<img height="1" width="1" style="display:none" src="https://www.facebook.com/tr?id=378526515676058&amp;ev=PageView&amp;noscript=1">
HISTÓRICO
La cazadora de tsunamis
  • La cazadora de tsunamis
Por RAMIRO VELÁSQUEZ GÓMEZ | Publicado

Una megaola destruyó el puerto de Cesárea Marítima en Israel en diciembre 13 de 115. Otra quizás resultado de la erupción del volcán Santorini borró la civilización minoica.

De algunos tsunamis hay registros históricos, de otros no. Hace unos siglos un movimiento en la costa oeste norteamericana produjo uno que tocó Japón. ¿Cómo se sabe?

Gloria Inés López, geóloga egresada de Eafit, geocronóloga de la Universidad de MacMaster en Canadá, es hoy investigadora en la Universidad de Haifa en Israel y, en la práctica, cazadora de tsunamis.

Parece para desocupados, pero la idea es determinar cada cuánto se produce uno en una región con el objeto de estar atentos. En Japón la recurrencia es cada 200 años más menos, 300 a 500 en el oeste de Estados Unidos y unos 300 por el movimiento de la placa de Nazca en Suramérica.

Evidencias es lo que hay que encontrar. Y no es sencillo, como tampoco lo es una vez halladas determinar de dónde provino la megaola.

Un tsunami se produce en zonas de subducción y en sitios activos tectónicamente, por meteoritos, por volcanes submarinos o grandes desprendimientos de masa. En 1964 uno de origen tectónico devastó la costa sudeste de Alaska. El terremoto ocasionó deslizamientos que crearon tsunamis locales. Y por eso se pueden presentar en lagos.

Más frecuentes y recurrentes son los originados por terremotos de más de 7 grados Richter. Los subacuáticos se presentan por un desplazamiento vertical grande o por gran liberación de energía.

Del Caribe, donde es común creer que no se producen, sí hay registros. Uno de ellos habría llegado del otro lado del Atlántico: las islas Canarias. Un teletsunami.

Aunque el caso de Alaska es reciente no lo es el del 115 citado en el libro sagrado del Talmud, como tampoco dos que trata de precisar López que habrían ocurrido en el puerto de Sebastos, al parecer en los años 500 y 700.

El que destruyó Cesárea se dató en 2003 y fue la primera vez que se encontraron depósitos de sedimentos sumergidos en el mar.

Las huellas se buscaban antes sobre la costa, hoy también bajo el agua, de 3 a 10 metros de distancia de la playa y se han hallado a 30 metros. A menos de 3 la hidrodinámica las borra. Mientras menos poblado el lugar, mejor.

Las huellas
¿Cómo descubrir un tsunami? No es fácil. Hace unas décadas había pocos elementos para precisar la ocurrencia de aquellos antiguos sin registro histórico pero ahora hay varios métodos.

La presencia de minerales pesados que por lo general son de aguas más profundas, la presencia de conchas y foraminíferos también de otros gradientes y la superficie de los granos son algunas pistas. La disposición es caótica, a diferencia de las tormentas en las que las huellas aparecen más homogéneas.

James Goff y colegas, en un artículo en Sedimentary Geology, citan cerca de una docena de elementos y aproximaciones de los que se vale la nueva disciplina de los paleotsunamis para establecer la ocurrencia de estos fenómenos, una ciencia en la que la experiencia de los investigadores cuenta.

En su tesis de postdoctorado, López demostró que la fotoluminiscencia o datación óptica es otra herramienta para datar la ocurrencia de megaolas para lo cual se basa en los granos de cuarzo y feldespato. La técnica permite fechar el último momento en el cual un material estuvo expuesto a la luz.

Cuando se ha recogido la mayor información posible, con modelos computacionales se determinan las características del evento: desde la altura que tuvieron las olas, los lugares que afectó y sus características.

No siempre es fácil saber dónde se originó reconoce López, pero es parte de un campo que dado el alto número de personas que residen cerca a las costas, es importante para reducir el impacto.

Una rama muy movida.

x