Si hay una mujer que ha levantado la voz contra los violentos, se ha echado al hombro el dolor de las víctimas, y ha padecido el conflicto armado en carne propia es Pastora Mira García.
Con sus manos ayudó a la búsqueda de desaparecidos, reclamó las ayudas para los afectados por el conflicto armado y tendió su mano para darle un apoyo a los desplazados. En la visita del papa Francisco a Colombia, estrechó la mano del Sumo Pontífice y narró cómo la violencia le arrebató a su padre y a su primer esposo, la desplazó de su pueblo San Carlos, Antioquia, le asesinó a un hijo y le desapareció a una hija.
Aún así, el discurso de su voz ronca que retumbó en la visita papal, también retumba en su pueblo: habla de perdón.
Sentada en el Centro de Acercamiento para la Reconciliación y la Reparación, Care, un lugar que en la época violenta sirvió de fortín paramilitar y ahora es un espacio para las víctimas, le dijo a EL COLOMBIANO que los afectados por el conflicto esperan más de los que les hicieron tanto daño con sus armas.
¿Qué ha sido lo más duro de trabajar por cerca de 18 años con las víctimas?
“Ha sido asistir al sepelio de las personas mayores sin poder entregarles sus hijos, sus esposos, sus hermanos que cayeron en la guerra o fueron desaparecidos. Es muy doloroso y sobre todo con toda la expectativa que nos generó la entrada en vigencia de la ley 975 en el 2005, para la desmovilización de las Auc. Hemos participado en las audiencias con ‘don Berna’ y le hemos pedido, le hemos mostrado las listas para que nos ayude a bajar ese deshonroso número y a encontrar los desaparecidos. El tiempo pasa y pasa y poco se baja de esa lista, eso es muy doloroso”.
¿Qué les falta a las víctimas para obtener una reparación integral y completa?
“Son versiones que las mismas circunstancias de quienes les ayudaron o patrocinaron el conflicto han obligado a acomodar, pero de la verdad, sobre todo de esa verdad profunda de las víctimas de desaparición, no tienen nada. Tengo un detenido que como no está por la ley 975 porque fue capturado después de la desmovilización y está en otra cárcel, que me envía cartas diciéndome que por favor le dejen contar con su presencia, que lo traigan que tiene información sobre esta fosa o la otra y que puede entregar y no pasa nada por parte del Gobierno”.
Desde su percepción como víctima y cómo líder, ¿ha servido el Acuerdo de paz?
“Bastante. Ha servido para las víctimas, para el país. Hoy se pregunta uno cuántas cosas sucedieron en Colombia que se quedaron como si nada porque había una cortina de humo que se llamaba actor armado, sea el que fuera, y tapaba la corrupción.
Súmele a esto cuántos fusiles que han dejado de ser accionados contra la humanidad. Nunca sabremos cuántas vidas se han salvado, pero sí cuántos territorios se han podido desminar, cuántos campesinos conservan sus pies gracias a que se ha podido avanzar en el desminado; la oportunidad de esas mamás de volver a tener a sus hijos, poderlos abrazar, es maravilloso. Por dónde lo mire lo encuentro muy positivo”.
¿Cómo ve la situación para los líderes sociales?
“Está muy delicada, toda vez que en algunos territorios mencionar que se es un líder es peligroso. Sin embargo sin ellos no se podría avanzar para ayudar a todos los que han padecido el conflicto”.
Aún con el riesgo, ¿usted volvería a tomar el camino para ayudar a las víctimas?
“Volvería a tomar este camino. Corregiría algunas cosas o algunas acciones que me llevaron a casos extremos. Haría otras con mayor diplomacia para no poner en peligro la vida de uno y la de otras personas que te siguen por que creen. Me volvería a poner los zapatos del servicio. A veces tuve impulsos que lo llevaban a uno casi al abismo por obtener cosas”.
¿Pero ese ímpetu la llevó a que las víctimas obtuvieran su dignificación, su reparación y parte de la verdad que tanto reclaman?
“Indudablemente. Por ejemplo a uno le preguntan ¿qué sintió cuando estuvo en el Senado proponiéndole a esa gente que hace la ley crear la ley de víctimas? Y yo respondo: sentí que era víctima y que ellos eran un poco de lechugas y había que echarles agua para refrescarlos y refrescarles la memoria. Por eso nunca temo cuando me dirijo al público que sea porque desde allá la lechuga nunca me hará nada y yo no le hará nada a la lechuga.