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HISTÓRICO
Percepciones desde la 13
  • Percepciones desde la 13 | Elbacé Restrepo.
    Percepciones desde la 13 | Elbacé Restrepo.
Elbacé Restrepo | Publicado

Casi a diario me siento un rato en un café al aire libre de mi barrio, San Javier, a ver pasar la vida. Y, a pesar de todo, la vida parece normal. Miro al suelo y no veo los ríos de sangre que dicen en los noticieros y confirmo que hacen más ruido las balas en la calle que los lápices en las escuelas. Sé que hay problemas, y graves, pero también sé que la mayoría de sus habitantes somos dignos, trabajadores y estudiantes, que vamos y venimos en paz por este territorio, sin merecer marcas que nos cierren las puertas de ninguna parte.

Me gusta mirar los paquetes de los que vuelven a casa. Adivino si llevan la leche, la carne o un mecato de panadería que confluya en un feliz reencuentro con los hijos. Me gusta sospechar que una sonrisa se debe a un ascenso laboral y que la tristeza de unos ojos opacos será muy pasajera.

Antes me gustaba imaginar las profesiones de la gente según su atuendo. O el desempeño escolar de los muchachos según el caminado. O la competencia de las señoras para hacer el mejor sancocho, según la talla (creo que les queda mejor a las gorditas). Pero en los últimos días me pregunto si el que pasó volado en una moto será uno de aquellos, o si el de la mafioneta será el cabecilla de la banda de delincuentes que nos pone la vida a cuadritos. O si el de la pinta extravagante será el que vacuna hasta el negocio más chiquito de la cuadra más perdida, mientras cinco policías, a tres metros, hacen un retén vehicular. O si alguno de los policías tiene cara de comprable.

Me gusta mirar a los escueleros que pasan con un cono en la mano, o con un bolis, dependiendo del poder adquisitivo del momento, y sentir que hay esperanza, que tienen sueños diferentes al enriquecimiento express y que están aprendiendo que pobreza no es igual a delincuencia, ni delincuencia es igual a riqueza. Que quieren ser médicos, bomberos, carpinteros o tal vez escritores. Soñar es gratis y todavía posible en una ciudad que nos divide por comunas.

En la 13 vivimos cerca de doscientas mil personas, entre Sisbén y estrato 4, por cuadras bonitas y feas, en casas ídem. Tenemos supermercados, centros de salud, parque biblioteca, colegios, iglesias y comercio para satisfacer antojos y necesidades. Si vamos al centro a comprar unos tenis es porque queremos dar un vueltón en Quinceañero, léase Metro, nuestro habitante más ilustre, junto con su hijo Metrocable. Y, decididamente, nos resistimos a dejarla rotular como "la comuna más peligrosa de Medellín". ¡Qué va! Todas forman una sola: se llama Medellín y es nuestra casa rodeada de montañas.

A propósito, hablando de sueños, alguna vez Sergio Esteban Vélez soñó con cambiar la cara de Colombia ante el mundo y lo está logrando: el Instituto Nacional de Periodismo Latinoamericano, con sede en Los Ángeles, acaba de otorgarle el Premio "José María Heredia" 2010, por su trayectoria en el periodismo cultural. Es columnista del periódico El Mundo , de Medellín, y aunque muchas veces pensamos diametralmente opuesto, si usara sombrero no dudaría en quitármelo para felicitarlo por su criterio, por sus convicciones que defiende a capa y espada, y por su afán de enaltecer nuestro país en la distancia. Desde esta Medellín, convulsionada pero nunca agonizante, lo aplaudo con fuerza. Jóvenes como él necesitamos más todos los días.

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