Hace algunas semanas, un conocido aplicó al proceso de practicantes de una importante empresa de la ciudad. La entrevista salió a la perfección y la representante de recursos humanos encargada de dirigirla le recomendó a mi conocido que realizara todos los trámites para vincularse a la empresa. A esa altura, todo parecía indicar que el puesto era suyo.
Sin embargo, algunos días después, mi conocido recibió la noticia de que el cargo al que creía lo vincularían había sido ocupado por la sobrina de un alto directivo de la empresa. Peor aún, según se enteró mi conocido, la persona por la que le habían quitado su oportunidad de trabajo no solo no encajaba con el perfil del puesto (una ingeniera escribiendo boletines de prensa) sino que había sido una estudiante tan descuidada en la universidad, que su tío tuvo que intervenir porque en ningún otro lugar la recibían como practicante con unas notas tan bajas.
La prestigiosa empresa se privó entonces de un excelente elemento en su departamento de comunicaciones y relaciones públicas y terminó con uno que, en el mejor de los casos, será bastante mediocre.
Pero la anterior es una historia que todos conocemos, si bien porque hemos protagonizado eventos similares, o porque hemos conocido de las docenas de casos que nos rodean a diario. Las 'roscas', favoritismos y 'palancas' son un fenómeno nacional, que no distinguen sector, estrato o nivel educativo.
Algunas personas ven en las 'roscas' una particularidad inofensiva y la justifican como la posibilidad o habilidad de tener 'contactos'. Aun así, el principal problema del favoritismo es que perpetúa un modelo de promoción de la mediocridad, en donde no es el mejor o el más capacitado el que gana algo, sino el que conocía a los jueces, el que tenía un familiar entre los que tomaban la decisión o al que le debían un favor los contratantes.
De esta forma, y como lo cuento en el caso al principio, las 'roscas' nos han privado de lo mejor de nuestra sociedad; hemos cambiado al más óptimo por el mejor conectado. Premiando en muchas ocasiones la mediocridad, aplastando los méritos de personas de todas las calidades en el camino.
Al igual que los demás males de nuestra sociedad, el favoritismo y las 'roscas' se presentan en el sector público, en la empresa privada, en la educación y, en general, en la vida diaria. Somos quienes a punta de compinchería e intercambio de favores violamos normas, ignoramos procedimientos y conseguimos beneficios privados en detrimento del bien público.
No estoy diciendo que la familia, o la afinidad personal no pueden jugar un papel importante en la toma de algunas decisiones. Pero los colombianos hemos llevado este fenómeno a un punto en donde ha logrado reemplazar efectivamente a la preparación y el buen juicio como criterios validos en un proceso competitivo. Y la igualdad de condiciones, respecto a la evaluación de las capacidades personales, es el principio básico de cualquier competición justa.
La meritocracia en todos los ámbitos de la sociedad nos garantiza no solo que los mejores ocuparán los puestos y lugares más importantes (beneficiando a empresas, organizaciones y gobiernos), sino que promoverá el esfuerzo y la reivindicación del trabajo duro y el compromiso personal como valores supremos.