En una típica semana en el Centro de Medellín matan a dos personas y hieren a 18, se forman 16 riñas, atracan a 136 ciudadanos, asaltan 23 establecimientos, se roban 80 celulares y 14 motos. Todo eso, tan complejo de digerir a primera vista, sucede de lunes a domingo en el corazón de la ciudad que amamos.
Las cifras, que son el promedio de los hechos ocurridos este año (hasta el 13 de octubre), se derivan de datos aportados por la Sijín de la Policía y el Sistema de Información para la Seguridad y Convivencia (Sisc) de la Alcaldía. Y si cavamos más profundo, lejos de ser una fría estadística, observamos que en lo referente a La Candelaria (comuna 10 o el Centro) los números están ardiendo desde 2008.
En la última década esta comuna registró los índices más altos de homicidios, lesiones personales, riñas, extorsiones y hurtos a personas, de celulares, motos y locales (ver infografía). La conclusión es que el Centro es la zona más violenta de la capital paisa, por encima de lugares tan azotados por el crimen como San Javier y Aranjuez.
En estos diez años Medellín padeció 11.846 asesinatos (hasta el pasado octubre 18), de los cuales 1.482 fueron en La Candelaria, es decir, el 12,5%. ¿De dónde sale tanto muerto en el Centro?
De sangre caliente
Una queja común de la ciudadanía es que el Centro es tenebroso de noche. La percepción está respaldada por cifras, pues entre las 6:00 p.m. y la medianoche ocurrieron la mayoría de asesinatos: 37 de los 89 que van este año. Una verdadera lástima, pues hay gran variedad de actividades nocturnas en teatros, bares, restaurantes y parques.
En promedio alguien pierde la vida cada 72 horas y el indicador de homicidios tiende a crecer. Los barrios más afectados desde 2016 son Estación Villa (58 muertes), La Candelaria (57) y Villanueva (32).
El secretario de Seguridad de Medellín, Andrés Tobón, reconoce que este es un calvario de vieja data, pero que la institucionalidad no descansa para mitigarlo. “Priorizamos cuatro sitios emblemáticos, donde la comunidad tenía una percepción negativa de la seguridad, y en ellos hay una intervención especial: la Plaza Botero y los parques de Berrío, Bolívar y San Antonio”.
Las lesiones personales también generan preocupación: cada 9 horas hay un herido. Y a esto se suman las riñas, pues la Policía atiende dos diarias.
La comuna 10 concentra el 66% de los 3.800 limosneros que circulan en la ciudad, según la Secretaría de Inclusión Social. Sin embargo, contrario al pensamiento popular, los mendigos no son los principales causantes de la violencia en este lugar.
De 2016 hasta el presente acaecieron 290 homicidios en el Centro; de esos, solo 49 tuvieron como víctima a un pordiosero. Y si tomamos los 89 casos registrados en 2018, apenas ocho incidentes terminaron con la muerte de un habitante de calle.
Los problemas de convivencia son la segunda causa de homicidios en La Candelaria (27 hechos). La primera, con 37, está relacionada con uno de los flagelos más enquistados en la zona: los grupos de crimen organizado.
Todo por la plata
La presencia de la mafia en el Centro se da en dos escenarios: 1) con grupos de contrabando, piratería, tráfico de autopartes y lavado de activos a escala mayor, aleteando cual vampiros en las grandes superficies comerciales; 2) por medio de bandas que ejercen un control territorial en los barrios, dedicadas al microtráfico, extorsión, desplazamiento forzado, prostitución y vigilancia ilegal, entre otros delitos que les permitan lucrarse.
A este último escenario pertenecen 16 combos locales, llamados “convivires”, que actúan con el auspicio de bandas de otras comunas: “la Terraza”, “Caicedo” y “Picacho”.
El 22 de junio de 2017 fue sentenciado a 15 años de cárcel un cabecilla de las “convivir” que actúan en La Bayadera y Barrio Triste, al abrigo de “la Terraza”: John Arley Londoño Patiño (“la Pecosa”).
En el fallo, el Juzgado Segundo Penal Especializado del Circuito de Medellín recogió los testimonios de varias víctimas que describieron las canalladas de esa organización.
Una de las que más refleja el poder que tienen es la “vacuna” por el derecho al trabajo y uso de los puestos informales en la calle: a los mecánicos les cobran desde $3.000 hasta $15.000 semanales para dejarlos laborar; los coteros deben pagar $25.000; los vendedores informales de ropa, $10.000 a $200.000, según el tamaño de su chaza; los celadores de pito y bolillo, $100.000 mensuales.
“También son víctimas las personas dedicadas al hurto, incluida la modalidad de ‘escaperos’, y el expendio de estupefacientes, a quienes se les cobra desde $20.000 semanales por la utilización del espacio público, para permitirles desempeñar dicha actividad ilícita”, acota la sentencia. Ni las meretrices, ni los haladores de vehículos, se escapan de pagarle una cuota a “los convivires”, por temor a recibir una paliza o un tiquete al más allá.
La renta ilegal más lucrativa es el tráfico de estupefacientes. Fuentes policiales aseveran que el Centro contiene cerca de 120 plazas de vicio, de las 220 identificadas en el Valle de Aburrá. Las que tienen más movimiento se ubican en los sectores Niquitao, San Benito y la avenida De Greiff. En esta última delinque la “convivir del Bronx”, cuyo presunto cabecilla, Ómar Mazo Monsalve (“don Ómar”), fue detenido el pasado 29 de agosto.
La Fiscalía reveló que su grupo obtenía ganancias diarias aproximadas de $10 millones y mensuales de $1.000 millones, por la venta de droga.
Los negocios ilícitos que mueve el Centro son tan lucrativos que las bandas no dudan en apretar el gatillo para protegerlos. Un documento policial, conocido por este diario, relata que en el primer semestre del año se dio una brutal disputa entre las redes de microtráfico de “la Terraza”, lideradas por “el Mono”, y las de “Caicedo”, a cargo de “la Negra”. El pleito produjo ocho asesinatos en cercanías de la estación Prado del Metro.
Los combos actúan como parásitos de fenómenos sociales muy críticos, como la mendicidad y la prostitución; los adictos al licor, el juego y el vicio; y de desempleados y migrantes que llegan del campo o países vecinos, en busca del sustento diario. Muchos de ellos son instrumentalizados por las bandas.
La feria de los atracos
La robadera es otra de las pestes que carcome a la comuna 10. A diario le roban a 19 personas, de acuerdo con las cifras del Sisc; este año van 5.583 hechos denunciados.
Cada 60 minutos hurtan dos celulares en el área, muchos de los cuales se revenden en locales cercanos o son llevados a mercados transnacionales en Argentina y Ecuador. Datos oficiales arrojan que cada siete horas asaltan un establecimiento público y cada 11 horas se roban una moto.
Una de las bandas más especializadas en estos atracos es “los Cocuelos”. La mayoría de sus integrantes provienen de Urabá y suelen actuar en los parques de Berrío y San Antonio.
La extorsión, uno de los delitos más arraigados en la metrópoli, pero al mismo tiempo el menos denunciado, tiene su máxima expresión en La Candelaria, donde cada cuatro días se reporta un caso a las autoridades. La padecen los locales, trabajadores formales e informales, los buseros y “minuteros”.
Las pérdidas que genera esta situación son incalculables. Según el informe “Diagnóstico del Centro de Medellín” (2017), elaborado por Proantioquia, a diario circulan por allí 1’200.000 personas, 240.000 vehículos y el 76% de las rutas de buses.
La problemática perjudica a 19.911 empresas (el 27% de las inscritas en la ciudad), 200.000 estudiantes de 58 instituciones, 265.000 empleados formales y a los visitantes de algunos de los centros médicos más prestigiosos de la ciudad, como el hospital General y el San Vicente y las clínicas Prado y Soma.
“En los últimos años, el 10% de la estructura empresarial del Centro, o sea 2.000 empresas, se mudaron a otro lado”, dice Sergio Soto, director ejecutivo de Fenalco Antioquia, y agrega: “la inseguridad en la noche hace que muchos establecimientos comerciales cierren temprano, lo que afecta la generación de empleo”.
La Policía ha hecho un importante esfuerzo, capturando a 3.987 personas por diferentes delitos en esta comuna en 2018. La mayoría estaban involucradas en el tráfico de drogas (1.989) y hurtos (951).
No obstante, son tan grandes los problemas y están tan arraigados que, La Candelaria, el corazón de la capital antioqueña, sigue bombeando más sangre de la debida .