- Abdalá Sambi promete combatir la pobreza, que afecta al 60 por ciento.
- Sus detractores lo tildan de un peligro para el mundo.
- La pequeÑa Comoros está ahora en manos de un clérigo islámico.
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En un minúsculo país africano, famoso mundialmente por sus perfumes, un pueblo cansado de una historia de violencia, pobreza y 22 golpes de Estado -cuatro de ellos exitosos- decidió confiar su futuro a manos divinas: desde esta semana, con el respaldo popular, Ahmed Abdalá Sambi gobierna las tres pequeñas islas de Comoros.
Reconocido por su turbante y vestimenta musulmana, Sambi es apodado El Ayatola, título reservado a los más altos líderes religiosos del Islam chiíta.
Estrictas leyes islámicas al estilo iraní, una política antiestadounidense y alianzas con grupos radicales musulmanes de Asia y África hacen parte de la agenda que sus opositores le atribuyen para convertir un archipiélago que se pierde en los mapas, entre la costa oriental africana y la isla de Madagascar, en toda una amenaza para el mundo occidental.
Mohamed Djaanfari, su competidor en las pasadas elecciones, se atrevió a tildarlo de terrorista y de simpatizar con extremistas de Al Qaeda en esa parte del mundo, según reseña la cadena británica BBC.
Pero tras década y media de predicar la necesidad de convertir las islas en un Estado islámico, gobernado por la religión de manera similar a Arabia Saudita, Irán o el Afganistán de los Talibán, el nuevo presidente comorense está dispuesto a calmar a quienes su llegada al poder llena de desconfianza y temor.
"Un Estado islámico será la solución en el largo plazo", declaró al semanario local Kashkashi hace una semana, "en ocho años, quizás, la gente lo quiera".
Y en plena campaña electoral, prometió ante el semanario Watwan que no obligaría a ninguna mujer a usar el velo islámico para cubrir su cabello ni censurará las suntuosas ceremonias nupciales tradicionales de Comoros.
"Si los políticos fallan en su misión, entraremos a la arena", había advertido públicamente el Ayatola años atrás, secundado por una junta de ulemas (autoridades religiosas), durante una de las innumerables crisis comorenses.
Hoy, a sus 48 años, y con el respaldo del 58 por ciento de votos, Sambi gobierna a los menos de 700 mil comorenses que ven en su clérigo más respetado la esperanza de una singular guerra santa.
"Ciertamente habrá yihad", prometió Sambi en declaraciones a la Gazeta de Comoros, "una contra la corrupción y la pobreza".
Guía
Cuando Sambi era un joven estudiante extranjero en Irán, hace 31 años, Francia dejó libres tres de sus islas en el océano Índico africano.
Tres pedazos de tierra que todavía hoy inundan Europa de aromas de vainilla, clavos de olor y el ylan ylang esencial de los perfumes franceses.
Sambi vio convertida su tierra natal en la república independiente e islámica de Comoros, para regocijo del 90 por ciento de comorenses, musulmanes sunitas.
Después de ser educado en el islam de la Universidad de Medina - en la estricta Arabia Saudita-, pasar un tiempo en Sudán, y obtener una maestría en ciencia política e islam en la Irán del ayatola Rujolá Jomeini, Sambi hizo más frecuentes sus visitas a Comoros para dirigir su propio periódico, fundar una escuela para mujeres y dar discursos en mezquitas.
Sus enfrentamientos con la clase política terminaron en ocasiones en disturbios callejeros entre fuerzas oficiales y sus simpatizantes, que llamaron la atención de los comorenses sobre el elocuente clérigo.
Su prosperidad en la industria de los perfumes, una embotelladora de agua y una fábrica de colchones le permitió fundar una radiodifusora y una cadena televisiva de alcance nacional en los años 90.
Todo el país supo de su apoyo a los bosnios musulmanes en la guerra de los Balcanes, de sus masivas demostraciones contra Israel, de su combate al alcohol y su oposición a que los Versos Satánicos de Salman Rushdie tocaran alguna vez suelo comorense.
Muchos problemas
Este año, ni el candidato apoyado por el gobierno militar ni un ex oficial de la Fuerza Aérea francesa que lo retaron en las urnas, pudieron impedir que la atribulada Comoros eligiera al ayatola para resolver sus problemas: 60 por ciento de comorenses vive bajo la línea de la pobreza, y un 20 por ciento de la población de las islas, 150.000 personas, ha huido a otros países, según datos del World Factbook publicado por la CIA.
Agobiados por el fracaso económico, las islas de Anjuan y Moheli decidieron en 1997 romper con Comoros y buscar un destino similar al de Mayotte, otra de las "islas perfumadas", que se negó a hacer parte de Comoros y hasta hoy permanece bajo tutelaje francés.
Tras el caos que siguió, un golpe de Estado instaló, en 1999, al coronel Azali Assoumani en el poder, y el gobierno militar consiguió en 2001 reunir a las dos islas rebeldes con su hermana mayor, Grande Comore.
Por el acuerdo de paz, sólo un hombre de Anjuan podría gobernar en 2006, y de aquel lugar el ulema-negociante fue el elegido.
"Estoy en contra del extremismo y el terrorismo; soy un teólogo y un pragmático", anuncia desde ya el presidente-ayatola, según CNSNews. En Comoros esperan que cumpla con la yihad que prometió.
