Una manera de enfocar las perspectivas del año que comienza es bajo el signo de la incertidumbre. El problema, que al principio se consideró circunscrito al sistema financiero norteamericano, ha adquirido las características de una crisis económica mundial. A lo largo del año 2008, los estimativos de crecimiento de las naciones industrializadas se han ido revisando a la baja. La pretensión inicial de algunos gobernantes latinoamericanos de que sus respectivos países se beneficiarían por haberse desacoplado de la economía norteamericana resultó ser ilusoria.
Todas las economías emergentes, sin excepción, están siendo afectadas por la recesión mundial. En la actualidad, el tema relevante es tratar de cuantificar el impacto del choque externo sobre la economía local. Ese ejercicio lleva implícito disponer de algún grado de certeza acerca de variables tales como la profundidad y la duración de la recesión en Estados Unidos, el comportamiento del sistema financiero internacional, los precios del petróleo y los flujos de comercio mundial.
Tal como lo demuestra la volatilidad reciente, la incertidumbre respecto a esas variables le imprime un carácter preliminar y tentativo a cualquier estimativo acerca del desempeño previsible de la economía colombiana en el año 2009. Conviene tener en cuenta que, además de los canales conocidos de transmisión de la turbulencia externa a la economía nacional, el comercial y el financiero, existe también un efecto de contagio sicológico cuya importancia no debe subestimarse.
La tasa de crecimiento esperada para este año oscila entre 1 y 3%. Habida cuenta de la severidad de la crisis externa, la cifra definitiva podría situarse en la parte inferior de ese rango. Las exportaciones colombianas equivalen a 20% del PIB. Una caída del orden de 5% en la demanda externa implicaría una reducción de 1% del PIB. El acceso al mercado internacional de capitales se ha hecho más costoso. Es poco probable que el país obtenga este año la aprobación del TLC con Estados Unidos o el grado de inversión para su deuda soberana.
La coyuntura externa, así como los factores de demanda, permiten prever una trayectoria descendente en el ritmo de inflación. La recesión mundial debería tener un efecto moderador sobre el nivel interno de precios, siempre y cuando la política comercial logre evitar distorsiones proteccionistas. En ausencia de choques de oferta por concepto de alimentos, y con un manejo económico coherente, es previsible una convergencia del ritmo de inflación hacia un nivel del orden de 5% anual.
El logro de esa meta tendría varios efectos positivos. Un menor ritmo de inflación contribuiría a aumentar el ingreso disponible de los hogares. La aceleración de la inflación durante el año 2008 tuvo un impacto negativo sobre la actividad comercial en rubros distintos a los alimentos, por la reducción resultante en el ingreso familiar disponible. Así pues, la moderación inflacionaria ayudaría a aumentar el crecimiento económico. La reducción en las expectativas inflacionarias también le daría margen al Banco de la República para adoptar una política monetaria tendiente a reducir las tasas de interés del sistema financiero.
Si bien la economía colombiana no es inmune a los choques externos, su vulnerabilidad es menor a la que existía en 1999. La base exportadora se ha diversificado, el sector financiero está saneado y la competitividad del sector empresarial ha aumentado. La tasa de cambio fluctuante y la política monetaria han actuado como factores de estabilización.
No obstante estos elementos atenuantes, el 2009 será un año difícil. El entorno internacional deja poco margen para errores económicos. El gobierno, las empresas y las familias tendrán que ajustar sus presupuestos para hacer frente a esa realidad.
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