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“La política es el arte de elegir entre lo desastroso y lo insípido”
- John K. Galbraith
Soy politólogo, y por eso la gente cree que veo con más claridad sobre la política que los demás. No lo hago. Pretendo hacerlo, por mi profesión y por esta columna. En realidad, me invaden las mismas dudas, experimento similares impotencias y, en ocasiones, me decido entre iguales frustraciones que el resto de ciudadanos.
Les confieso que así me pasó este domingo frente a ese juzgado de responsabilidad ciudadana que es el tarjetón electoral, al depositar un voto sin ánimo en la urna. Para mí, como para muchos colombianos, la “fiesta de la democracia” se pareció demasiado a un agrio guayabo.
Insisto, Colombia se encuentra en un escenario de “resignación electoral”. Pocas ideas, pocas pasiones: la gente vota encogida de hombros. Pocas veces tan similares a vacas que entran al matadero, como cuando entrábamos a depositar el voto. Así, seguimos renovando nuestra angustiosa democracia: ese esfuerzo constante por proteger las instituciones de las reglas poco claras, los monopolios políticos y la apatía ciudadana.
Pero si la manera como se comportan en campaña da pistas sobre sus calidades, ¿cómo entusiasmarse con la clase política que hemos permitido que pulule por la realidad nacional?
El primero es el mismo presidente Santos, cuya pinta de demagogo queda fuera de concurso: camiseta de la selección Colombia y cruz de ceniza en la frente, mientras anuncia la “irreversibilidad” de recursos nacionales para proyectos que ya eran irreversibles y estaban en movimiento para Antioquia. ¿Los mensajes? Primero, que aparentemente si usted es católico, antioqueño y le gusta la selección Colombia, él es su candidato. Y segundo, que el presidente claramente subestima nuestra inteligencia.
Abandonando el terreno de lo populista y llegando al absurdo, estuvo el señor Jorge Franco Pineda, candidato de Opción Ciudadana de Representantes por Bogotá, que ganó reconocimiento nacional por sus piezas publicitarias en las que modificaba fotos de famosos para que le “endosaran” votos. El mejor intento del candidato fue utilizar la selfie más retuiteada de la historia (la foto de varios famosos en los premios Óscar) como fondo de una imagen de su campaña.
Dos ejemplos ridículos, si tenemos en cuenta prácticas realmente ilegales que rodean a las elecciones. De acuerdo a la MOE, desde que realiza el seguimiento de las elecciones en Colombia nunca encontró tantas dificultades como en las parlamentarias del pasado domingo.
Henry Kissinger decía que “El noventa por ciento de los políticos da mala reputación al otro diez por ciento”. El problema es encontrar, confiar y votar por ese diez por ciento.