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Entre las aguas del periodismo y la política, en las cuales se mueve con habilidad, Juan Manuel Santos ha construido su vida.
Hoy, como Presidente de la República, repasa la situación de la prensa en Colombia y analiza la necesidad de combatir cualquier amenaza a la libertad de expresión.
Por sus venas corre sangre de periodista, pero hoy es Jefe de Estado ¿cómo analiza la situación de la prensa y de la libertad de expresión en Colombia a la luz de estas dos posiciones?
“Antes que presidente fui periodista, y por eso comparto esa frase del expresidente Betancur cuando dijo que “para la salud de la democracia es preferible una prensa desbordada que una prensa amordazada”. Y también recuerdo el caso de Thomas Jefferson quien, cuando introdujo la Primera Enmienda a la Constitución de Estados Unidos declaró que “sin una absoluta libertad de prensa no hay posibilidad de buen gobierno”. Sin embargo, después de ocupar la Presidencia, y sufrir los rigores de la crítica, Jefferson cambió de opinión y dijo que con absoluta libertad de prensa era imposible hacer un buen gobierno. A mí no me va a pasar lo mismo que a él, porque sigo y seguiré pensando que la libertad de expresión -y dentro de ella la libertad de prensa- es fundamental para el funcionamiento de una democracia real y que debe defenderse contra viento y marea. Nadie, absolutamente nadie, en mi gobierno, podrá tener una queja sobre restricciones a la libertad de prensa. Es más: ustedes mismos en EL COLOMBIANO, que han sido en muchas ocasiones críticos de las políticas y acciones del Gobierno, son el mejor ejemplo, porque podrán dar fe de que jamás se ha presentado una queja, una insinuación o un solo gesto de inconformidad”.
¿Qué afecta más a un Gobierno, un periodismo crítico con todo lo que haga o un periodismo complaciente con sus acciones?
“Los dos hacen igual daño porque todo el periodismo que no sea objetivo es dañino. Lo ideal es un periodismo crítico con fundamentos -no crítico de todo porque sí-, que también sepa apoyar o reconocer lo que sea digno de respaldo. He dicho que la prensa es como el perro guardián -en un buen sentido de la expresión- de la sociedad, que ladra cuando algo está mal, y esa labor es trascendental no sólo para la sociedad, sino también para los mismos gobernantes. En cuanto a una prensa complaciente, resulta tan mala como aquel amigo que siempre aprueba nuestras actuaciones y no se atreve a señalarnos los errores. Lo único que consigue es que los errores se perpetúen y presta muy flaco favor al Gobierno y al país”.
Al firmar la declaración de Chapultepec usted hizo un discurso en honor de los periodistas asesinados en Colombia, pero muchos de estos crímenes siguen en la impunidad. ¿Cómo está trabajando el Ejecutivo con la Fiscalía y los organismos de seguridad para acabar con esta situación o, al menos, para cambiarla un poco?
“En efecto, en noviembre del año pasado suscribí en nombre del país la Declaración de Chapultepec por la Libertad de Prensa y lo hice con toda la convicción, no sólo como presidente sino como demócrata. No se le olvide que, en los ochentas, fui vicepresidente de la Comisión para la Libertad de Prensa de la SIP. Los crímenes de periodistas, por fortuna, han bajado radicalmente pero ello no significa que dejen de preocuparnos aquellos que permanecen en la impunidad, como el de Orlando Sierra, que ya cumple 10 años desde su asesinato. Los casos están en manos de la Fiscalía o de los jueces, cuya autonomía respetamos, pero hemos hecho llamados para su agilización y, de parte del Gobierno, hay toda la disponibilidad de colaboración en lo que sea necesario. Hubo tiempos funestos en que se asesinaban a cerca de 15 periodistas en un año; durante el casi año y medio de mi gobierno, han sido asesinados dos periodistas. Una disminución radical, pero no debería haber ningún asesinato”.
¿Cuál ha sido el momento que usted calificaría como el más preocupante para la prensa y la libertad de expresión en Colombia, y que le haya tocado vivir más de cerca?
“Sin duda, los tiempos del narcoterrorismo en los ochentas, cuya siniestra actividad cegó la vida de periodistas tan importantes como don Guillermo Cano, director de El Espectador. En esa época, siendo yo subdirector de El Tiempo, se forjó una efectiva alianza entre los medios de comunicación para enfrentar, desde la prensa -y con las únicas armas de la opinión y las letras-, la amenaza de los carteles de la droga y hacer tomar conciencia a la sociedad sobre su peligro. Don Guillermo es un símbolo, pero no hay que olvidar a Diana Turbay, a Jorge Enrique Pulido, a Jaime Garzón, a Orlando Sierra, al mismo Álvaro Gómez, entre decenas de mártires de la democracia y la libertad en el país”.
Aunque han disminuido los asesinatos y los ataques físicos, los medios de comunicación y los periodistas todavía sufren acoso, presión o amenazas de delincuentes de diferente tipo e incluso de “personas bien”, y hasta de funcionarios del Estado. ¿Qué se hace desde la Presidencia para poner fin a situaciones como éstas?
“Creo que hoy nadie duda en el país que tenemos una prensa libre y profesional, con gran independencia. Cualquier presión indebida sobre ella -venga de donde venga- debe ser puesta de presente ante las autoridades. De parte del Gobierno, a través de la Unidad Nacional de Protección, estamos prestando protección creciente a los periodistas que lo necesitan, coordinando esta protección con las mismas agremiaciones de periodistas y medios. Hoy por hoy, estamos protegiendo a 211 periodistas con toda clase de medidas: desde carros con escoltas, hasta blindaje de residencias, chalecos antibalas, o extracción del país cuando es necesario”.
La presión de algunos empresarios y gremios también afecta a los medios ¿Ha tenido la oportunidad de hablarles a los dirigentes empresariales sobre esta tema y, en caso positivo, que sugerencias les ha hecho o les haría?
“Espero de verdad que esto no esté pasando pero, si es así, bienvenido el debate. Es un debate que deberían liderar los propios medios de comunicación, con algo de autocrítica también, porque son los mismos medios y los periodistas quienes deben buscar y defender cada vez más su independencia frente a los poderes económicos, incluyendo sus propios dueños”.
En muchas ocasiones se ha intentado introducir en Colombia normas que, de alguna manera, intentan restringir la libertad de prensa. ¿Además del artículo 20 de la Constitución, hacen falta más mecanismos legales para evitar la censura en Colombia?
“Me parece que el artículo 20, dentro de nuestra máxima norma jurídica, que es la Constitución, es suficientemente claro en la garantía de la libertad de expresión, de opinión y de fundar medios de comunicación, y en la afirmación categórica de que prohíbe la censura. Más que mecanismos legales, que los hay, lo que se requiere es mantener la voluntad política para hacerlos realidad y una sociedad civil y unos medios vigilantes de que estas libertades se respeten”.
Diferentes organizaciones están preocupadas por las recomendaciones que se hicieron en la OEA sobre el sistema interamericano de derechos humanos, en especial las relacionadas con la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión (RELE) ¿Cuál es la posición del Gobierno de Colombia frente a esas recomendaciones?
“Nuestro embajador ante la OEA, Luis Alfonso Hoyos, fue claro al afirmar en el Consejo de dicha entidad que Colombia apoya la libertad de prensa sin restricciones, e incluso citó la frase del expresidente Betancur a la que me referí antes. Estamos convencidos de que se debe preservar la autonomía e independencia de la CIDH y su Relatoría para la Libertad de Expresión y entendemos que las recomendaciones aprobadas por consenso apuntan más a un fortalecimiento del sistema que a una restricción de la libertad de prensa. Y valga aclarar que Colombia votó en el mismo sentido que países como Canadá y Estados Unidos, que nadie podrá acusar de estar en contra de la libertad de prensa, y que -además- lo que se aprobó difiere de la propuesta inicial de algunos países, que era más radical, a lo que Colombia se opuso con firmeza. Si el tema se llega a elevar a nivel de cancilleres o presidentes, defenderemos otra vez la existencia y labor de dicha relatoría sin ninguna vacilación”.
Los Gobierno de Ecuador y Venezuela han adelantado acciones que afectan a algunos medios y, en general, la libertad de expresión. ¿Ha tratado el tema con Rafael Correa y Hugo Chávez? ¿Qué les ha dicho?
“Sin duda tenemos diferencias de enfoque en esta materia. Por lo pronto, y por el bien de nuestras relaciones, hemos procurado centrar nuestro diálogo más en los puntos sobre los que podemos ponernos de acuerdo, que están circunscritos a las agendas bilaterales y los asuntos regionales”.
Propuestas de leyes como la Lleras en Colombia, la Sinde en España y la SOPA en Estados Unidos no solo han generado protestas de activistas de la web, sino que despiertan inquietud entre organizaciones de prensa, por la posible censura que pueda generar. ¿Sería partidario de bloquear páginas web para garantizar los derechos de autor?
“Creo que en este aspecto -y ese es un debate a nivel mundial- hay que buscar un justo equilibrio, y en eso estamos trabajando. Una característica esencial de la internet ha sido la libertad. Si hay alguna plataforma donde la gente pueda hablar y consultar sin restricciones, donde se haga realidad el concepto de la aldea global del que hablara McLuhan, esa es la internet, y esa libertad hay que defenderla. Pero también es necesario proteger, en su justa medida, los derechos de autor, que permiten retribuir a los creadores. Creo que es posible tomar medidas prudentes para defender los derechos de los autores, sin que de ninguna manera se caiga en la censura, que, además, está prohibida por la Constitución”.
Los periódicos dieron el gran salto a Internet y son protagonistas de las redes sociales. ¿Cree que sus días como impresos están contados y por qué?
“Desde que era periodista he venido oyendo esa profecía y lo único que veo son medios cada vez más prósperos, con más y mejores contenidos, que han sabido combinar la prensa impresa con las novedades y las plataformas digitales, y no le han tenido miedo a actualizarse. Miren no más el caso de EL COLOMBIANO, que está a la vanguardia en este tema y lanzó marcas tan importantes como Q’hubo, que se ha convertido en un referente nacional. Quien crea que la prensa impresa va a desaparecer pronto que venga a Colombia y mire la pujanza y buenas perspectivas de nuestros medios”.
A lo largo de sus cien años, EL COLOMBIANO ha sido el periódico antioqueño por excelencia. ¿Cuál es la imagen que tiene del diario y de su proyección regional y nacional?
“No es nada fácil para un periódico regional llegar al siglo de existencia, y eso demuestra su capacidad de innovación y adaptación, y la fidelidad que ha creado en sus lectores por varias generaciones. Para mí EL COLOMBIANO no sólo es el decano de la prensa regional en el país, sino un ejemplo constante de superación, de profesionalismo y seriedad. Y lo digo con convicción, a pesar del “palo” que he recibido en sus páginas. Hoy por hoy, nadie podría imaginar a Antioquia sin EL COLOMBIANO. Pero es más: su proyección hace mucho tiempo que superó las fronteras de Antioquia y tiene influencia, con sus artículos, editoriales y columnas, en toda la opinión nacional. De mi parte, he tenido la fortuna de ser amigo de muchos de sus gestores y periodistas, y no puedo sino desearles, con todo el afecto, un siglo más de éxitos y buenas noticias”.