Incrustado en medio de una ladera de árboles, aves y flores en El Poblado existe un recinto cultural que es, ante todo, un testimonio de amor. Porque hasta 1972, el Museo El Castillo fue el hogar del conocido filántropo Diego Echavarría Misas, su hija Isolda y su esposa Benedikta Zur Nieden, quien hasta el día de su muerte lo llamó “el amor de su vida”.
Cada una de las habitaciones de este espacio, que son una suerte de encuentro entre las transformaciones del presente y los sueños del pasado, fueron testigos de la pasión de esta familia por la música y la cultura. Y, en ese amor por el arte, don Diego y Benedikta embellecieron el castillo para convertirlo en un centro cultural al alcance de todos.
De arquitectura gótica medieval e inspirado en los diseños de los castillos del Valle del Loira en Francia, el Museo El Castillo fue construido en 1930 bajo los diseños de la firma H.M Rodríguez. Desde entonces, ha sido un testimonio de las nostalgias de los años cincuenta, un reflejo de las tradiciones, extravagancias y el estilo de vida de la población antioqueña que impulsó, a mediados de siglo, el desarrollo industrial del departamento.
En la actualidad este centro es, quizás, el principal referente del barrio El Castillo de El Poblado. Martha Ligia Jaramillo Calle, directora del museo, es consciente de la riqueza de su fauna y su flora y lo define como “un oasis urbano en medio de un sector residencial”.
Y es que este barrio, enquistado entre la calle 9 Sur (mejor conocida como la Loma de Los Balsos) y la calle 16A Sur, se ha convertido en una zona de vocación residencial en la que predominan las urbanizaciones y los grandes edificios.
Jaramillo cuenta que fue el Museo el que le dio el nombre al barrio, puesto que los extensos terrenos en los que sobrevive El Castillo (unas ocho cuadras) eran, entre finales del siglo XIX y comienzos del XX, enormes fincas campestres que luego fueron vendidas para construir nuevas edificaciones. De hecho, la mayoría de los edificios que se erigieron en los antiguos terrenos de lo que hoy es el museo conservan el mismo nombre, casi como una herencia de su historia pasada.
Pedro Jaramillo, residente de Prados del Castillo, una de estas urbanizaciones, dice que una de las ventajas de este sector es que tiene todo lo que necesita a la mano, por tratarse de un punto que es estratégico para el comercio.
Cuenta también, que no todos llaman al barrio por su nombre. “Uno siempre dice ‘cerquita al Castillo’. Otros dicen que viven ‘por la Loma de Los Balsos’”.
La directora del Museo agrega que gran parte del éxito de El Castillo es la intimidad que transmite, su capacidad para seguir conectando con los visitantes.
“¿Qué es El Castillo? El testimonio de una memoria. ¿Por qué tiene tantos visitantes? Porque tiene una historia que contar y la gente se identifica con el Museo. Cuando la gente viene dice: ‘En la casa de mi abuelita había una cama igual’ o ‘mi tía tenía una porcelana parecida a esta, el comedor de mi casa era igual’”, concluye.
León Restrepo, historiador y docente de la Universidad Nacional, coincide con Martha Ligia al afirmar que en este barrio se replica lo que sucedió en otras zonas de El Poblado.
“Es el viejo concepto de un sector que terminó siendo, por la conexión entre Medellín y Envigado, una zona de las fincas de los sectores socieconómicos más elevados de la ciudad. Muchas de las viejas casas de fincas han dado origen, no solo a nombres de barrios, sino a nombres de urbanizaciones”, explica Restrepo.