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Eso de que "la voz del pueblo es la voz de Dios", según reza el adagio popular, no aplicó para Egipto. El presidente Hosni Mubarak, como si padeciera sordera, ignoró un clamor de 18 días y ratificó ayer, durante un discurso, que seguirá en la Presidencia hasta las elecciones de septiembre.
Mientras la multitud enardecida se agitaba en la plaza Tahrir al escuchar sus palabras, Mubarak aseguró que en sus tres décadas de mandato ha hecho todo por proteger al país, y que desde ya está transfiriendo poderes a su vicepresidente, Omar Suleimán, de acuerdo a lo establecido en la Constitución.
Siete meses le faltarían, entonces, a Mubarak para alejarse del poder. Esto, si el pueblo, las Fuerzas Militares y varios países del mundo lo permiten: ayer, por solo citar un ejemplo, el Ejército aseguró que está movilizándose para cuidar al país y "las aspiraciones del pueblo", afirmación que, entrelineas, podría disfrazar un golpe de Estado.
El problema es que Egipto aún no ha encontrado la llave que destrabe la crisis, pese a los intentos que ha hecho durante los últimos días, incluida la enmienda de seis artículos de la Constitución. Y mientras busca una llave que no sea su dimisión, el sistema productivo colapsa y los egipcios mueren: las protestas ya cobraron la vida de unas 300 personas.
Nour El Din Hussein, un joven egipcio que ha participado activamente de las manifestaciones, le contó a EL COLOMBIANO que las protestas seguirán, y con más fuerza desde la declaración de Mubarak, de querer permanecer en el poder hasta septiembre.
"Lo haremos pacíficamente, pero no dejaremos la protesta hasta que Mubarak se vaya", aseguró.
Hacia dónde va Egipto
Hasan Turk, profesor de relaciones internacionales de origen egipcio, explicó que hay que tener claro que los que iniciaron las marchas fueron los jóvenes, no los Hermanos Musulmanes, y que en segundo lugar, los que marchan en la calle están pidiendo que se abra un camino hacia la democracia.
Pero, explica, la democracia por la que lucha Egipto no es la misma democracia de Occidente. Según el docente, el modelo de Turquía es la mejor de las opciones.
"Turquía es un país con el 98 por ciento de población musulmana, también es un país laico y democrático, y también hay muchos cristianos, judíos que no tienen problema en practicar sus religiones. Un modelo ajustado a las necesidades del mundo árabe".