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HISTÓRICO
Seis noches para no dormir
  • Seis noches para no dormir | Germán Enciso, Colprensa - Bogotá | Así luce uno de los tres campamentos que alojan 3.000 campuseros. Aunque las carpas son para pasar la noche, en Campus Party se duerme poco.
    Seis noches para no dormir | Germán Enciso, Colprensa - Bogotá | Así luce uno de los tres campamentos que alojan 3.000 campuseros. Aunque las carpas son para pasar la noche, en Campus Party se duerme poco.
Catalina Montoya Piedrahíta | Publicado

Cualquiera que se someta a pasar las seis noches que se necesitan para vivir completo Campus Party sabe que se pasa frío y se duerme poco.

Los campamentos donde se alojan los denominados campuseros son jardines de carpas muy juntas, una para cada quien; heladas, como iglúes.

Por eso, a las 12:00 del día, cuando todo el mundo ya se levantó, cada una exhibe en el techo la toalla de su propietario, aunque es vox pópuli que no todos se bañan a diario.

"Hay que tapar el techo, es lo primero que le dicen a uno". Gustavo Alberto Tovar llegó de Cali. Acompaña a tres aprendices del Sena que llegaron a mostrar su trabajo.

El encuentro está lleno de gente que viene a retarse, retar a otros y aprender. Los pupilos de Gustavo desarrollan CPU que resistan gamers de raza pura, porque no cualquier computador les aguanta el ritmo. Estos muchachos, que estudian producción de videojuegos, desarrollan sistemas avanzados de ventilación y regulación de energía.

"Esto no para". Y no se apaga. Luces prendidas todo el tiempo, actividad dentro de las carpas. Gustavo sabía a lo que se sometía en la aventura, pero está contento. Mientras llegan los subsidios del Sena para los muchachos, además de instructor es padre. "Profe, présteme cinco; profe, présteme siete", le dicen. "Y yo no los dejo morir. Pero aquí los muchachos deberían traer menos ropa y más plata".

Detrás de la programación académica y los desafíos que les imponen a los asistentes la robótica, la astronomía, el desarrollo de software, se esconden pactos tácitos e intereses subconscientes.

Jéssica Chivatá, estudiante de Ingeniería Electrónica de la Universidad Distrital, no vino a dormir. Llegó a la carpa a las 5:00 a.m., se la pasó jugando Mario Cars y Counter Strike.

Su compañero, en cambio, se fue a dormir a las 2:00, después de bajar a la velocidad extraordinaria que permite Campus Party, 20 películas de cartelera.

A los campuseros los une la lógica del compartir. Ya está en pie toda una comunidad de transferencia de archivos, que exige como carné de ingreso material para subir y da licencia para toda clase de descargas.

Las carpas (este año las hicieron más chiquitas) son una excusa y un lugar de reposo, porque dormir es perder el tiempo cuando hay una semana para gozarse internet sin límite.

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