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Urbanizaciones que cuidan sus bosques

Poco a poco el manejo ambiental cobra importancia en los conjuntos que protegen fauna y flora silvestres.

  • Castillo de la Castellana dispone de una zona de bosque con 800 ejemplares arbóreos. FOTO Róbinson Sáenz
    Castillo de la Castellana dispone de una zona de bosque con 800 ejemplares arbóreos. FOTO Róbinson Sáenz
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22 de noviembre de 2018
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A plena luz del día, hasta un jardín a pocos metros de las oficinas de la administración, llega una iguana de color verde oscuro con manchas negras a alimentarse de los arbustos. Como ya lo ha hecho durante meses, sabe que no será atacada y les presta poca atención a las personas alrededor, que en lugar de espantarse, la observan con curiosidad. Cuando termina de comer, gira su larga cola de casi un metro y vuelve hacia el bosque, que está detrás de las oficinas. Hay sonrisas.

La escena ocurre en la urbanización Castillo de la Castellana, en Belén, que hace más de un año trabaja la sostenibilidad ambiental, no solo los Planes de Gestión Integral de Manejo de Residuos sólidos -Pgir-, sino otros componentes, como el cuidado arbóreo y de la fauna silvestre, de la que también dispone de zarigüeyas, aves y ardillas, entre otras especies, que habitan tranquilas en sus zonas.

“Esta unidad cumplió 25 años y siempre ha tenido un bosque; aunque se ha cuidado, la gente no era consciente de su potencial. En 2017 empezamos a visualizarlo, a que los copropietarios lo rescataran y lo conocieran”, explica Angélica Peláez, administradora de la unidad.

Pero no solo ocurre allí. Se da en la unidad residencial Nebraska, de Robledo, donde hay una zona verde con árboles identificados y señalizados, dos quebradas y un corredor de titíes. También ocurre en el conjunto Residencial Suramericana, en el barrio El Dorado (Envigado), donde entre los más de 60 individuos arbóreos, vuela a sus anchas un búho, del cual casi todos los residentes han tomado fotos.

La administradora de la unidad, Martha Fernández, señala que el componente ambiental se trabaja allí desde 2016, con logros importantes como disponer de un equipo de diez personas que se dedican a labores de jardinería.

“Esta urbanización, de 244 apartamentos, tiene más de 30 años. La mayoría de habitantes son personas de la tercera edad que requieren un espacio tranquilo, con jardines y naturaleza”, señala Fernández.

Una compensación

¿Pero qué motiva a los conjuntos residenciales a ocuparse de temas ambientales más allá del manejo de los residuos sólidos, que es el componente básico al que las obliga la normatividad?

Hernán Álvarez López, director ejecutivo de Asurbe -Asociación de Propietarios, Arrendatarios y Administradores de Propiedad Horizontal de Colombia-, que en Medellín reúne a 104 administradores y cerca de 600 copropiedades con un promedio de 104 apartamentos por unidad, dice que es algo motivacional.

“El manejo de los residuos sólidos se empezó a trabajar a inicios de la década del 2000, pero la gente no iba más allá. Ahora se trabaja la sostenibilidad, porque los temas ambientales tienen componentes energéticos, hídricos y arbóreos, y las unidades residenciales son células sociales que tienen obligaciones, pues son grandes generadoras de contaminación”, advierte.

María del Pilar Restrepo, subdirectora Ambiental del Área Metropolitana (Amva), señala que las urbanizaciones están obligadas a solicitar permisos de aprovechamiento forestal, a no causar afectaciones a las fuentes hídricas y a velar porque no se ocupen los cauces de las quebradas.

“Además, deben hacer un manejo adecuado de los recursos ambientales; en temas como el ruido y los residuos sólidos tienen que acogerse a la norma, pero es bueno que vayan más allá de esas obligaciones”, señala.

Superar el estigma

El Amva tiene con Camacol -Cámara Colombiana de la Construcción- el pacto por la construcción sostenible, orientado a que los conjuntos implementen modelos de consumo de agua y energía eficientes, pero también fija lineamientos para manejo de los escombros y reducción de emisiones contaminantes durante la construcción.

En el proceso se han capacitado 50 ingenieros y arquitectos en diplomados sobre el tema, que resulta vital para un valle en el que el sector constructor genera 10.000 toneladas/día en escombros, consume 15.000 toneladas/día de materiales y emite 1’200.000 toneladas de CO2 al año en la fabricación de materiales.

Hernán Álvarez, de Asurbe, admite que las urbanizaciones sufren estigmatizaciones por parecer islas, porque al construirlas de pronto talan árboles y afectan ecosistemas, pero pueden empezar a cambiar ese señalamiento, compensar ambientalmente si algún daño se hizo al construirlas, “pues en todo caso no es culpa del propietario si el constructor afectó el medio ambiente”, advierte.

Asurbe adelanta el concurso “Gestión Ambiental en la Propiedad Horizontal”, que premiará los conjuntos que mejor trabajan el tema.

Más que el premio, es un llamado de atención para que se percaten de las responsabilidades y de todo lo que pueden hacer los conjuntos sin invertir más dinero y poniendo voluntad y creatividad.

Es como sembrar una semilla, que seguro dará buenos frutos.

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edificaciones de más de 5 pisos tenía Medellín en 2015, según estudio de Camacol.

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