La vereda Orejón, ubicó en el mapa de muchos colombianos al municipio de Briceño; las actividades con el proyecto piloto de desminado humanitario enfocaron la atención del Gobierno nacional y de la opinión pública, pues allí se cumple uno de los acuerdos bilaterales a los que se ha llegado en la mesa de negociación en La Habana.
Pero ¿cómo están la vereda Orejón, y sus zonas aledañas? ¿Los habitantes de esa área de Briceño están complacidos por lo que está ocurriendo?
EL COLOMBIANO hizo un recorrido exclusivo por algunas de las veredas y poblados aledaños a Orejón (Palmichal, Gurimán El Hoyo, Gurimán La Loma, Pueblo Nuevo y La Calera) y encontró un panorama poco alentador, donde la coca es la única alternativa de sustento de cientos de campesinos, que aunque por voluntad quieren producir legal, la obligación y falta de apoyo los llevan a lo ilegal.
Para llegar a Orejón, se debe transitar por un camino de arrieros, maltrecho por el paso de la chiva veredal, la volqueta de basura y las motos de los campesinos.
El trayecto entre Briceño y esta vereda donde adelantan el plan piloto de desminado humanitario el Ejército y guerrilleros de las Farc, demora poco más de dos horas en las que se debe bajar desde el tope de una montaña, cruzar el río El Pescado, que no cuenta con un puente (ver foto) y luego volver a subir hasta la cima de otro monte.
En el paisaje también se imponen las montañas del norte antioqueño, divididas por el río Cauca y los trabajos de Hidroituango, un gigante que represará 2.720 millones de metros cúbicos de agua provenientes del afluente —algo así como llenar 900.000 veces una piscina Olímpica—, lo que convierte este proyecto generador de energía en el más grande del país.
Al recorrer esos kilómetros, sobresalen extensos cultivos de pequeños arbustos de color verde, todos repletos de hoja de coca, los recién cultivados tienen un tono más brillante, los oscuros están listos para cosecha.
En la mitad de esos terrenos, se divisan casetas hechas de madera con un techo de plástico, en las que los campesinos que viven de lo que les da este cultivo, procesan las hojas. Los labriegos la llaman “caletas”, pero son pequeños laboratorios donde fabrican la pasta de coca.
La vereda El Palmichal está ubicada a una hora de Orejón, y es una de esas poblaciones donde prácticamente todos sus habitantes, incluidos los menores, se dedican a la producción de cultivos de uso ilícito.
Uno de esos labriegos es John Arley García Rojas. Tiene 24 años de edad y es el presidente de la Junta de Acción Comunal de la vereda El Palmichal. Tiene su propio cultivo. Para el, como para sus familiares y vecinos, lo ilícito es lo que le da sustento, y aunque siente que no está haciendo algo malo, sabe que el fruto de su trabajo lo negocia con las Farc, específicamente el frente 36, el cual refuerza sus finanzas con lo producido por los campesinos.
“Yo creo que no hay otro producto que reemplace la coca en lo económico, Vale la pena aclarar que siempre hemos tenido la voluntad de cambiarlo todo, si nos dan el apoyo de restitución, que por el momento no lo hay, nosotros mismos nos encargaríamos de arrancar las matas y sembrar otra cosa que termine siendo rentable y que cuente con un apoyo y soporte”, afirma John Arley.
Ubicado en una pendiente de la montaña a pocos metros de su vivienda campesina, John tiene sus matas, y sin ningún celo, accede a que el equipo periodístico de EL COLOMBIANO ingrese y recorra su cultivo, que fácilmente puede tener el mismo tamaño de una cancha profesional de fútbol. En ese sitio apareció Martín Osorio Oquendo, un vecino, quien llegaba con tres mulas, cada una cargada con cuatro bultos de hoja de coca.
“Yo tengo mi propio cultivo también, pero no tengo caleta para procesar lo recogido, entonces algunos amigos me prestan sus espacios para poder terminar el trabajo. Por ejemplo acá llevo unos dos milloncitos de pesos en producto, que me servirán de sustento para los próximos meses mientras vuelven a crecer mis matas”, dice Martín mientras se esfuerza para frenar las bestias, inquietas al sostener su propio peso y los 25 kilos de cada bulto en medio de la inclinada pendiente.
Maíz, yuca, frijol, plátano, café y hasta arroz se puede cultivar en Briceño, pero, dicen sus habitantes, no hay apoyo ni infraestructura para su producción, por eso otros líderes comunales de la zona coinciden en que lo que ocurre con el desminado en Orejón es muy positivo, pero que hasta el momento ningún beneficio se extiende a sus comunidades, a pesar, según ellos, de las promesas del Gobierno sobre las alternativas para sustituir los cultivos de coca.
Mario de Jesús Rodríguez es el presidente de la JAC de la vereda Gurimán El Hoyo, en su comunidad también abunda la mata denominada por las autoridades como ilegal, y al igual que sus otros colegas cree que la ausencia del estado es lo que falta para cambiar de semillas.
Dice que los que estaban con el café “no aguantaron el precio y cambiaron sus cultivos. Lo que pasa en el pueblo se sabe, pero las ayudas a los campesinos no se ven, dicen que lo que pasa en Orejón significa el comienzo del progreso para el municipio, pero mire que los cultivos productivos no llegan, no hay carreteras, por ejemplo a Orejón no hay acceso si se crece el río El Pescado”.