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No había comenzado a caer la noche y ya las velas estaban encendidas. A las 6:00 p.m., el Parque de los Deseos, el lugar desde donde se observan las estrellas del Valle del Aburrá, pasó de ser una plaza tranquila a concentrar el llamado de miles de personas que reclamaban respeto por la vida de los líderes cuya voz apagó la violencia.
Los nombres de algunos de los asesinados, impresos en placas o escritos en papel, formaban un círculo que se completaba con flores. Dentro de él, cantadoras evocaban la memoria de los muertos y suplicaban con versos, la paz para estas montañas.
Ante las arengas, los asistentes respondían con cantos que corearon durante dos horas hasta que la concentración se disolvió de forma tranquila.
Así, Medellín hizo sentir su voz, en un departamento que ha perdido 43 de sus líderes, entre el 1 de enero de 2016 y el 30 de junio de 2018.
Juan Manuel Arango, un niño de 12 años, intentaba que el viento no apagara sus velas, mientras veía como su madre luchaba contra la indiferencia, en una movilización que se convirtió en un clamor por la vida