Ayer en la mañana fue revelada en el pueblo la primera lista oficial de personas fallecidas e identificadas. En total eran 19, pero la angustia se multiplicaba entre aquellos que caminaban de un lado a otro buscando a sus seres queridos. Fue el caso de Alba Benítez, quien perdió en la avalancha a su hermano Gildardo, la esposa de este, Leticia Rodríguez, y a Yuri y María Benítez, hijas de la pareja.
“Estamos haciendo fila para dar bien todos los datos de ellos”, dijo al ingresar a una oficina de la Alcaldía, donde atendían casos como el suyo. Al salir iría a la morgue a seguir indagando por la suerte de sus familiares o a la quebrada para ver si hallaban un nuevo cuerpo.
A Salgar han llegado apoyos de los grupos de bomberos y socorristas de las poblaciones vecinas del Suroeste y también de las administraciones.
Por alimentos no han sufrido los damnificados. A todos se les ha entregado mercados, kits para dormir, como cobijas, colchonetas y ropa. De la Dirección de Gestión de Riesgo de Bogotá han llegado ayudas y a la vez la solidaridad de los particulares y los residentes de Salgar también se dejó sentir.
“Nos han ayudado con todo, han estado muy pendientes y no nos podemos quejar”, expresó Luz Marina Vera, una señora de 70 años, que buscaba albergue. En la parte urbana están suspendidas las clases, las que se reanudarán cuando los servicios de agua y energía sean restablecidos plenamente. La situación afecta a unos dos mil estudiantes.
Aún no se sabe cuándo serán los sepelios, pues tampoco las autoridades se han referido a la extensión de las labores de rescate y búsqueda de los desaparecidos. Se sabe que habrá sepelio colectivo, pero no se conoce el día porque gran parte de los cadáveres trasladados a Medellín para una mejor identificación, y tampoco han aparecido todos los que, se supone, pueden estar sepultados en el lecho de la quebrada.
Con todos los apoyos posibles, desde la Alcaldía, la Gobernación y del nivel nacional, se ha tratado que la situación sea lo más penosa y dramática posible, “pero el dolor interno sigue siendo mucho”, expresó el padre Rubén Darío López, vicario de la parroquia local, para quien los afectados pueden ser cerca de dos mil personas.
En el templo las campanas permanecen en silencio, que será tan largo como la búsqueda o tan doloroso cuando empiecen a doblar para despedir a a los que nunca regresarán.
