Parece ser una premonición: “Si muriera hoy, moriría feliz”, fue la frase que en medio del júbilo pronunció Caio Júnior, entrenador de Chapecoense, tras eliminar a San Lorenzo en la semifinal de la Copa Sudamericana, la noche del miércoles 23 de noviembre.
Siete días después esas palabras retumban en medio de la tragedia y el dolor que embarga al mundo del fútbol luego del siniestro del avión en el que el equipo se trasladaba a Medellín para jugar la primera final del torneo internacional ante Nacional, este miércoles.
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Caio Júnior tenía 51 años y un largo camino recorrido en el fútbol de su país. Tuvo el privilegio de dirigir a los equipos más tradicionales de Brasil: Palmeiras, Bahia, Flamengo, Botafogo, Gremio, Vitória y Criciúma. También tuvo bagaje internacional a la cabeza de clubes como Vissel Kobe de Japón; Al-Gharafa, de Qatar, y Al Jazira, ambos de Emiratos Árabes.
Llegó a Chapecoense en junio a hacer historia. A llevar a la élite del fútbol sudamericano a un equipo, humilde, de bajo perfil, que soñaba, cada vez que salía a la cancha, de ser grande. De hacer historia. Y sin duda la hicieron.
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Antes de viajar a Medellín, el entrenador había hecho un análisis de lo que sería la final ante el equipo paisa, una final que nunca se jugará.
“Nacional es favorito porque es el actual campeón de la Libertadores y va a disputar el Mundial de Clubes después de jugar contra nosotros”. Sin embargo, el entrenador brasileño se había declarado optimista sobre las posibilidades de sus jugadores para llevarse el título, “Ellos entienden muy bien lo que tienen que hacer”.
“En el torneo brasileño podemos ser como máximo octavos, por eso ahora estamos concentrados en el título de la Sudamericana, en entender al rival. Me voy a concentrar en eso”, sentenció.
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El sueño de ser campeón se truncó para Caio Júnior y para todos sus dirigidos, que desde hoy y para siempre serán una leyenda en el fútbol.