Durante años, el deterioro, que nunca da tregua, amenazó con convertir la casa de la reserva natural La Romera en escombros. La finca que sobrevive en el punto más alto del municipio de Sabaneta, a 2.150 msnm, se estaba cayendo por el abandono, ahí, en medio de la arbolada y las aves e, incluso, entre los nacimientos de agua que surten siete acueductos veredales.
La casa de La Romera era una parcela tradicional ganadera, propiedad de una familia sabaneteña que subsistía de la producción lechera. Hasta la cima llegaba, cada día, un carro de doble tracción que descendía con las canecas metálicas cargadas de leche.
En 1995 la Administración Municipal adquirió la finca para propiedad de la localidad, pero solo hasta 2002 recibió algunos cuidados paliativos luego de la caída de una parte del techo en el corredor delantero.
Antes de finalizar el año, el Área Metropolitana y el municipio de Sabaneta optaron por recuperar este espacio, incrustado en uno de los corredores ecológicos más importantes del departamento. Aportaron $400 millones y realizaron una restauración que, conservando la arquitectura original de la casa, permitiera convertirla en aula ambiental.
Por eso el comedor y la sala de la casa se transformaron en un salón para la enseñanza, un lugar que sirviera como excusa para hablar de la preservación de las especies.
Los que antes eran dormitorios fueron acondicionados como salas auxiliares y la cocina es, ahora, un museo de la biodiversidad. Sembraron una ecohuerta y los pájaros, entre otros animales, reposan como murales en la fachada.
Lo cierto es que la antigua finca ganadera pudo haber sido cualquier otra cosa: desde un centro turístico hasta una microindustria particular. Pero eligieron un aula.
¿Para qué el aula ambiental?
Con 235 hectáreas, el Parque Ecológico La Romera es uno de los ecosistemas más importantes y estratégicos para Antioquia, que además conecta con municipios como Caldas, Envigado y El Retiro.
Es también el nacimiento de la quebrada La Doctora, uno de los principales afluentes del Municipio y el hogar de 130 especies de aves y varias de mamíferos.
Para Rafael Antonio Restrepo, secretario de Medio Ambiente de Sabaneta, a esta rica zona biológica de reserva le hacía falta “como un complemento” y, en ese sentido, ese engranaje faltante era un aula ambiental para la discusión de proyectos ciudadanos.
Allí tienen planeado realizar foros sobre el Sistema Local de Áreas Protegidas, capacitaciones sobre los planes de Ordenamiento Terrirorial y de Manejo de Cuencas Hidrográficas. Que sea un lugar, también, en donde pueda reunirse el Comité Interinstitucional de Educación ambiental.
Eugenio Prieto, director del Área Metropolitana, indica que lugares como la casa de La Romera son símbolos que deben protegerse.
“Este es el espacio para que los niños, jóvenes y familias vengan y conozcan de las especies de flora y fauna que alberga este territorio”.
Por supuesto, algunos temen que el fin real de un espacio dedicado a la biodiversidad se desdibuje. Adela Balaguera, integrante de la Mesa Ambiental de Sabaneta y habitante de la localidad, celebra la remodelación de la finca y la creación del aula, pero agrega que siente miedo de que la nueva casa se convierta en un acopio de turistas, que comiencen a llegar, por montones, los carros y las motocicletas. Dice que así será inevitable la contaminación y que acabarán con el avistamiento de aves. “Las aves no salen con carros, ni con motos”, recuerda.
Que no sea solo cemento
El aula ambiental no puede convertirse en un edificio vacío, no es solo un espacio físico que se instaló en el territorio y que no será habitado. Debe ser, en cambio, un lugar de interacción que, desde la educación, le permita a la población generar proyectos para atender los problemas del municipio.
Así lo expresa Dora Luz Delgado, magíster en Desarrollo Sustentable e integrante del Comité Técnico Interinstitucional de Educación Ambiental (Cidea) de Antioquia, quien añade que La Romera es un hito y que el potencial en biodiversidad que tiene Sabaneta debe permitir que la ciudadanía le apueste a la protección del territorio. Pero, para Delgado, el aula ambiental es también un símbolo del esfuerzo de muchos, un intento por valorar la historia recorrida. A veces lo ambiental lo relacionan con “lo verde”, comenta la investigadora, aunque eso no es lo único que habla de la necesidad de preservación.
Porque lo ambiental debe construirse, también, a través del diálogo ciudadano. Hay que aprender a nombrarlo en las conversaciones para que tome un sentido en la vida de las comunidades.