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El talento que crea colombianos ejemplares

Se entregaron anoche los premios Colombiano Ejemplar, que llegaron a su edición número 15. Fueron 17 reconocimientos, entre instituciones y personas.

05 de marzo de 2014
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El sonido lírico del arpa llanera y el dulce sonido del xilófono dieron vida a los himnos que abrieron la noche de entrega del Premio El Colombiano Ejemplar.

Doña Lucía de la Cuesta, en homenaje póstumo, y la docente Aura María Obando fueron las primeras en recibir su premio y el aplauso de las cientos de personas que asistieron al Teatro Metropolitano para agradecer a esos colombianos que transforman el país.

El arte no se hizo esperar durante la ceremonia. Bailarines iluminados al son de la música del caribe, voces del yembe´, del cajón se sumaron a los sonidos del hip hop que salían de la garganta de una ciudad y la anhelada cumbia reunieron en una canción a toda Colombia.

Atrás, en el escenario, una pintura surgió al ritmo de la música. El arte fue protagonista de toda la gala, adueñándose de aquel escenario por el que fueron desfilando los 17 galardonados, 10 personas y 7 instituciones que recibieron las estatuillas en esta edición, la 15, de un premio que reconoce el valor de aquellos que siempre dan mucho más de lo que se espera.

El talento guió la velada, en la que historia tras historia arrancó sonrisas y emociones del público, que respondió con aplausos de orgullo y admiración el trabajo de cada uno de los ganadores de las nueve categorías que componen este reconocimiento, talento que va desde el caluroso corregimiento de La Gloria donde trabaja Luis Soriano, en Magdalena, hasta el todavía complejo municipio de Samaniego, en Nariño, donde da clase la profesora Aura. (Ver separata especial El Colombiano Ejemplar).

Pura felicidad
Asombro y alegría. "¡Dios mío…, ¡Gracias, señor…, ¡Gracias padre", recuerda que dijo, a gritos, la profesora Clara Amada Rosero cuando al otro lado del teléfono una voz le dijo que había ganado el premio El Colombiano Ejemplar, en la categoría infantil.

Y lo dice aún con emoción, se le nota en lo ojos brillantes, esos que deben ver sus alumnos allá en la escuela Eberaldo Robledo, de Quibdó.

"Es que ser ejemplar requiere de mucha responsabilidad, de mucha seriedad, mucha credibilidad y mucho amor", reflexiona. "Toca seguir haciéndolo mejor, porque el premio es para eso, porque no se puede ser inferior al reto, y así, quizá haya más colombianos ejemplares".

Y de más lados, porque en sus 15 ediciones, El Colombiano Ejemplar ha reconocido personas e instituciones de, por lo menos, 60 ciudades del país.

"Año tras año El Colombiano ha sido un aliado muy importante para nosotros y siempre mantenía la esperanza que se fijaran en nosotros pero pasaban los años y en este año se fijaron y pusieron los ojos muy bien puestos porque para nosotros es importantísimo este reconocimiento", dice John Jairo Tobón Naranjo, director técnico Mahavir K-mina, fundación que recibió el premio en la categoría Solidaridad.

Es, también, un apoyo, un espaldarazo a un trabajo más que bien hecho.

"Ganar uno de estos premios tan importantes sirve para darle más peso a la labor que uno hace, que no es lo mismo que Perico de los palotes diga lo que hace o no hace el Gobierno, que se acaban los páramos, a que lo diga ese señor que se ganó el premio al medio ambiente del El Colombiano Ejemplar", agrega el galardonado Andrés Hurtado.

También hay historias que se cruzan, relaciones ejemplares que se tejen. Y este año hay un ejemplo de ello: la prótesis que le permitió a Luis Soriano, ganador este año en la categoría Cultura, continuar con su trabajo educativo montado en sus burros Alfa y Beto, la crearon y enseñaron a manejar los de la Fundación Mahavir Kmina; y ver un abrazo entre Soriano y Tobón Naranjo es ver, también, emoción cargada de solidaridad.

"No creía cuando me contaron que había ganado, creí que era una broma. "Yo no me merezco tanto" le dije a la señora que me llamó a contarme", recuerda este licenciado en español y literatura, nacido en Nueva Granada, Magdalena, y amante de leerle a otros.

Reconoce, eso sí, "siempre tuve la envidia de los que ganaban, y ya ves, me tocó a mí".

A él y a otros 16 ganadores, entre ellos Aura María Obando, una profesora que en Samaniego, Nariño, les enseñó a los niños a reconocer las peligrosas minas antipersonales.

"Nunca pensé que nuestra labor era tan grande y por eso fue una hermosa sorpresa saber que habíamos ganado", cuenta. El premio lo asume como un reto más, para seguir enseñando con más entusiasmo, con más energía, "porque nosotros no podemos quedarnos ahí, ahorita lo que pasa es que nos mandaron a trabajar más duro".

Aplausos que son orgullo
Doña Sofía fue un recuerdo solidario que llenó el Teatro y Rigoberto Urán, ganador en la categoría deporte, se convirtió en la figura de su madre, Aracelly, quien recibió el premio en nombre del ciclista, que anda pedaleando en otras latitudes.

Aplausos para ellos y para los 15 ganadores más, en una noche alegre, donde el chande´ se unió con la música urbana, donde la pintura unió con trazos la historia de estos personajes talentosos. Así son ellos, ejemplares, gente que sin esperar nada a cambio, entregan todo.

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