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Las historias empezaron a escucharse en diciembre del año pasado: que de los baúles de los taxis salían delincuentes que, en medio del viaje, atracaban a los pasajeros.
Daniela* fue una víctima. Entre el espaldar de la silla trasera y el baúl del taxi en el que viajaba un sábado, a las 2:00 a.m., salió un hombre con cuchillo. Ella se tiró del carro y, aunque terminó con las piernas lesionadas, evitó que el ladrón se saliera con las suyas.
En la Feria de las Flores, a Mariana* le pasó algo similar. Llevaba 15 minutos de viaje en un taxi cuando un hombre salió “de la nada”, la encañonó con una pistola y le quitó el celular, la billetera y un collar. El taxista no pronunció palabra y la hizo descender del carro dos cuadras después.
Andrés Tobón, secretario de Seguridad de Medellín, dijo que esta es una nueva modalidad delictiva en la ciudad.
“La Fiscalía y la Sijín ya investigan con base en tres denuncias. Hay otros casos, pero no tenemos denuncia. Atacamos esas estructuras dedicadas al hurto a personas y el robo de motos que siguen presentándose en la ciudad”, dijo.
El coronel Juan Carlos Rodríguez, comandante operativo de la Policía Metropolitana, aseguró que en Medellín la mayoría de hurtos se presentan bajo el “factor de oportunidad”: los delincuentes aprovechan descuidos del ciudadano y sin necesidad de armas, se llevan objetos de valor.
Según el Sistema de Información para la Seguridad y Convivencia de Medellín, Sisc, 20 % de 13.069 denuncias recibidas este año por robo en Medellín, se presentaron por descuido y un 6,5 % ocurrió bajo la modalidad de raponazo (se arrebata el objeto sin dar posibilidad de reacción).
El 50 % de las denuncias recibidas fueron por atraco callejero y, según Rodríguez, cada vez es más común encontrar armas de fogueo (falsas) en manos de los ladrones.
“Son armas similares a las reales, que para ellos son fáciles de conseguir. Los demás usan armas compradas en el mercado negro”, dijo.
La zona preferida por los delincuentes es el centro, con 34 % de atracos diarios. Laureles, El Poblado y Belén son, en su orden, otros sitios golpeados por el flagelo (ver gráfico).
La diferencia entre cada comuna es la modalidad delictiva. “En el Centro es común el atraco y el raponazo, pero en El Poblado y Laureles es el hurto desde motos, donde el ladrón se baja, toma el elemento y huye”, dijo Tobón.
Al hablar de hurto en Medellín, las autoridades coinciden en un nombre: “la Viña”. Esa estructura, surgida en Manrique, es la que más acude a esta renta criminal. “Los robos los ejecutan eslabones bajos de la cadena, pero termina involucrando a toda la banda: no solo se roban un rólex o un celular, sino que tienen quién comercialice esos elementos y, en el caso de los celulares, quién los lleve hasta Argentina, por ejemplo”, dijo Tobón.
El coronel Rodríguez manifestó que el hurto a personas es rentable y por eso se vuelve una alternativa para los grupos golpeados. “Ellos sacan entre $300 mil y $600 mil por un celular, o hasta más, entonces cuando reciben un golpe en una de sus ‘ollas’ o se interfiere con su extorsión, buscan el hurto como alternativa rápida de financiación”, apuntó.
Las autoridades tienen en la mira a alias “el Paraco”, “la Teta” y “el cerdo”, cabecillas de las bandas que más roban. Dos de ellos integran el cuerpo colegiado de “la Oficina” y por eso son buscados hoy.
La Policía insiste en la campaña de autocuidado y sugiere a los viajeros pedir los taxis por teléfono o vía aplicación móvil, en vez de tomarlo en la calle, además de informar las placas del vehículo a algún amigo.