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¿La paz motivará de nuevo la creación de una constituyente?

Hace 25 años la Asamblea Nacional Constituyente, ciudadanía y Gobierno creyeron en la reconciliación, pero desavenencias con grupos armados postergaron ese anhelo.

  • El 13 de diciembre de 1990 se eligió una Asamblea Nacional Constituyente que tenía un mandato claro: abonar la base legal para la paz. Hoy esa motivación genera nuevas reformas. FOTO archivo
    El 13 de diciembre de 1990 se eligió una Asamblea Nacional Constituyente que tenía un mandato claro: abonar la base legal para la paz. Hoy esa motivación genera nuevas reformas. FOTO archivo
03 de julio de 2016
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Desde que se hicieron públicos los diálogos de paz en La Habana entre el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y las Farc, se empezó a colar en la agenda pública la palabra constituyente. Tanto la oposición política, representada por el Centro Democrático, como la guerrilla, hicieron público el interés de utilizar este mecanismo, que implicaría cambios parciales o totales de la Carta.

A medida que se han conocido avances desde Cuba y a raíz de las talanqueras que la Corte Constitucional le ha puesto a la reforma del equilibrio de poderes, desde diferentes escenarios se vislumbra la opción de la constituyente como solución al laberinto jurídico que implicaría reformar la justicia, el sistema político e implementar los acuerdos de paz. ¿Es esto viable? ¿O son más los riesgos?

Andrés Felipe Bernal, investigador de la Escuela de Política de la Universidad Sergio Arboleda, afirma que los acuerdos de La Habana están abordando temáticas fundamentales en torno a la participación política que no están contemplados en la actual Constitución y eso podría dar pie a pensar que la constituyente sería una salida adecuada.

“Esto lleva a plantear reformas a la Carta como la eliminación del umbral, el estatuto de la oposición, que a día de hoy no tiene desarrollo legal, y las circunscripciones especiales de paz, entre otros. Adicional, existen otros asuntos que aún merecen atención como la justicia, que a pesar de los múltiples intentos de reforma sigue intocable, la salud, la educación y el régimen de descentralización que parece inexistente. Claro, no estamos exentos del peligro que la constituyente sea diseñada por las mismas élites políticas para que sea tejida por ellos y para ellos, y los grandes debates que requieran una verdadera cirugía institucional, mantengan el principio básico del poder que es retenerlo”, precisa Bernal.

La excusa de la paz

En el ensayo ‘La Constituyente: un acuerdo político para la paz’ (2011), Héctor Alonso Moreno, del Instituto de Educación y Pedagogía de la Universidad de Cali, planteó que la Asamblea Nacional Constituyente de 1991 hizo una apuesta para la paz en medio de las vacilaciones de la guerrilla, el paramilitarismo, la masacre a líderes de la izquierda y la radicalización del narcotráfico.

Pero para algunos constitucionalistas como Andrés Úsuga, del Observatorio de Ética, Política y Sociedad de la Universidad Pontificia Bolivariana, si bien el texto no cumplió su objetivo, es preferible a los que impondrán desde La Habana, sin legitimidad.

“La paz es la excusa de hace 25 años para hacer reformas. No somos un Estado democrático (modificamos las reglas en favor de un gobierno como el umbral para un plebiscito), ni constitucional (la Constitución es destruida por quienes la crearon) y menos de Derecho, pues la seguridad jurídica es exótica para beneficiar el caos”, concluye Úsuga.

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