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Los viejos problemas del Cauca se han recrudecido en las últimas semanas. La guerrilla responde con terrorismo y hostigamientos a la ofensiva del Ejército por cortar sus rutas de narcotráfico al Pacífico. Mientras tanto, los caucanos se debaten por conflictos viejos y abandonos recientes. El Estado colombiano, descuidado y chapucero históricamente, tiene enormes dificultades a la hora de retomar el control de un territorio y una población a los que nunca debió dejar solos.
El pasado martes 17 de julio unos mil indígenas cumplieron su amenaza de expulsar a los hombres del Ejército del cerro Las Torres, en el municipio caucano de Toribío. Las imágenes de soldados debatiéndose entre la agresión de los indígenas y su deber de proteger a las mismas personas que los agredían indignaron al país.
El hecho es todavía confuso y empieza a heder a infiltración guerrillera y a otros intereses oscuros. Pero más allá del tema político y penal, e incluso de las complejidades del conflicto en el Cauca, es importante revisar el papel de nuestros soldados en todo el episodio.
En efecto, algunas personas han salido a rasgarse las vestiduras proclamando la humillación de las Fuerzas Militares y el Estado colombiano. Entiendo que las imágenes producen rabia; la indignación de los colombianos es comprensible.
Sin embargo, es admiración lo que deberían despertarnos aquellos hombres que siguen las órdenes incluso en detrimento de su seguridad física y humillación personal. La disciplina y el temple fueron los responsables de la reacción de los soldados. Eso es valor, poder usar la fuerza y escoger no hacerlo.
Nuestro orgullo por nuestras Fuerzas Militares debe venir de su capacidad para manejar situaciones difíciles con el profesionalismo con el que se desempeñaron en el cerro Las Torres. Porque cualquier bandido puede hacer disparos, un verdadero soldado sabe de sus responsabilidades y compromisos. Sabe que su honor vale más que responder a la violencia de la misma manera.
Aquellos soldados y suboficiales golpeados y desalojados nos han ganado a los colombianos la más difícil de las batallas. Ellos solos han demostrado la justificación de la presencia del Estado en el Cauca. Con la institucionalidad pintada en el verde de su uniforme y los fusiles cuidadosamente asegurados, los soldados hicieron más por la legitimidad y el reconocimiento moral de las instituciones colombianas en esa región del país, que generaciones de politiqueros locales y nacionales, sus discursos y sus ruedas de prensa.