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Las fichas políticas para las elecciones presidenciales de 2014 en Colombia se siguen sacudiendo. Alianzas, rumores y peleas, todo augurando una carrera mediocre, con candidatos a medio hacer y un presidente que buscará reelegirse ante la falta de alternativas. Pero a pesar de lo que digan los escépticos, ir preparando el voto en blanco es una opción democráticamente válida.
Santos no ha sido un buen presidente (como jura Gabriel Silva Luján, la única persona realmente santista del país), y aunque tampoco ha sido el desastre que dicen los uribistas, no merece ser reelegido.
En primer lugar, porque desaprovechó un momento crucial de la historia del país para realizar reformas urgentes, y las que intentó mostraron ejecutorias mediocres.
En segundo lugar, su carácter blando nos mostró a un presidente obsesionado por las encuestas y que coquetea con el populismo. En efecto, en donde algunos veían actuar la cabeza de jugador de póker del presidente, muchos solo hemos visto indecisión y torpeza.
Pero las alternativas no son mejores.
El uribismo está preso de la indecisión respecto a sus precandidatos; el mismo expresidente Uribe, tan bueno escogiendo pupilos, parece excesivamente indeciso respecto a quién será el ungido del Centro Democrático. Mientras tanto, sus candidatos patalean entre gritos para llamar la atención y con anónimas campañas que no despegan.
La decepción también rodea a los que aseguraban que eran diferentes. Precisamente, el Polo nunca se recuperó del saqueo de los Moreno a Bogotá, mientras la disidencia de izquierda de Progresistas se comprometió con otra alcaldía fallida de un político que nunca debió administrar nada más grande que una oficina en el Congreso. Y los Verdes ahí… entre peleas de personas inocuas, que solo parecen el preludio de su pérdida de personería jurídica.
Quienes afirman que votar en blanco es botar el voto, confunden la democracia de un sistema de decisiones ciudadanas soberanas, con uno de elección de soberanos. El voto en blanco es más poderoso que el voto por un color, precisamente porque más que una balota, es un mensaje: "ninguno de estos candidatos se merece mi apoyo".
Unas semanas atrás defendía al "político aburrido" y escribía en esta columna que estaba "convencido del valor de la seriedad y la prudencia" para la política responsable. Lo sigo creyendo, pero la única foto de lo que será el tarjetón de 2014, que por ahora parece reunir estas características, es la que está en blanco.