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Más que las grandes obras de urbanismo de Medellín, que por referencias múltiples ya conocía, a Vicenc Villatoro i Lamolla, director cultural de la ciudad de Barcelona (España), le sorprendió cómo la población usa y se apropia de las nuevas infraestructuras.
“Ya tenía una visión previa de Medellín como un sitio donde se está pensando cambiar una realidad con un pasado muy fuerte y donde el riesgo de ruptura es muy grande, por eso no me sorprendió el qué, pero sí el cómo, la ambición de las cosas, no son reformas menores o solo estéticas sino grandes y de fondo”, comentó tras un recorrido por las escaleras eléctricas de la comuna 13, el metrocable de Occidente y el parque biblioteca Tomás Carrasquilla, ubicado en un punto estratégico que une a las comunas 5, 6 y 7 (Castilla, Doce de Octubre y Robledo), en el noroccidente.
Las escaleras, que aún sorprenden a tantos, en Barcelona las hay, pero cumplen una función turística y de recorrido cultural. En Medellín son parte de la solución a un problema de accesibilidad a un barrio de lomas y sin vías.
Y más incluso que la función de las escaleras, el uso, la apropiación que la gente hace de las mismas, fue lo que más admiración despertó en el escritor catalán.
“Acá veo una mediación, un acompañamiento estatal que es esencial para el cuidado y el uso”, comentó Villatoro. Se refirió a la labor de los gestores pedagógicos (15 en total) que guían a los visitantes y apoyan a los niños, adultos y la población con alguna discapacidad en la utilización de las mismas.
Los techos pintados, los muros con grafitis, los colores muy vivos de las casas, el buen estado de las estructuras y toda la inversión que se nota en el entorno, marcan para Villatoro la diferencia con estructuras similares de otros sitios. Las guías Evelyn Pabón y Kelly Ocampo, de las entrañas de la 13, le dieron una clase de lo que hacen, su función y el amor que sienten por su barrio y su ciudad.
“Un techo pintado es un monumento, y la monumentalidad da dignidad, inspira respeto, es algo más que estético”, expresó.
El día soleado, con el clima espléndido, se abrió para que Villatoro disfrutara el recorrido. En el cable de Occidente observó el contraste de las montañas verdes, exuberantes, con las casas humildes. Y sintió que la labor se hizo a la medida de las necesidades.
“Es impresionante también cómo en un espacio tan pequeño como una cabina, que daría claustrofobia, se puede tejer un lazo tan grande como el de hacer amigos”. Lo dijo tras sostener una charla informal con Claudia Sánchez, una habitante del sector que en un trayecto de cuatro minutos entregó parte de su historia y de su vida y compartió con él sonrisas y chistes.
“En otros metros y sistemas del mundo, es hasta invasión a la privacidad y ofensa mirar a los otros, acá es lo común y hace agradable el viaje”.
En la biblioteca Tomás Carrasquilla bastó su acento español para que Jorge Domínguez, gestor de fomento a la lectura y escritura, se abriera a sus inquietudes y le hiciera un recorrido por los espacios de esta obra, que a Villatoro le pareció “impresionante”.
Dijo que, “a diferencia de las de Barcelona, acá las bibliotecas no solo prestan libros sino que hay múltiples funciones: se ven jóvenes tocando la guitarra, niños jugando, adultos mayores, se cohesionan comunidades que tienen riesgos de ruptura, son como plazas con techo”, comentó.