOS |
    EL PÚLPITO Y LOS HISTÉRICOS |
Por ALBERTO SALCEDO RAMOS | Publicado

El linchamiento del día en Twitter tiene como condenada a María Luisa Piraquive, fundadora de la iglesia MIRA, por haber objetado la presencia de minusválidos en el púlpito de sus templos.

El tema es "tendencia" en esa red social, gracias a un alud de tuits variadísimos que incluyen maldiciones, obscenidades, sátiras. A la señora Piraquive se le exige tolerancia en un tono tan intolerante como el que ella utiliza en sus prédicas.

Un tuitero se pregunta cómo es posible que la líder religiosa discrimine a los inválidos, cuando ella, al no tener cerebro, es discapacitada; otro expone su deseo de que la señora se cercene un dedo, a ver si después su iglesia seguirá rechazando a los mutilados.

El linchamiento del día en Twitter jamás está exento de humor negro. Un tuitero sarcástico divulga una tarjeta digital que contiene dos veces el rostro de María Luisa Piraquive. En uno de los retratos dice: "Salmo ocho".

En el otro se corrige la frase: "perdón, quise decir ¡sal, mocho…"

Debajo continúan los insultos contra la líder de la iglesia MIRA. Y continuarán hasta cuando surja el próximo blanco de las hordas.

En la gresca diaria de Twitter solo se renuevan las personas condenadas al linchamiento. Los demás elementos -la rabia, la histeria- se mantienen estables.

Cada asonada, aunque luzca como la reacción justa ante una declaración pública discriminatoria o un acto soberbio, revela la virulencia de nuestra sociedad: los complejos, la hostilidad, el resentimiento. Cualquier pretexto sirve para canalizar y legitimar nuestras viejas fobias.

Muchos usuarios de las redes sociales son sensatos, y procuran decir algo prudente sobre los temas del momento. Pero su esfuerzo se diluye en ese gran maremágnum atizado por la saña, donde lo que cuenta no son los argumentos sino el populismo de la indignación.

Los editores de los medios saben que el escándalo de turno genera tráfico en las redes sociales; los histéricos de las redes sociales saben que su histeria aumenta el tráfico en los medios. Y así van de la mano alimentándose mutuamente. Entre tanto, nuestras sociedades, por andar de escándalo en escándalo, pierden lentamente su sensibilidad, y solo perciben lo ruidoso.

Después del ruido viene la amnesia. Hace un mes el linchado de turno era el vigilante de Carulla que agredió a un cliente. "Manteco igualado", le llamó alguien en Twitter. Hace dos meses era Andrés Jaramillo, dueño del restaurante Andrés Carne de Res, por haber proferido una declaración machista y altanera. "Vayamos en masa a vomitarnos a ese restaurante", propuso entonces uno de los miembros de la horda.

Pero hoy nadie se acuerda de ellos, así como muy pronto nadie se acordará de la señora Piraquive. La histeria diaria de las redes sociales nos va volviendo cada vez más crispados, más olvidadizos y, sobre todo, más indolentes.

Allá fuera, en la vida real, está la gente que padece en carne propia los problemas que a nosotros solo nos mueven a hablar paja. La gente que no puede arrimarse al púlpito.

x