En materia de políticas públicas son muchos los retos que debe afrontar el país durante el año 2014. Por su significado respecto del desarrollo de la persona y de la comunidad como un todo, el primer gran desafío es el relacionado con la educación. Una sociedad sin educación de calidad está condenada a mantener altos niveles de violencia, de intolerancia y de exclusión. Son secuelas que se repiten a nivel interno y externo.
Desde el punto de vista interno, por cuanto la falta de educación y en especial los altos niveles de deserción que superan el 4%, generan desasosiego, resentimiento, apatía, desconfianza y un peligroso descenso en los índices de estima y realización personal.
En el ámbito externo, el fenómeno no es menos dramático. Aseguran quienes conocen el tema, que las diferencias entre los coeficientes de calidad, los promedios de cobertura y los porcentajes en la deserción escolar y universitaria, guardan relación directa con los niveles de desarrollo y progreso de las naciones.
Ante este panorama hay que preguntarse cuál es el rango de educación que presenta nuestro país, tanto en términos cuantitativos, es decir, de cobertura y deserción, como en los indicadores cualitativos que reflejan los niveles de formación, investigación e innovación.
Las cifras son preocupantes. Los resultados de las pruebas Pisa realizadas por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE, en 65 países, para medir los conocimientos de los jóvenes entre 15 y 16 años de edad en lenguaje, matemáticas y ciencias, ubicó a Colombia en el puesto 62, superando sólo tres países y descendiendo 10 puestos respecto a la misma prueba realizada en el 2006.
Pero el asunto no es menos desalentador cuando se trata de analizar los niveles de calidad de nuestras universidades. De acuerdo con los escalafones internacionales mostrados por el "Ranquin Web de Universidades", entre las primeras mil universidades del mundo, sólo figuran tres colombianas: La Universidad Nacional en el puesto 479, la Universidad de los Andes en el puesto 752 y la Universidad de Antioquia en el puesto 945. Es cierto que por encima de las nuestras hay pocas universidades latinoamericanas, la Universidad Autónoma de México en el puesto 70, la UNCAMP del Brasil en el 274, la Universidad de Chile en el 297 y la Universidad de Córdoba de Argentina en el puesto 431, pero ello no puede servir de excusa para afirmar que no es necesario efectuar una revisión profunda sobre la visión y misión de nuestras universidades, sus objetivos, sus competencias y sus niveles de respuesta en relación con las necesidades urbanas y rurales, en un mundo dominado por la tecnología y la globalización.
Se requiere que el Gobierno Nacional y las organizaciones públicas y privadas del sector, revisen las políticas y las normas existentes sobre contenidos y recursos, formación de docentes, niveles de acceso, sistemas de evaluación y causas de deserción, para que en la educación se realice a plenitud el concepto constitucional del estado social de derecho.
* Decano de la Escuela de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Pontificia Bolivariana. Expresidente del Consejo de Estado.
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