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Hasta la mañana de este domingo, cuando el presidente Santos, el alcalde Peñalosa y el general Jorge Nieto entraron al Consejo de Seguridad, no había ningún indicio claro sobre el autor del atentado en el centro comercial Andino, que dejó tres mujeres muertas y otras nueve personas heridas.
Para Rafael Piñeros, experto en terrorismo y docente de la Universidad Externado de Colombia, la falta de pistas se debe a que las motivaciones del ataque no son claras.
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“Por la forma en que se desarrolló el hecho -en un baño de mujeres de un centro comercial- es posible que el ataque quiera demostrar los baches en la seguridad del sector, o llamar la atención sobre un hecho en particular”, señala el analista.
Al igual que Santos y Peñalosa, que en la noche del sábado no se atrevieron a señalar o descartar ninguna hipótesis, Piñeros cree que es demasiado pronto para poner en la mira a algún actor armado en particular, pues primero “tiene que haber una labor de inteligencia y contrainteligencia por parte de las autoridades”.
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Sobre la mesa hay varias teorías que probablemente barajaron este domingo en el Consejo de Seguridad. En un país tan complejo como Colombia, que lleva más de cincuenta años en conflicto y es el principal productor de cocaína del mundo, el abanico de posibilidades es amplio.
Cuando el alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, confirmó el sábado por Twitter que la explosión del Andino fue un acto terrorista, los dedos apuntaron a la guerrilla del Eln.
Los insurgentes llevan varios meses en la mesa dialogando con el Gobierno, aunque sin muchos avances, y podrían querer demostrar que no son una guerrilla derrotada y que su capacidad militar merece toda la atención del caso.
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Además, no sería la primera vez que el Eln pone explosivos en Bogotá desde que iniciaron los diálogos. En febrero de este año, un petardo que explotó en el sector de La Macarena, cerca a la plaza de toros de la capital colombiana, dejó un policía muerto y 26 heridos, entre ellos dos civiles. Días después del incidente, el grupo guerrillero reconoció haber sido el autor del atentado.
Ayer sábado, sin embargo, los insurgentes aseguraron que no tenían nada que ver con el ataque del Andino. “El Eln repudia ataque en Centro Comercial Andino contra civiles. Compartimos el dolor y nos solidarizamos con las víctimas. (Pedimos) seriedad a quienes hacen acusaciones infundadas y temerarias”, dijo la guerrilla.
Aún así, en la rueda de prensa que Santos presidió cerca a la medianoche, el mandatario pidió no descartar ninguna hipótesis.
En agosto del año pasado, tres petardos explotaron casi de manera simultánea en las sedes de Cafesalud y Salud Total en Bogotá. Uno de los artefactos explosivos de bajo impacto fue abandonado en el baño de la EPS en el sur de la capital. No hubo heridos y los daños materiales fueron mínimos.
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El ataque fue reconocido por el Movimiento Revolucionario Popular (MRP), un grupo insurgente relativamente nuevo que tendría nexos con el Eln y las asociaciones extremistas de izquierda de la Universidad Nacional.
Para el profesor Piñeros esta es una hipótesis que no se puede descartar, aunque no le parece probable: “Usualmente los atentados en Bogotá, como el del club El Nogal (un carrobomba de las Farc dejó 36 muertos y 200 heridos), han sido perpetrados por los grandes grupos al margen de la ley. No sé hasta qué punto el MRP tenga la capacidad para realizar este tipo de actos”.
Según anunció Santos esta semana, el próximo martes empezará el proceso de dejación del último 40 % de las armas de las Farc, la reincorporación de los guerrilleros avanza en las zonas veredales y el Congreso ha dado el visto bueno a los proyectos de ley necesarios para la implementación del acuerdo.
“Sería muy torpe por parte de las Farc ponerse en esas”, dice el analista. De hecho, el mismo secretariado de la guerrilla más antigua del continente rechazó el atentado y culpó a los “enemigos de la paz”.
Como en todo proceso de paz, algunos frentes de las Farc decidieron no acogerse a los acuerdos y seguir delinquiendo. Es el caso de los frentes 64, en Nariño; 14, en Caquetá; 1 y 7, en Guaviare; 44, en Vaupés, el Acacio Medina y el Tulio Varón.
Casi todas esas disidencias operan en el sur del país, y concentran sus esfuerzos en las zonas rurales donde hay minería y narcotráfico.
Según explica Piñeros, para señalar a alguna disidencia de las Farc, las autoridades tendrían que demostrar primero que ese frente se quedó con un importante material bélico.
Además, “las disidencias buscan mantenerse al margen de la visibilidad. Usted no se sale de un proceso de paz para ponerse a hacer actos de terrorismo, porque va a llamar la atención de las autoridades”, argumenta el docente del Externado.
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No es necesario recordar que el momento que vive Colombia es histórico: en una semana, la guerrilla más antigua de América habrá entregado todas sus armas y dará el paso definitivo para convertirse en un movimiento político. Pero el acuerdo tiene sus detractores.
“Desde la extrema derecha podría haber intención de demostrar que esa entrega o ese proceso no necesariamente es cierto, sino que aún hay grupos, células, con capacidad de destrucción y de hacerle daño a la población”, explica el docente.
A principios de mayo la policía abatió a Uldar Cardona Rueda, alias “Pablito”, uno de los cabecillas más cercanos a la cúpula de la organización criminal “los Urabeños”, también conocidos como “Clan del Golfo” por las autoridades.
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“Pablito” estaba celebrando el cumpleaños de su hijo en Arboletes cuando llegó la fuerza pública, lo que desató la ira de la banda criminal más grande de Colombia, que emprendió una retaliación contra la policía o plan pistola.
La venganza de “los Urabeños” dejó un saldo de 10 uniformados muertos y más de 40 heridos, tras múltiples ataques con armas de fuego y granadas en ocho departamentos del país.
El 12 de mayo la policía capturó a Eduardo Ortiz Tuberquia, alias “El Indio”, uno de los presuntos responsables del plan pistola y quien supuestamente se encargaba de controlar las células urbanas de la organización criminal.
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En la audiencia de captura salieron a la luz varios audios de interceptaciones telefónicas que prendieron las alarmas de la policía.
“Mano, hable para que den duro a algo grande, sea en Medellín o Bogotá, no importa que sea político o de los verdes de alto nivel, para que sientan que no estamos pintados”, dice uno de “los Urabeños”.
Los criminales dirigidos por alias “Otoniel”, que se hacen llamar Autodefensas Gaitanistas de Colombia, pretenden que el Gobierno los reconozca como un grupo político alzado en armas, pero el Estado se niega a concederles ese estatus.
Así es que, entre la sed de venganza y las ganas de figurar, “los Urabeños” tienen razones de sobra para un atentado como el del Andino. Lo que no cuadra, según Piñeros, es el modus operandi.
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“Las acciones del ‘Clan del Golfo’ han estado concentradas en zonas periféricas, en las cuales no hay una fuerte presencia del Estado. Un atentado en un centro comercial sería un camino muy diferente a sus patrones de conductas, y usualmente las organizaciones colombianas no suelen cambiarlos. Además, yo creo que no tienen la infraestructura ni las redes urbanas para hacer ese tipo de ataques”.
Si un atentado como el del centro comercial Andino hubiera ocurrido en el centro de París, habría una hipótesis bastante clara sobre el posible autor del ataque: el Estado Islámico.
En Bogotá, en cambio, el terrorismo religioso no es una opción.
“En Colombia, este tipo de ataques obedecen a la lógica de un grupo que busca generar terror para influir en las decisiones políticas”, explica Piñeros. En los ochentas fueron los grupos narcoterroristas y en la década del 2000, las organizaciones guerrilleras.
Por esa misma razón está descartada la teoría del lobo solitario -el tipo que actúa solo y con el único ánimo de asesinar a personas desconocidas-. Además, por el tipo de explosivos, la cantidad y la ubicación del centro comercial, el ataque del Andino seguramente requirió de la logística de una organización criminal a la que no le tembló la mano para asesinar mujeres inocentes.