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HISTÓRICO
FUEGOS CRUZADOS
  • FUEGOS CRUZADOS |
    FUEGOS CRUZADOS |
Por GRAL. (R) HENRY MEDINA URIBE | Publicado

No me cabe duda que todos los colombianos debemos desarrollar un compromiso con la paz. Una paz que dignifique la vida, propicie la sana convivencia y amplíe las oportunidades para el desarrollo, no una paz que subyugue y mancille la libertad de la persona. Una paz orientada por los principios de libertad, igualdad y fraternidad y no por los lineamientos que guiaron la revolución bolchevique.

Al iniciar las conversaciones directas (fase II), entre los delegados del Gobierno y los representa ntes de las Farc podría decir, parodiando a Patrick Viveret , que la paz, como la humanidad, es para sí misma su peor enemiga y, a la vez, su mejor oportunidad. Encontrar el camino justo es no solo responsabilidad de los negociadores, sino de todos los nacionales, y entre ellos, de quienes tenemos una voz en los medios de opinión, conscientes todos de las liviandades de la naturaleza humana.

Inmenso el reto para el Gobierno y para los negociadores plenipotenciarios que nos representan, pues resulta obvio que aún si los temas se circunscriben a los cinco puntos acordados en la fase exploratoria, como debe ser, los argumentos de cada quien estarán fundamentados en su formación intelectual, los intereses que defiende y la doctrina política que pregona. Pensar lo contrario sería ingenuidad.

A las Farc las guían concepciones filosóficas sobre la persona, el Estado y el orden social opuestas a las de quienes estamos en la otra orilla. Ellos alimentaron sus odios en las teorías de Marx y Hegel y no en los idearios de los derechos del hombre y de los ciudadanos. Para ellos, su guía es la glorificación de la fuerza, el triunfo del materialismo, la mofa de los sentimientos nobles y el trastorno de los valores morales. Ello explica, mas no justifica, los actos de violencia que estamos presenciando.

Dentro de la concepción de Estado, para ellos no existe la verdad ni la mentira: solo reconocen la conveniencia y la utilidad de las cosas. La fuerza es la que crea el derecho y ante ella debe inclinarse la razón. Por ello el discurso de Iván Márquez no es pieza extraña, sino componente de esa macrovisión de corte hegeliano.

Ante la debilidad de esa dialéctica, sus armas preferidas son la intimidación y el terror, útiles para perturbar la inteligencia, paralizar la acción y pulverizar la resistencia de sus contrincantes: la sociedad democrática colombiana.

Esas no son las únicas amenazas al éxito del proceso, lo son también las voces y acciones de quienes gozan o defienden los privilegios del "statu quo " y no aceptan alterar una relación ya definida como injusta y oprobiosa. Esa situación exterioriza una crisis cognitiva, más compleja que la violencia, en cuanto es en parte razón de ella.

El Gobierno y el futuro del país están en medio de esos fuegos cruzados, de dos corrientes ideológicas extremas, cuál más perversa y ausente del principio de humanidad. Pero a pesar de todo, la bondad del propósito amerita el riesgo, aún bajo los epítetos de ingenuidad o entrega.

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