Sea como un objetivo planeado o producto de la expansión sin control, los valles de Aburrá y San Nicolás están cada día más cerca. A través de las montañas, copadas ya hasta la cima por ranchos con techos de hojalata, se está taladrando un túnel de ocho kilómetros para conectar a Medellín y Rionegro; la ciudad ha crecido hasta tener a la vista el oriente.
Descontando la comuna 14-El Poblado, más de medio millón de personas habitan desde la parte media hasta la cumbre de la ladera oriental de Medellín. Según el Departamento Administrativo de Planeación las cifras pasan de 566.000 habitantes: 130.914 en la comuna 1-Popular, 160.378 en la comuna 3-Manrique, 138.045 en la comuna 8-Villa Hermosa y 137.049 en la comuna 9-Buenos Aires.
“Ese crecimiento hay que dividirlo en dos partes: el que se ha dado dentro de las normas, con aprobaciones, llevado a cabo por entidades promotoras de vivienda u otros, y el informal, o sea aquel que se da por invasiones o en terrenos no legalizados”, subraya el urbanista Luis Fernando Arbeláez, para quien esta segunda manera de la expansión se ha dado sobre todo hacia el nororiente como consecuencia del desplazamiento desde la ruralidad, buscando mejores oportunidades de vida o huir de la violencia.
“Hay problemas de Medellín que se tienen que resolver fuera de la ciudad, con oportunidades de desarrollo y estrategias no solo de seguridad sino de empleo y servicios públicos”, dicta Arbeláez.
El Jardín Circunvalar de Medellín, en el marco del Cinturón Verde Metropolitano, pretende controlar esa expansión con una apuesta por vivienda digna, segura y accesible, sostenibilidad, conectividad e inclusión.
El piloto del Jardín Circunvalar atraviesa el Cerro Pan de Azúcar. En la comuna 8-Villa Hermosa, con el de Llanaditas y Centroriental, se adelantan tres de los 14 planes maestros para todo el borde de la ciudad —seis de ellos para el oriente—.
“El componente social ha sido clave para lograr que la gente tenga conciencia real de por qué se tiene que proteger el territorio y evitar que continúe el crecimiento”, señala Paula Palacio, subgerente de Proyectos Especiales de la Empresa de Desarrollo Urbano.
El Centro de Estudios Urbanos y Ambientales (Urbam) de Eafit definió el año pasado, con referentes en esta zona, un modelo de intervención del borde urbano informal, que tiene como prioridad restablecer el equilibrio perdido entre lo rural y lo urbano.
Y es que en la parte alta de la ladera se encuentran las comunas 1, 3, 8 y 9 de Medellín, con el corregimiento Santa Elena, el campo, amenazado por la expansión de la ciudad.
También el verde de la naturaleza se propone como una barrera para contener el crecimiento. En esta zona de la ciudad, como áreas que es necesario proteger para la sostenibilidad de la vida, están los cerros Pan de Azúcar y La Asomadera, además de los parques Piedras Blancas y Arví.
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