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La prudencia en las decisiones que en muchas ocasiones toman los mandatarios nacionales, departamentales o municipales, brilla por su ausencia debido, en la mayoría de las veces, al afán de dejar su plasta para la posteridad, sin importar nada diferente a los réditos que para un futuro político le originen al fulano de turno.
Lo vemos con el túnel al oriente cercano, lo vimos con la doble calzada a Las Palmas, para no mencionar sino dos de las últimas embarradas que han originado traumas y dificultades financieras al departamento y molestias incalculables a los usuarios por suspensiones y cierres de la vía con los consabidos perjuicios para el comercio que se origina en sus alrededores.
Ahora tenemos el túnel suspendido y los contratistas frotándose las manos de satisfacción; ven muy cercana la posibilidad de incrementar su patrimonio con una buena demanda que les originará ganancias inesperadas y sustanciosas, por causa del afán de un mandatario que, con tal de ver su nombre en placas conmemorativas, decidió adelantar esa obra sin la certeza suficiente para evitar estos eventos catastróficos en cuanto a los temas ambientales y a los recursos de los antioqueños.
Puede ser visionaria y muy posiblemente necesaria para el desarrollo de los valles de San Nicolás y de Aburrá, pero estas decisiones deben tener la meditación y los análisis suficientes para que una vez tomadas no tengan tropiezos, más de este tipo que son de gestión y de cuidado.
Muy grave lo que está sucediendo con esta obra, y lo peor es que las pérdidas las capitalizaremos los antioqueños, puesto que muy difícilmente se repetirá contra quienes tomaron las decisiones equivocadas y dañinas.
El visionario sueña y el ejecutivo realiza esos sueños, pero con los pies en la tierra y cuando se unen estas dos facetas se logran progresos reales y benéficos para quienes se ven impactados por estas acciones.
Tristemente estos acontecimientos se ven con poca frecuencia debido al deseo inveterado de figuración de los animales políticos, inmediatistas y egocéntricos que infortunadamente son mayoría y hacen del progreso una utopía lejana y en muchas ocasiones inalcanzable.
Hay que pensar en grande para hacer obras en grande, pero los pensamientos en grande con mentes subdesarrolladas son un sartal de equivocaciones que originan problemas insolubles.
Ojalá desarrollemos el Oriente con visión futurista, con grandes fajas de reserva para vías rápidas, zonas verdes que purifiquen la contaminación del aire resultante del progreso, cuidando de las fuentes de agua y vida de forma que no atentemos contra la fauna y la flora autóctonas.
Postre: Qué miedo con Chávez otra vez metido en el patio trasero azuzando a los terroristas para que nos engañen con un proceso de conversaciones.
Y el Santo de aquí pensando en honores internacionales por sus gestiones en pro de la paz, o mejor, la calma chicha.