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La última encuesta del presidente Santos no solo no es buena, es muy mala. Un 60 por ciento de los colombianos no lo reelegirían. Obvio, aún queda más de un año para la reelección y las cosas pueden cambiar, pero lo cierto es que hoy el Presidente tiene un boquete de credibilidad fácilmente explotable en materia electoral.
¿Qué pasó? Con el viento de cola económico que heredó, el manejo de medios nacionales y el apoyo de casi toda la clase política uno se pregunta qué hizo mal Santos para caer de esa manera tan dramática en tan poco tiempo. La respuesta es fácil: se eligió con los votos del uribismo y gobernó con el programa de los perdedores, el Partido Liberal.
El sentimiento de desilusión con el actual gobierno es grande en las regiones que he recorrido. Periodistas, ciudadanos y hasta políticos que se dicen santistas ven con preocupación un deterioro de la seguridad, muchos anuncios y acuerdos firmados sin ninguna gestión de ejecución y en general una deslealtad del actual gobernante con el expresidente Uribe que causa rechazo hacia el actual primer mandatario.
Pero lo más grave es la desconfianza que le tienen los colombianos al presidente Santos y a su gobierno. No solo lo ven a él y a sus ministros alejados de la realidad y desconectados del país sino que vuelven a sentir esa soberbia cachaca y centralista que entre otras es una de las razones del paro cafetero de esta semana entrante.
El paro es un ejemplo que explica el problema esencial de Juan Manuel Santos. El problema cafetero se veía venir desde hace por lo menos dos años. Al gobierno no se le ocurrió ningún plan de cobertura cambiaria que protegiera el ingreso del caficultor. O medida alguna de otra índole. Es más, a una reunión con cafeteros a la que supuestamente iban el ministro de Hacienda y de Agricultura no llegó ninguno de los dos.
Los caficultores le perdieron la confianza al gobierno. No le creen nada como hoy sucede con muchos colombianos por todo el país. Y lo peor del cuento es que cuando se viene el paro por pura desidia gubernamental, el ministro Restrepo en tono pendenciero amenaza a los caficultores y el Presidente dice que hay fuerzas oscuras detrás de lo que no es más que un grito desesperado de auxilio de un sector que le ha dado mucho a Colombia.
Con el gobierno anterior los colombianos, para bien o para mal, se acostumbraron a tener un gobierno cercano. Que se mete en el barro, que habla claro, que dialoga y encuentra salidas a los problemas con los gremios, los empresarios, los sindicatos. Así se salvó Paz del Río, un ejemplo de crisis que con concertación se soluciona.
Hoy el gobierno amenaza, intimida, le dispara al mensajero o saca pedazos de papel que anuncia con bombos y platillos pero que se quedan en eso, en acuerdos vacíos. Las encuestas reflejan lo que sienten, perdón, sentimos, los colombianos.
Que el país va al garete, que el liderazgo del Presidente se mueve alrededor de las encuestas, los medios y los políticos. Que la confianza, valor fundamental en el progreso de toda sociedad se pierde día a día.
Hay una máxima política, espacio que se deja vacío, espacio que otros llenan. La encuesta muestra que Santos hoy es débil políticamente y que la alternativa poco a poco va a continuar creciendo.
Con un agravante, para Santos claro está, que a la insatisfacción hay que sumarle el fervor uribista que hay en Colombia y que si bien no aparece en los medios nacionales está más vivo que nunca.
@fsantoscal