"Es un comienzo nuevo para Colombia", dijo en su posesión el presidente Santos. Por eso, sin hurgar en el pasado, es bueno echarles un vistazo a los problemas centrales que encuentra el nuevo gobierno.
En materia de seguridad, que es donde hubo más progreso, hay cuatro tareas pendientes:
-La derrota final de la guerrilla. Desde que las Farc finalmente cambiaron su estrategia, la guerra para el Estado entró en su fase de rendimientos decrecientes. Ocho mil guerrilleros sueltos siguen siendo una fuerza formidable. ¿Será que nuestro Ejército es capaz de recambiar su estrategia? ¿Será que nos resignamos a que la guerra siga en las regiones olvidadas de Colombia? ¿Será que optamos por un final negociado?
-Las "Bacrim" y los paras. Quedan unas 20 bandas con diez mil efectivos que delinquen en 9 departamentos y en 246 municipios. ¿Será que estos "señores de la guerra" son los narcos disfrazados -y por tanto inderrotables?- ¿Será que rompen sus lazos con los dueños de la tierra y con la clase política? ¿Será que Santos les monta una ofensiva comparable al Plan Patriota?
-Las víctimas. Fuera de los extraditados de las AUC y de encontrar nuevas fosas, no hemos tenido verdad, ni justicia, ni reparación. ¿Será que los masacradores se van para la cárcel? ¿Será que el Estado recupera y devuelve los 2 ó 3 millones de hectáreas robadas? ¿Será que invierte el 27% de su presupuesto en cumplir la sentencia de la Corte?
-La inseguridad urbana. Medellín, Pereira, Cali y otras ciudades están volviendo a la violencia de sus peores épocas. ¿Será que nuevas "comisiones de notables" son capaces de apaciguar a los narcos? ¿Será que en vez de seguridad "democrática" retomamos el enfoque de la seguridad "ciudadana"?
El desafío internacional se puede resumir más brevemente. Menos micrófono y más diplomacia -que es la parte fácil-. Y la parte difícil, que es reconstruir la relación con los vecinos "socialistas" sin que los gringos nos pasen la factura. ¿Qué hará, de entrada, el gobierno con el Acuerdo-Tratado de las bases?
El principal problema político de Santos se llama Álvaro Uribe. Por una parte es casi inevitable que al ex presidente lo siga persiguiendo su pasado; no en Colombia, donde tendría que juzgarlo el Congreso, pero sí ante la opinión o incluso ante las cortes internacionales. Por otro lado, Uribe descontento o en la oposición no dejaría gobernar a Santos. ¿Será entonces que Santos lo entrega a los leones? ¿Será que asume el precio de defenderlo a fondo?
El segundo problema político es tener un Congreso de "la otra Colombia", que abortará, digamos, la ley de tierras, o el Estatuto de la Oposición, o el cambio en el reparto de las regalías. Y porque la "Unidad Nacional" implica repartir más puestos de los que Santos tiene para repartir.
En lo económico se trata, sobre todo, de administrar bien la bonanza minera. ¿Cómo impedir la pesadilla ambiental? ¿Cómo evitar la corrupción? Y en todo caso ¿cómo frenar la revaluación mientras el flujo de divisas va a triplicarse bajo este gobierno? Mientras haya revaluación, el desempleo seguirá subiendo. Y para crear empleos nuevos en el mundo de hoy, Colombia tendría que tener la mano de obra calificada y sin embargo barata que ofrecen China o la India.
En el frente social, los temas más apremiantes serán las crisis gemelas de salud y de pensiones. Hace 20 años Colombia optó por el contrasentido de universalizar el acceso a estos derechos y entregar su provisión a operadores privados. Y ahora estamos abocados a escoger entre la Constitución y las leyes aritméticas.
Por eso el desafío más difícil será aquello de la "prosperidad democrática". Prosperidad minero-financiera sí, para los ricos. Limosnas y Familias en Acción sí, para los pobres. Pero: ¿empleo masivo y bien pagado? ¿Salud y educación de calidad para todos? ¿Distribuir la riqueza y el ingreso en el país más desigual de Suramérica?
Ojalá.
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