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Verdades de falda corta

Negar que en Medellín la explotación sexual es un negocio creciente, manejado por inescrupulosas redes, no nos hace bien. Como tampoco la exageración periodística de llamar burdel toda una ciudad.

  • Verdades de falda corta | ILUSTRACIÓN ESTEBAN PARÍS
    Verdades de falda corta | ILUSTRACIÓN ESTEBAN PARÍS
20 de septiembre de 2014
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Toda exageración empleada para dar cuenta de una realidad carga el riesgo de ser imprecisa, generalizante y vaga. Incluso, tiende a tornarse mentirosa. Decir que "Medellín es el burdel más grande del mundo", como acaba de hacerlo un periodista peruano en un medio inglés, es una ligereza. Lo es por elementales razones periodísticas: no prueba su hipótesis, que no tesis, con cifras justas, verificables y comparables.

Es igual, por ejemplo, que decir que él, nombrado periodista del año en Londres por algún gremio, es por ello el más grande periodista de aquella ciudad. Habría que verificarlo y sus reportajes, como este sobre Medellín y la prostitución, que no incluyen un sustento juicioso en documentos, cifras y testimonios diversos, con todas las caras del problema, distan mucho de ello. Esas son las generalizaciones engañosas a las que nos referimos.

Hacer esta crítica no nos aleja de aceptar una realidad lamentable: el negocio de la prostitución y sus redes, tan emparentadas con el crimen, está creciendo. Y en esa actividad se incluye la vergonzosa explotación de menores de edad que están siendo obligadas por las bandas delincuenciales, en los barrios populares, a servir a "clientes", muchos de ellos llegados a la ciudad como parte de un turismo sexual que se ofrece por cientos en páginas de internet.

Este diario ha investigado el asunto porque así aporta a su tratamiento adecuado y oportuno. No es el ánimo morboso sino el de la reflexión calificada y la solución eficaz de los problemas el que prima en una sociedad solidaria e inteligente.

Pero insistimos, una cosa es la realidad inobjetable de que esta actividad, tan antigua como la humanidad misma, esté impactando a nuestra juventud, incluso en estratos medios y altos, donde se le asocia con la vida del lujo y la extravagancia de la cultura emergente (la de las mafias de la droga), y otra cosa es caer en el despropósito de poner a la ciudad a la cabeza mundial de este negocio deshumanizante.

¿A qué horas este periodista y su reportaje comprobaron que Medellín, como cualquier otra ciudad de marca internacional, en crecimiento y en expansión turística, desplazó a Singapur, Cheb, Bangkok o Nueva Delhi en el oficio del sexo por dinero? En Delhi hay barrios enteros de la prostitución, las prostitutas tienen periódico y en su cultura familiar y comunitaria está aceptado que las jovencitas sobrevivan por esos medios.

No se trata aquí entonces de denigrar de otros pueblos y urbes, pero sí de dar ejemplos que derrumban la especulación con que este "reportaje" nos regala un título que, más que deshonroso, no está verificado.

Pero queda aquí servida una discusión inevitable para la Medellín que estamos construyendo: en el ámbito de la formación social y cultural hay que asistir a nuestros jóvenes para que transiten caminos menos deshumanizantes de explotación y empleo. La Alcaldía reporta que invierte $32 mil millones al año para atender el problema. Hay que reforzar las campañas también en el orden policivo y judicial para atacar especialmente a los proxenetas.

Al tiempo combatir en los estratos medios y altos, por ejemplo, esa práctica de las damas de compañía (a un paso de la "prostitución prepago"). Que padres, maestros e instituciones fomenten la idea de que Medellín y su gente no se venden al mejor postor. De que no son las ilusiones del dinero fácil las que rigen la nueva cultura ciudadana que estamos estimulando, con valores éticos.

La prostitución es un mal que acompaña los centros del turismo mundial. Busquemos que aquí sea el mal menor. Apelemos, por qué no, a que "Medellín y su gente no tienen precio", y que por eso hoy el mundo respeta y admira su belleza.
Contraposición

EL FENÓMENO ES REAL Y CRECIENTE Y, MÁS ALLÁ DE UN TITULAR, HAY QUE ABORDARLO

Por FERNANDO QUIJANO
Analista del conflicto urbano y director de la Corporación Corpades


Hay ejemplos de la prostitución creciente y en particular la de menores en Medellín: contigua al Parque de Bolívar, en pleno centro, hay una calle que llaman la de “Las Terneritas”. De igual manera, en comunas como la 8, a las jóvenes se les acerca a la cúpula de las bandas, se les explota sexualmente, y luego se les incorpora al crimen o se les desecha y ellas terminan metidas en la prostitución.


Es una exageración decir que “Medellín es el burdel más grande del mundo”. Hay casos más críticos como Rusia, Tailandia, México o Estados Unidos. Pero también es cierto que aquí hay turismo para extranjeros que incluye el paquete completo: drogas y sexo baratos con niñas o niños. Medellín no es el más grande burdel, pero sí uno de los más baratos.


Es cierto que el fenómeno está en crecimiento y debe ser atendido por la institucionalidad. Más allá del título hay que mirar el contenido de la publicación y dar una alerta temprana de lo que está ocurriendo en zonas como La Candelaria (centro de la ciudad) atestada hoy de supuestos salones de masajes.


En Envigado y El Poblado, además, hay dos casas que están sirviendo para esa explotación con todo a la mano. Y en el centro, las Convivir ya controlan buena parte de este negocio. Entonces, el problema es una realidad.

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