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Hay quienes van con el dicho aquel de que “al que madruga Dios le ayuda”, y se levantan con los pájaros. Esos, según la literatura científica, son parte del 10 por ciento de la población.
Otros aseguran que solo en las horas de la noche sus ideas fluyen y es el tiempo en el que se sienten más productivos. Estos hacen parte del 20 por ciento de los habitantes del planeta. El resto cae en un punto intermedio.
Si usted es de los que hace parte de este último grupo conocidos como lechuzas y tiende a quedarse despierto hasta altas horas de la noche o incluso la madrugada, podría estar en riesgo de morir más rápido, según un estudio de Northwestern Medicine y la Universidad de Surrey en el Reino Unido.
Investigaciones previas en este campo se han centrado en las tasas más altas de síndrome metabólico y enfermedad cardiovascular, pero este es el primero en observar el riesgo de mortalidad.
Las costumbres que mantenga como alondra madrugadora o búho noctámbulo lo clasifican en lo que los médicos han llamado un cronotipo (ver glosario).
“Es cierto que hay una tendencia genética a trasnochar o madrugar”, dice el doctor en neurociencias y profesor de la facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, Luis Guillermo Duque. También recuerda que “evolucionamos para dormir de noche y hay cambios en secreciones hormonales y funciones que solo se desarrollan durante el sueño nocturno”.
Para Kristen Knutson, líder del estudio, el problema puede ser que las personas que son noctámbulas tienen un reloj biológico que no coincide con su entorno externo. “No se les debería obligar a levantarse para un turno de 8:00 am. Haga que los turnos de trabajo coincidan con los cronotipos de los individuos: algunos pueden adaptarse mejor a las jornadas nocturnas”.
Duque, quien investiga sobre la relación salud y sueño, dice que aunque es posible darle bienestar a los trabajadores que tienen turnos nocturnos, por ejemplo, al poner a un guarda de seguridad en la noche por 15 días y no por ocho con el fin de darle tiempo a su cuerpo para adaptarse, cree que el problema persistirá: “Si bien el organismo se acostumbra, el riesgo se mantiene”.
Las pruebas
En la investigación publicada en la revista Chronobiology International se analizaron las muertes de medio millón de personas entre 38 y 73 años y hasta seis años y medio después de iniciar.
Los hallazgos se suman a una serie de investigaciones que sugiere que ser un ave nocturna podría ser negativo.
Muchos de estos efectos pueden ser atribuibles a una desalineación entre el reloj circadiano (ver glosario) y el momento socialmente impuesto del trabajo y otras actividades, según dicen los investigadores en la publicación.
Luego de ajustar por factores como edad, sexo, origen étnico, tabaquismo, índice de masa corporal y nivel socioeconómico, los investigadores encontraron que la probabilidad de muerte prematura era menor en las personas tipo alondra, con un riesgo que aumentaba entre cada tipo de reloj corporal a medida que se hacía más tarde.
Al comparar los cronotipos, las personas de costumbres nocturnas también tenían un 90 % más de probabilidades de tener trastornos psicológicos y un 30 % más de tener diabetes, además de ser más propensos a los trastornos gastrointestinales y neurológicos.
Knutson también aseguró que las personas que se despiertan tarde tienen más posibilidades de experimentar estrés psicológico, consumir drogas o alcohol y no hacer suficiente ejercicio o no dormir adecuadamente.
Se necesitan más estudios para determinar si los noctámbulos pueden ajustar sus ritmos circadianos para que se conviertan en personas de la mañana, dicen los especialistas.
Por ahora, si es de los que lucha en contra del reloj despertador luego de acostarse a media noche, tenga cuidado, no solo puede deteriorar su salud, también está poniendo su vida en riesgo. No sería ni búho ni alondra. Le alcanzaría para la vida de una mariposa