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PARA ATRÁS COMO EL CANGREJO

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11 de diciembre de 2012
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Honroso que la directora del Fondo Monetario Internacional elogie el manejo de la economía colombiana. Plausible que la Unión Europea apruebe el TLC con Colombia. Pero repudiable que el mismo día que el país celebraba en las instalaciones del Congreso el foro para conmemorar el Día mundial contra la corrupción, se conocía el informe de la organización Transparencia Internacional, que nos deja con la práctica de la moral pública por el suelo.

Según este instituto, Colombia obtuvo un puntaje de 36 sobre 100 en la escala de niveles de corrupción. A menor cifra, mayor impudicia moral. A mayores, más honradez.

Mientras naciones como Dinamarca, Finlandia, Nueva Zelanda están por encima de 90 puntos y Canadá, Estados Unidos, Chile, Uruguay, superan los 70, Colombia a duras penas llega a 36. Estamos por debajo de Brasil, El Salvador, Perú. Nos conformamos, en tan deplorable ranquin, en acompañar en la desvergüenza a Argentina, a Bolivia, a México. Para consuelo nos superan en esos índices de percepción de corrupción, Ecuador, Nicaragua y Venezuela, países regidos por autócratas y populistas que no han logrado encontrar en el socialismo siglo XXI de Chávez, la senda de la honradez y el decoro.

Ha sido tan estéril la lucha contra esta plaga que ni siquiera con el pomposo Estatuto Anticorrupción, sancionado el año pasado por el presidente Santos, hemos encontrado los mecanismos para "promover la prevención del delito" y menos para sancionar ejemplarmente los actos de corrupción que se generan particularmente en la gestión pública. Y menos aun reducirla a sus "justas proporciones", como aspiraba hacerlo un mandatario que no se distinguió propiamente por ser un cancerbero en la austeridad del gasto público.

Indudablemente la droga ha sido uno de los acicates para estimular la corrupción. Genera chorros de dinero para comprar conciencias y someter voluntades. El mismo presidente Santos habló del fracaso de los métodos de lucha hasta ahora utilizados para enfrentarla. Premios Nobel de Economía y de Paz piden repensar estrategias para combatir esos efectos nocivos. Su tráfico ha sido devastador en la conciencia de los colombianos.

El cáncer de la corrupción sigue vivo y coleando en el país. A todos los niveles. Difícilmente hay actividad que se escape de sus nefastas sombras y huellas. Pero los esfuerzos para erradicarla son muy débiles. Las leyes formuladas sirven de poco para malograrla, ya que el ingenio de los audaces siempre encuentra los esguinces para escurrirles el bulto a las normas.

Las inconsistencias en las campañas purificadoras hacen que hoy ya no ocupemos el deshonroso puesto 80 ante los países clasificados en la escala de la corrupción sino el vergonzoso puesto 94. Para atrás como el cangrejo.

P. D.: Merecido el reconocimiento que le hizo Portafolio a Nicanor Restrepo al declararlo "Empresario del año". Este ingeniero, estudioso de los fenómenos sociales del país, formó una escuela de gerentes idóneos que hoy presiden las principales compañías del Grupo Empresarial Antioqueño. Humanista y lector infatigable. Hombre culto de dialéctica brillante. Amigo y contertulio con pocos pares en el arte de manejar con sutil ironía, la palabra y los conceptos.

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