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Al padre Reynel Restrepo Idárraga lo estaba esperando la comunidad de Marmato el pasado 2 de septiembre. El grupo de pequeños mineros y cientos de familias contaba con su presencia para evaluar las jornadas de protesta que el sacerdote había liderado frente al interés de una multinacional minera de realizar la explotación a cielo abierto en el municipio.
Pero el párroco de esta jurisdicción de Caldas nunca llegó. En la tarde del primero de septiembre dos sujetos le quitaron la vida en una vía que comunica a Mistrató con Belén de Umbría (Risaralda). Restrepo Idárraga estaba de visita en una de las comunidades donde había prestado sus oficios y allí fue donde lo mataron, sin que hasta ahora se sepan los móviles del crimen y la identidad de los responsables.
El asesinato de este sacerdote hace parte de los 50 religiosos de la Iglesia Católica caídos en la última década en el país (ver mapa recuadro página 15A).
La mayoría de estos hechos están en la impunidad y, según el padre Darío Echeverri, coordinador del área de reconciliación de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR), "son lejanos los días en que llegarán a esclarecerse". El caso más representativo es el asesinato de monseñor Isaías Duarte Cancino, ocurrido el 16 de marzo de 2002 en Cali.
Ese día, monseñor Duarte ofició un matrimonio colectivo en el Distrito de Aguablanca. Al salir de la iglesia, dos sujetos le dispararon en la cabeza. En la historia de la violencia colombiana, Duarte Cancino es el sacerdote de mayor jerarquía asesinado.
Referentes humanitarios
Pero, ¿por qué pasa esto? Para las víctimas del conflicto armado, de la violencia común y el narcotráfico, el primer referente de ayuda y auxilio son el cura de su región, la monja o el obispo.
Esa misma labor, según el padre Echeverri, pone en condiciones vulnerables a los religiosos, quienes han rechazado siempre las acciones violentas de todos los grupos armados.
"En Colombia hay más Iglesia que Estado y ella se ha convertido en el primer referente humanitario de la gente, porque está mucho más cerca al dolor del pobre, de las víctimas y de los desplazados. Eso mismo pone a los ministros de la Iglesia en peligro porque los actores del conflicto ven a los religiosos como las personas que pueden denunciar y poner en peligro sus intereses", asegura Echeverri.
El caso de monseñor Duarte Cancino ejemplifica la situación ya que semanas antes de ser asesinado denunció la connivencia del narcotráfico con sectores políticos del Valle del Cauca y nueve años después del magnicidio no se sabe quiénes fueron los determinadores del homicidio.
"El estado de impunidad en el que quedan los asesinatos de los religiosos es una de las expresiones de que la justicia en Colombia es muy pobre", advierte Echeverri.
Cinco asesinatos en 2011
Con la muerte a tiros del párroco de Marmato van cinco sacerdotes asesinados en 2011. En Bogotá, el 27 de enero fueron hallados dentro de un auto los cadáveres de los sacerdotes Rafael Reátiga Rojas (de la Diócesis de Soacha) y Richard Armando Piffano Laguado (de la Diócesis de Fontibón). Según las autoridades, los padres iban a bordo de este vehículo con otra persona, quien les disparó y huyó.
En Rionegro (Antioquia), en la noche del 12 de febrero pasado, el sacerdote Luis Carlos Orozco Cardona fue baleado en el atrio de la iglesia principal. El 12 de mayo, Gustavo García, capellán de la Universidad Minuto de Dios de Bogotá fue atacado a cuchillo en la calle 26 de la capital por un hombre que le robó su celular y le quitó la vida.
En la última década, el año en que más ministros de la Iglesia Católica fueron asesinados fue el 2002, con 11 casos. De ellos, 7 sacerdotes, un obispo, un monseñor, una religiosa y un seminarista. El año con menos muertes violentas fue 2008, con un caso. Este fue el del sacerdote Jaime Ossa Toro, perpetrado el 13 de agosto en el barrio Calasanz de Medellín.
Entre 2001 y 2011, solo en Antioquia, mataron a 14 religiosos. Así se convirtió en el departamento de Colombia donde más se atentó contra la vida de los ministros de la Iglesia, según la estadísticas de la Conferencia Episcopal Colombiana (CEC).
Para el analista Alfredo Rangel, los sacerdotes católicos y los pastores de otras religiones viven en regiones de mucha conflictividad y han sido víctimas de los grupos armados en ese contexto turbulento. Ha sido una situación muy reiterada en regiones del país de tiempo atrás.
Si bien, como lo confirma la CEC, algunos casos no tienen que ver con el conflicto armado, muchos asesinatos sí tienen que ver con las denuncias de injusticias contra de la comunidad.