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HISTÓRICO
Feminismo bien entendido
Margarita María Gómez Cano | Publicado
Todavía nos faltan muchas batallas por librar. Aún nuestro trabajo no es igualmente remunerado que el del hombre, aún nuestra participación en puestos de alta dirección a nivel público y privado sigue siendo muy pobre. La carga del hogar y la educación de los hijos sigue estando sobre nuestros hombros. Todavía en muchos hogares no prima el diálogo sino la voz más fuerte y esta generalmente es la del hombre. Estoy de acuerdo que obtener la igualdad de derechos debe ser para la sociedad y en particular para las mujeres, una prioridad.

En lo que no estoy de acuerdo y me produce cierto escozor, es esa obsesión de algunas mujeres en estos últimos años por mostrar que somos feministas a través del lenguaje. Ya en prensa, radio, televisión y en las conversaciones cotidianas es normal encontrar expresiones como ellos y ellas, todos y todas, hombres y mujeres, niños y niñas, los participantes y las participantes, colombianos y colombianas, los compatriotas y las compatriotas y hasta sujetos y sujetas, para referirse a grupos con miembros de ambos sexos.

Quisiera ver esas feministas cuando en una grave emergencia aérea el líder de la evacuación ordene "todos a ponerse los salvavidas" y ellas se queden sentadas y humilladas, pues la orden no las involucra.

Entiendo que el mundo es mixto, pero a través de los siglos hay palabras que se han venido usando para denotar los dos géneros. Para mí los vocablos todos y hombre son sumamente amplios y se refieren a todos los seres humanos. No me ofendo cuando oigo: "los hombres somos seres racionales", "todos somos hijos de Dios", asumo que nosotras, las mujeres, también lo somos. No veo necesario agregar nuevos vocablos al lenguaje para ratificar nuestra condición de mujeres. No me ofenden vocablos como patria, aunque hace referencia al régimen patriarcal; me parecería absurdo y hasta atrevido pensar siquiera en cambiarla o agregar como vocablo nuevo matria, para que las feministas más fervorosas se sientan tranquilas. O además del vocablo fraternidad, que por su etimología latina frater, que significa hermano, es netamente masculino, introducir el vocablo sororidad, que viene del latín sor, que significa hermana, palabra que ya empieza a ser usada entre las feministas para denotar un vínculo de solidaridad y amistad entre mujeres.

Nuestro español es rico en vocablos, tanto masculinos como femeninos, pero quizá los más hermosos son femeninos y hasta ahora los hombres no han protestado por ello. Es verdad que el sol es masculino, pero la coqueta luna es femenina; el sonido es masculino, pero la música y la canción son femeninas; el mar es neutro, se oye tan bello el mar como la mar, pero las olas son femeninas a pesar de su fuerza y poderío, o quizá precisamente por eso.

Nosotras también tenemos la noche, la palabra, la poesía, la literatura, la vida, la libertad, la tierra, la naturaleza, las flores, la piel, la humanidad?

Señoras, luchemos por lo que realmente vale la pena. Estos cambios lingüísticos afean el idioma y no aportan nada a nuestra condición de ser mujeres.
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