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Michel Dayana Orozco solo muestra sus dientes blancos y amontonados en su boca, en una grande y sincera sonrisa, cuando se le pregunta por su viaje a Francia.
Y su felicidad se hace más intensa al pasar por su memoria la estructura del museo de Louvre, el día en que estuvo parada frente a la Mona Lisa.
Esa misma noche supo de primera mano porque se le dice a París la ciudad luz. Ver la Torre Eiffel en todo su fulgor iluminando los restaurantes. Mientras que se genera una réplica temblorosa en el río Sena de lo que pasa alrededor, en la ciudad.
Para Juan Esteban Castaño y Valeria Lucía Algarín nada se compara a lo que sintieron cuando se montaron por primera vez en un avión. El vacío que se produce en el momento del despegue. Las casitas que se ven como hormigas desde miles de pies de altura. Iban rumbo a España, a la Universidad Complutense de Madrid.
En las historias hay varias coincidencias. Todos tres hacen parte del proyecto Nexo Miranda, de la Institución Educativa Francisco Miranda. Los tres viven en Moravia y los tres tienen una profunda admiración por su profe.
Fernando Palacios Callejas tiene unas rastas que llaman la atención de lejos. Graduado de la Universidad Luis Amigó. Con ascendencia de las tierras por donde el río San Juan pasa furioso en invierno, el Chocó. Director del proyecto Nexo Miranda. El profe.
Pincel en mano
Todo empezó con una clase sencilla para los alumnos de segundo de primaria, hace diez años. Había que hacer un dibujo, de lo que quisieran, de sus vidas. Fernando se conmueve cuando cuenta la historia, sobre todo por el resultado. Matanzas, maltrato intrafamiliar, violaciones.
"Cuando la violencia ronda a los niños y niñas, hagamos que el arte ronde sus vidas", fue lo que pensó Fernando.
"En ese momento me dije que había que cambiar los imaginarios en los niños". Así que el profesor montó un proyecto, en el que a través de la lectura los niños exploraran nuevos mundos, nuevas posibilidades. Las cuales han sido plasmadas en pinturas.
Juan Felipe, promotor cultural y profesor de brake dance en el Centro Cultural de Moravia, recuerda cuando pasaban "los muchachos" por las angostas calles del barrio citando a todos los adolescentes a una "reunioncita" en El Morro. Tenía que ser de noche, el motivo: "la seguridad del barrio".
De eso, dice, solo queda el recuerdo. Mientras camina por la evidencia del cambio. Por los pasillo del Centro Cultural solo hay arte. En una pared pinturas. En la otra fotografías. Desde el techo caen pendones. De un rincón llega el sonido de un redoblante.
Gran parte del cambio, dice Fernando, viene de la Institución Educativa, pues ya son cientos de niños los que han visto, por medio del arte, que la vida puede ser diferente. "Las clases son transversalizadas por este proyecto, desde que entramos hasta que salimos".
No solo Michel, Juan Esteban y Valeria, han ido a Europa para exponer sus obras y para aprender con profesores de la Universidad Complutense de Madrid. Son decenas trece más.
Pero Fernando dice que ese no es el objetivo. El sueño, y lo dice él con una sensibilidad que convence, es que ellos tengan otra mirada del vida.
El profe quiere olvidar y que ellos olviden las historias que plasmaron en unos dibujos de una clase cualquiera en segundo de primaria.