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La soledad del poder le toca la puerta a Juan Manuel Santos

En una semana dos de sus principales socios, el Partido Liberal y Cambio Radical, marcaron distancia del Gobierno, que se resiste a perder el control en la recta final.

  • Al presidente Juan Manuel Santos le quedan 10 meses de Gobierno. Tiene el reto de implementar el Acuerdo de Paz, pero el apoyo cada vez es menor. FOTO Esteban Vanegas
    Al presidente Juan Manuel Santos le quedan 10 meses de Gobierno. Tiene el reto de implementar el Acuerdo de Paz, pero el apoyo cada vez es menor. FOTO Esteban Vanegas
04 de octubre de 2017
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“Yo entrego gustoso hasta el último punto de la popularidad que me queda, a cambio de una sola de esas vidas salvadas”. Esta frase la pronunció el presiente Juan Manuel Santos, el pasado 20 de julio, durante la instalación de la última legislatura del actual Congreso de la República.

Parecía un presentimiento, o mejor, una certeza de lo que él, como exministro de tres gobiernos de diferentes partidos políticos, ya había testificado en las postrimerías de otros mandatos, excepto el que lo antecedió: baja popularidad, desgaste y soledad marcada por el poder.

Ese capital político que Santos ha dicho que era para gastar, tiene una consecuencia directa que sale a flote en el año preelectoral, y es que nadie quiere ser su candidato presidencial y, para ajustar, con el objetivo de tomar distancia, algunos que participaron en su Gobierno ahora le reclaman por descuidar la economía, la seguridad urbana, el campo, entre otros sectores.

En el mejor de los casos, sus más cercanos alfiles, los liberales -como lo planteó el expresidente César Gaviria- de Santos preservarán su esfuerzo por firmar la paz con los grupos armados ilegales, pero entrarán a organizar la casa en el resto de políticas y programas del Estado. Esto pese a los resultados que el mandatario ha mostrado en vías, vivienda, salud y medio ambiente, entre otros.

Cuatro estocadas políticas

Juan Carlos Ruiz, doctor en Ciencia Política de la U. de Oxford (Inglaterra), explicó que la soledad que empieza a vivir el presidente Santos es normal, porque los partidos no pactan con alguien que ya no les puede ofrecer mucho en términos de cargos en el alto gobierno.

Eso quedó claro la semana pasada. En solo dos días el presidente Santos recibió golpes provenientes de partidos pilares de la Unidad Nacional. Cambio Radical anunció que se apartaba de la votación de la reglamentación de la Justicia Especial para la Paz (JEP); mientras el nuevo director del Partido Liberal (PL), el expresidente Gaviria, cuestionó políticas y decisiones del Gobierno que él ayudó a reelegir en el 2014. El Partido Conservador, aunque no ha anunciado distanciamiento, ayer pidió la declaración de renta de los magistrados de la JEP, de lo contrario, no votará.

A esto se suma la presencia en la convención liberal de los dos senadores más influyentes de La U, Roy Barreras y Armando Benedetti, que tuvieron que resistir la cuenta de cobro de Gaviria a Santos. Entre los precandidatos liberales, ni siquiera Humberto de la Calle salió a defender la gestión global del Santos, entre otras cosas porque, como lo ha planteado, también piensa que hay mucho que mejorar.

En diálogo con EL COLOMBIANO, el exministro y precandidato Juan Fernando Cristo, dijo que, incluso, hay fallas en la implementación del Acuerdo, que él ayudó a refrendar en el Congreso, y propuso darle más participación a los mandatarios regionales.

Pero acá no para todo. Dos meses antes, otros dos hechos marcaron el destino solitario que empieza a surcar el presidente. Su pupilo más destacado, Juan Carlos Pinzón, llegó a la arena electoral con un discurso cercano al Centro Democrático. Al respecto Santos alcanzó a decir que “la política infortunadamente saca a relucir lo peor de la condición humana”.

A la postre, tras una cumbre con la bancada de su partido, La U, el mismo que él ayudó a crear para impulsar la reelección de Álvaro Uribe,por instrucción de Santos, se quedó sin candidato presidencial. Esto ha hecho que varios congresistas estén con Vargas Lleras y otros golpeando las puertas del Centro Democrático o el liberalismo, pues tiene ventajas electorales hacer campaña de la mano de un presidenciable.

En el Partido Conservador también hay una puja entre quienes quieren seguir apoyando al Gobierno y los que creen que la decisión más acertada es apartarse de manera oficial de la coalición.

Ahora que Santos nombró nuevo ministro de Agricultura, Juan Guillermo Zuluaga, cuota de La U, es probable que los ‘azules’, que esperaban ese nombramiento, también pasen cuenta de cobro en los proyectos relacionados con el Acuerdo.

Ayer, por ejemplo, el representante conservador Nicolás Albeiro Echeverri, durante la marcha de los textileros en Medellín, portó una camiseta que decía: “Gobierno indiferente”. Otros de sus colegas buscan acercarse al uribismo o Cambio Radical.

La conclusión la da Beatriz Franco, doctora en Ciencia Política de la U. de Heidelberg (Alemania) y docente de la U. del Rosario, quien precisó que no existen ni ideologías ni partidos, y que la indisciplina al interior de estos es un problema mundial propio de las democracias, incluso de las llamadas estables, como la de Alemania.

“Estamos a siete meses de las elecciones de Congreso. Empieza el termómetro electoral a medir la temperatura. Los partidos son colchas de retazos que se mueven al son del vaivén del viento que más les favorezca, no es de ahora, así fue también cuando Uribe gobernaba”.

Jaime Duarte, docente del área de Gobierno de la U. Externado, sostuvo que la soledad de los presidentes en su último año es grande porque ya están de “capa caída”, y mucho más cuando no hay reelección. Añadió que Santos se ha aguantado pequeñas oposiciones entre sus aliados, pero que ya es hora de que le de el poder a quienes todavía lo respaldan. “En ese momento se sabrá qué queda de la Unidad Nacional”.

¿Un desgaste normal?

Hace ocho años, por esta época, ya circulaba publicidad de los candidatos al Congreso con la imagen de Uribe detrás, y Andrés Felipe Arias y Juan Manuel Santos se disputaban el guiño del gobierno de la Seguridad Democrática.

Según Franco, en la historia reciente, con excepción del gobierno de Uribe, ningún presidente ha salido con amplia popularidad. “Santos cumplió su tarea, dejará su nombre en la historia, pero no deja de ser frustrante que, después de haber sido el centro del poder y las miradas durante siete años, ahora empiece a pasar su cuarto de hora”.

Cristian Rojas, jefe del Departamento de Ciencia Política de la U. de la Sabana, explicó que es entendible que, al final de un gobierno, y más después de dos períodos, el barco se esté hundiendo y todos quieran bajarse. “Uribe es una excepción difícil de repetir”.

Para Felipe Botero, doctor en Filosofía Política de la U. de Arizona (EE.UU.) y docente de la U. de los Andes, el desgaste es relativamente habitual, y esta es la segunda vez que el país tiene un presidente reelegido, lo que demuestra que eso es muy costoso.

“Las alianzas se desgastan, los apoyos se acaban y la voluntades políticas se transforman. En los últimos meses la coalición uribista se debilitó. Hubo críticas a los nombramientos en consulados para buscar apoyos y estalló el escándalo de Agro Ingreso Seguro. Los partidos también exigían cuotas y compromisos, lo que hoy llaman mermelada”.

En contraposición el senador José Obdulio Gaviria (CD), afirmó que Uribe terminó su segundo mandato con una aceptación popular del 80% y aunque los partidos no compartían lealmente su programa de Gobierno, votaban disciplinadamente porque no les convenía hacer oposición.

“En marzo de 2010, 67 senadores fueron elegidos bajo el manto de la popularidad de Uribe. No fue desde el congreso sino desde la Corte Suprema desde donde se le hizo oposición a Uribe. Magistrados como Ibáñez, Arrubla, Bustos y Ricaurte usaron sentencias para modificar la correlación de fuerzas. Eso debilitó la gobernabilidad”.

¿Por qué la impopularidad?

Entre los diversos aspectos específicos de la coyuntura que afectan al presidente, Botero aseveró que el principal tiene que ver con el Acuerdo de Paz, que fue más largo de lo que él esperaba, y eso ha implicado tratar de mantener una coalición. “Ese Acuerdo ha generado resistencia en sectores críticos, lo que ha debilitado más a Santos, quien tuvo que hacer componendas para sacarlo adelante”.

El aumento de los ataques cometidos por las disidencias de las Farc y el Eln, la poca claridad en el reporte de bienes de las Farc y el incremento del narcotráfico tampoco son indicadores que favorezcan.

Angélica Bernal, doctora en Filosofía de la Autónoma de Barcelona y docente de la U. Jorge Tadeo, manifestó que hay que recordar que es su segundo mandato y aunque logró algo histórico, como la firma del Acuerdo con las Farc, nunca supo comunicarlo y se dejó ganar la ventaja de las fuerzas opositoras.

Resaltó que su gobierno ha sido incapaz de hacerle frente a problemas monetarios y sociales. Además, que deja al país en crisis de la justicia, sin garantías plenas de derechos básicos como la salud y sin perspectivas reales de enfrentar la crisis de corrupción.

“Aun tiene poder”

El pasado lunes, cuando parecía que la reglamentación de la JEP se hundía, Santos se reunió con varios dirigentes políticos y logró destrabar ese proyecto de ley estatutaria en las comisiones conjuntas. “Habíamos advertido que aún, sin CR, teníamos las mayorías”, anotó Guillermo Rivera, ministro del Interior.

Esto, en palabras del senador Iván Cepeda (Polo Democrático), se debe a que Santos terminará su Gobierno con fuerzas políticas que lo acompañarán hasta el final y que terminarán de consolidar la paz con las Farc y con el Eln, y una parte del Clan del Golfo.

Según Botero, la maniobra del presidente para empujar la JEP puede funcionar para otros momentos críticos, pero el costo es alto, pues a diferencia de antes, cuando el apoyo era irrestricto, ahora cada proyecto que desarrolla la implementación requiere de una negociación adicional en la Casa de Nariño.

Para Nicolás Liendo, vicedecano de la Escuela de Política de la U. Sergio Arboleda, el gobierno aún no está solo, tiene mayoría en el Congreso y, pese a la salida de CR, la pueden sostener, porque aunque Santos tiene baja aprobación le quedan prebendas y cuotas.

“No es momento para las grandes reformas que el presidente quiere hacer, porque mantener esa mayoría va a costar cada vez más y será difícil lograr consenso alrededor de ellas. Estos últimos 10 meses deberían ser más para implementar cabalmente el Acuerdo y hacer pequeños cambios de la política económica y social. No da más”.

A todo esto se suma el factor campañas políticas. Congreso Visible y la Misión de Observación Electoral (MOE) han documentado cómo durante la última legislatura los congresistas están más preocupados por su reelección que por la agenda legislativa. El ausentismo aumentará tanto como los debates de control político, en detrimento del estudio y aprobación de leyes.

Con el realinderamiento de los partidos se consolidaría el fin anticipado de la Unidad Nacional e iniciaría la configuración de una coalición más reducida, pero mayoritaria, que impida que la gobernabilidad de Santos toque fondo.

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