<img height="1" width="1" style="display:none" src="https://www.facebook.com/tr?id=378526515676058&amp;ev=PageView&amp;noscript=1">
x
language COL arrow_drop_down

Operación Agamenón necesita cambios

La operación más grande contra las bandas cumplió un año con tareas pendientes. “Otoniel” sigue burlando la ley.

  • El emblema de Agamenón incluye escudos de seis direcciones que participan en la operación: Antinarcóticos, Inteligencia, Carabineros, Investigación Criminal, Seguridad Ciudadana y Tránsito. FOTOS CORTESÍA.
    El emblema de Agamenón incluye escudos de seis direcciones que participan en la operación: Antinarcóticos, Inteligencia, Carabineros, Investigación Criminal, Seguridad Ciudadana y Tránsito. FOTOS CORTESÍA.
14 de febrero de 2016
bookmark

Agamenón, la operación policial más grande de la historia en Colombia, ajustó un año sin lograr su principal objetivo: desmantelar a la banda “los Urabeños” y capturar a su máximo líder, Dairo Antonio Úsuga David, alias “Otoniel”.

Para las autoridades, sin embargo, el balance es exitoso, pues la organización narcoparamilitar más poderosa del país está arrinconada y cada día pierde más dinero, contactos y personal.

El plan comenzó a ejecutarse el 2 de febrero de 2015, destinando 1.200 hombres de la Institución para atacar los santuarios y rutas de la estructura en la subregión de Urabá, con alcance nacional. Lo lideraban cuatro generales de la Dirección Antinarcóticos (Dirán), Dirección de Investigación Criminal (Dijín), Dirección de Carabineros (Dicar) y Dirección de Inteligencia (Dipol), y el centro de mando se constituyó en la base antinarcóticos de Necoclí, Antioquia.

El respaldo incluía la más alta tecnología en comunicaciones y armamento, helicópteros y aviones plataforma, apoyo de agencias internacionales y un grueso músculo financiero patrocinado por los gobiernos de Colombia y E.U. Semejante despligue, según oficiales que participan en Agamenón, superó los recursos del Bloque de Búsqueda que persiguió al capo del cartel de Medellín, Pablo Escobar.

Por eso, en un principio se estimó que el proyecto duraría apenas tres meses, al cabo de los cuales “los Urabeños” (o Clan Úsuga o Autodefensas Gaitanistas) estarían derrotados. La realidad es otra.

Pese a la solicitud de este diario, el Ministerio de Defensa mantiene en reserva la cantidad de dinero que se ha invertido. No obstante, fuentes policiales, cuya identidad piden reservar, advierten que en promedio se gastan $150 millones diarios en rubros como alimentación, logística, vuelos de Black Hawk y avión fantasma, pago de recompensas, municiones, apoyo a la comunidad y otros. Eso implica que a la fecha la inversión es cercana a los $56.550 millones.

El dinero parece ser lo de menos, porque del éxito de Agamenón dependen muchas cosas. Una de ellas es la estabilidad del posconflicto, después de la eventual firma del Acuerdo Final en La Habana, pues las Farc exigieron como condición para desmovilizarse -y así lo aceptó el Gobierno- que el Estado incrementara la lucha contra el crimen organizado y eliminara los rezagos del paramilitarismo.

Ese será uno de los cuatro pilares del plan Paz Colombia, la estrategia que reemplazará al Plan Colombia, según el presidente Juan Manuel Santos. Su homólogo Barack Obama anunció que la partida inicial sería de US$450 millones, si el Congreso de su nación lo aprueba.

En la primera semana de febrero hubo una reunión de alto nivel entre delegados judiciales de E.U. y la Fiscalía colombiana. “El tema central fue priorizar esfuerzos operacionales y legales contra las bandas como el Clan Úsuga, tanto en Colombia como en E.U., para que el proceso de paz tenga éxito en un eventual escenario de posacuerdo”, informó la Embajada estadounidense en Bogotá, y añadió que desde 2011 ese país ha invertido US$4 millones en capacitación de fiscales y apoyo a la Dirección de Fiscalías contra el Crimen Organizado.

“Cuando me preguntan qué tienen que ver las bacrim (bandas criminales) con la seguridad en las calles de E.U., contesto que tienen todo que ver. Las bacrim envían cocaína a E.U., extorsionan, secuestran y asesinan, fomentando la violencia en ambos países”, dijo el embajador Kevin Whitaker.

Tiempo de ajustes

“Esa operación continúa y además se refuerza”, responde el general José Ángel Mendoza, director Antinarcóticos, al preguntarle qué pasó con Agamenón y por qué en el último mes mostró tan pocos resultados (ver la entrevista).

En compañía de los generales Jorge Nieto (subdirector General) y Ricardo Restrepo (director de Seguridad Ciudadana), Mendoza viajó a Urabá para diseñar la nueva estrategia de Agamenón versión 2016. Por ahora anuncia dos innovaciones: habrá un general designado especialmente para comandar la operación, Fabio López Cruz, quien viene de la Dirección Antisecuestro.

La otra es que el Ejército se integrará a las acciones.

Ariel Ávila, subdirector de la Fundación Paz y Reconciliación, cuenta que uno de los éxitos de Agamenón han sido los resultados operativos, en términos de incrementos en capturas e incautaciones, y que “el Estado entendió que pese a que Urabá no tenía un alto índice de homicidios, estaba bajo el influjo del crimen organizado”.

Critica el hecho de que aún no han caído los máximos cabecillas; que la influencia de “los Urabeños” a nivel político no ha mermado en la región, “y eso se vio en las elecciones de octubre”; y que falta mucho por hacer contra la corrupción institucional, que permite que “Otoniel” se mueva por zonas conocidas por las autoridades.

A juicio de Ávila, para mejorar la operación hay que depurar a la Fuerza Pública, eludiendo la corrupción que favorece a la banda, y enfocarse en las redes políticas y los empresarios que la patrocinan.

Jeremy McDermott, codirector de la Fundación Insight Crime, que investiga al crimen organizado en América, valora que Agamenón redujo la exportación de drogas desde el golfo de Urabá y el área de maniobra de la banda. “Las rutas se movieron hacia Chocó y el Pacífico, y eso ha provocado el rebrote de violencia en esas zonas entre ‘paras’ y guerrilla, por el control de ese corredor”.

Otro éxito, todavía parcial, es el componente de trabajo social de la operación, llevando ayudas a comunidades alejadas de Urabá donde no había llegado el Estado. “Pero persiste la desconfianza de la gente en los funcionarios, por eso todavía no ha sido algo determinante. Hay que mejorar la Inteligencia y seguir con lo social. Ellos no han podido romper los vínculos entre el crimen organizado y las comunidades, y esa es la clave del éxito de esta operación”, concluye McDermott.

640
presuntos integrantes de la banda han sido detenidos.
25
supuestos “urabeños” murieron en la operación.
20
toneladas de cocaína han sido incautadas al grupo.
150
armas de fuego le han incautado a la banda.
200
bienes presentados para extinción de dominio.
70
laboratorios de cocaína destruidos a ese grupo.

Te puede interesar

El empleo que busca está a un clic

Las más leídas

Te recomendamos

Utilidad para la vida

Regístrate al newsletter

PROCESANDO TU SOLICITUD