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En los 40 metros cuadrados del apartamento viven con sus tres gatos, un perro y cantidad de felinos que parecen en una procesión sin fin.
Se los dejan, la llaman no sabe cómo, su esposo le trae algunos de las mangas cerca a la oficina. Todos los recibe, así sean gatas preñadas, con un solo fin: conseguirles un buen hogar, de lo que ella misma se encarga.
María Cecilia cursa sexto semestre de Veterinaria y es voluntaria en la Sociedad Protectora de Animales. Es una de esa cantidad invisible de jóvenes y adultos que dedica parte de su tiempo a mejorar la vida de los gatos.
Una ciudad donde por tradición el perro es el rey cambia de a poco. Por las ventajas de tener un gato como mascota en la agitada vida actual este se ha ganado el espacio.
"Sale más rápido (en adopción) que un perro", cuenta María Cecilia.
De eso está convencida Natalí Quintero Morales , médica veterinaria del Centro Veterinario Safari en Niquía. Aunque ayuda por igual a perros y gatos, es reconocida por lo que hace por estos.
Como muchos otros, lo hace por amor y una satisfacción, pues dinero de su parte es lo que debe poner.
Muchos gatos los dejan abandonados en la puerta del Centro. Otros se los llevan. Pide comida y arena, pero no es condición insuperable: ninguno es rechazado.
María Cecilia ha entregado en adopción casi 30 gatos desde el 1 de enero. Natalí entrega unos 10 al mes.
Sandra Escobar, voluntaria en la Fundación Esperanza Animal "y eterna amante de los gatos", recuerda cómo en diciembre en solo tres días entregaron 16 gatitos.
No solo porque son fáciles de manejar (se quedan solos en casa sin problema, no hay que sacarlos a pasear y son tiernos) sino porque de a poco se han vencido barreras y mitos sin razón.
A María Cecilia alguien le preguntó si era verdad que si se dormía con un gato, le sacaba el corazón. Natalí comenta que el gato negro aún despierta algunas reacciones.
Por incultura e ignorancia, muchos gatos son abandonados, tirados en cualquier sitio, así sean pequeños. O son agredidos.
Alejandra Hurtado es una joven que se conmueve por su estado y ayuda incluso a los que se encuentran en mal estado. Saca dinero de acá y allá o cuenta con la colaboración de un centro veterinario donde le cobran menos y saben que algún día pagará.
Los anuncios en Facebook que solicitan donaciones para costear un tratamiento veterinario son pan de cada día en el mundo de la adopción felina. Y los aportantes se hacen sentir.
El Grupo de Apoyo Nieves surgió de un gatito blanco, rociado con gasolina el año pasado, que pese al cuidado que se le dispensó y al aporte de muchos donantes por las redes sociales, no se salvó.
En su memoria se mantiene el trabajo en favor de los animales desprotegidos.
En Safari cada mes realizan jornadas de esterilización. Es casi a precio de costo, dice Natalí: en promedio se esterilizan unos 15 animales y 5 de la calle, otro aporte a la causa.
Juliana Calle, de VIPet, tiene otra estrategia. Aunque no son muchos los mininos que entrega en adopción, cuando alguien le lleva uno, se convierte en padrino para costear su mantenimiento mientras encuentra adoptante.
Para serlo, los requisitos son algo similares en los centros: esterilizarlo, llenar un formato de compromiso que, explica María Cecilia, sirve de marco legal, asistir a la entrevista, vacunarlo. Juliana, incluso, hace visita domiciliaria.
Natalí sugiere incluso, cuando no hay convencimiento pleno, recibirlo como hogar de paso. Nunca le han devuelto uno.
¿Cuándo llegó ese gato a mi casa? La cultura felina.