En la medida en que las conversaciones del Gobierno Nacional con las Farc para buscar el cierre concertado del conflicto interno armado avanzan positivamente, se hace cada vez más necesario que los diferentes sectores de la sociedad y las instituciones del Estado asuman de manera seria su preparación para el postconflicto armado, porque esta es una tarea que no se puede ni se debe improvisar, si se quiere que las cosas resulten positivamente, si no queremos que aumenten los niveles de delincuencia, o surjan grupos equivalentes a las actuales bacrim, entre otros efectos perversos que pudieran originarse.
La firma de los acuerdos no es la terminación del conflicto interno armado, es un momento importante en esa dirección, con un gran contenido simbólico, pero allí comienza toda una serie de desafíos a los cuales debemos hacer frente. A vía de ejemplo quiero mencionar algunos campos prioritarios.
Dar opciones de proyectos de trabajo para los desmovilizados de los grupos guerrilleros y, seguramente también, aunque en un mediano plazo, para miembros de la Fuerza Pública que se licencien como parte de procesos de reforma o reingeniería de las mismas. A ese respecto es importante que el Estado piense en programas de generación de empleo productivo, tanto en el mundo rural -donde no hay que satanizar las zonas de reserva con reglamentaciones adecuadas- y claro, en el mundo urbano; por supuesto en esa tarea es fundamental la experiencia y la cooperación decidida del sector empresarial para lograr que en ese campo no se repitan experiencias poco exitosas del pasado. Pero ligado a lo anterior, instituciones de educación técnica y tecnológica como el Sena y las universidades tienen el desafío de diseñar programas de formación especialmente en los niveles técnico y tecnológico para desmovilizados de estas organizaciones y, también, mecanismos de acceso y retoma de programas de formación universitarios; esta es una tarea que no da espera.
En el campo de la seguridad ciudadana, donde es altamente probable que se incrementen las amenazas de seguridad, la Policía Nacional debe empezar a preparar estrategias y unidades para enfrentar estos desafíos -afortunadamente parece que ya están trabajando en esta dirección-. Igualmente deben diseñarse estrategias contra la modalidad de crimen organizado ligado al narcotráfico y que hoy se conocen como bacrim y especialmente para el control del territorio en aquellas zonas en que se produzcan procesos de dejación de armas por parte de grupos de la guerrilla.
Una tarea fundamental es cómo incidir en la cultura política colombiana que permita ir modificando las actitudes de odio y venganza que muchos colombianos tienen contra quienes consideran los afectaron de manera grave en sus proyectos de vida o sus familiares -guerrillas en primer lugar, pero también para otros sectores de la Fuerza Pública-. En esa dirección especialistas de comunicación, tanto del mundo de la academia, como de los medios de comunicación, tienen mucho que decir y proponer. Como dijo esta semana el Presidente de Alemania en su visita a nuestro país, el perdón y la reconciliación no se logran por decreto, esta misión requiere una tarea paciente que mezcle esclarecimiento de la verdad, actos de reparación y cambios culturales.
Y claro, deben también las Fuerza Militares empezar a diseñar a mediano plazo procesos de reingeniería que transforme progresivamente y en un horizonte de tiempo prudencial a unas Fuerzas Militares de orientación fundamentalmente contra insurgente hacia unas de tipo más clásico -centradas en la defensa nacional-, pero adecuadas a los tiempos actuales.
Las instituciones encargadas de restitución de tierras y actividades asociadas como esclarecimiento de la propiedad y su titulación deben igualmente mejorar sus procedimientos y su capacidad de ejecución para responder a las grandes expectativas.
Estos pequeños ejemplos nos muestran como el desafío del postconflicto armado requiere ser asumido como prioridad nacional desde ya. No se puede esperar para mañana empezar su preparación.
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