viernes
7 y 9
7 y 9
Hemos estado más bien engañados con La metamorfosis de Franz Kafka durante cien años.
Sí, con esta obra, una de las más leídas, que más ha dado material a los hermeneutas de la literatura que nadan felices en ese mar inagotable de símbolos, que más ha influenciado a los escritores y cautivado a los lectores en general.
Engañados, porque la traducción del titulo, Die Verwandlung, según expertos, debería ser La transformación. Porque si el autor hubiera querido decirlo como comúnmente lo conocemos, hubiera empleado la expresión Die metamorphose.
Valentina, una chica de undécimo grado de un colegio católico de Medellín, dice que su lectura la disfrutó muchísimo. Que es un libro “chévere” y “cortico” en el que uno no se aburre ni un segundo. Revela que cuando leyó el primer párrafo, tuvo que detenerse un momento: “sentía que yo me había convertido en cucaracha. Sentí asco, pero también entendí que me iba a conectar de una vez con el cuento”.
Ese primer párrafo es este:
Una mañana, tras un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se despertó convertido en un monstruoso insecto. Estaba echado de espaldas sobre un duro caparazón y, al alzar la cabeza, vio su vientre convexo y oscuro, surcado por curvadas callosidades, sobre el cual casi no se aguantaba la colcha, que estaba a punto de escurrirse hasta el suelo. Numerosas patas, penosamente delgadas en comparación al grosor normal de sus piernas, se agitaban sin concierto.
En octubre de 1915, La metamorfosis fue publicada en la revista Las hojas blancas, de Leipzig, Alemania. La primera edición en formato de libro fue en diciembre del mismo año, en la editorial alemana Kurt Wolff.
Cuando Kafka murió, después de varios años de padecer tuberculosis, en el sanatorio de Kierling, cerca de Praga, sus contemporáneos y vecinos creían que esa novela, y en general su obra, no iba a trascender las fronteras de la capital del Imperio Austrohúngaro. La única persona que tenía una fe mueve montañas en la creación de ese hombre enfermizo, que se fue a vivir a la literatura por lo menos desde 1912, era su editor Kurt Wolff. En el funeral, él se atrevió a decir que, para la literatura universal, vendría una era kafkiana.
Algunos interpretan La metamorfosis como un reflejo de la sociedad autoritaria, burocrática, que desdeña al diferente, y este termina por aislarse.
Otros, como la nostalgia del autor por la identidad judía de sus abuelos y la sensación de no encajar en la sociedad católica de Praga, a la que pertenecía su padre.
Tina de Alarcón, en el prólogo a la edición de Editorial Sol 90, dice: “Su increíble poder de sugestión procede, en gran medida, de la profunda identificación de Kafka con su personaje (...). Seis años antes, en Preparativos para una boda en el campo, Kafka había escrito: «Tengo al despertar, acostado en la cama, la forma de un gran escarabajo...»”.
La comentarista señala que en Kafka, la identificación con un insecto repugnante, dañino para todos, venía dictada por fuerzas inconscientes que escapan a los rigores del trabajo analítico.
“En la carta que escribió a su padre en 1919, expresaba dolorosamente su convicción de que este le consideraba un parásito. Si tenemos en cuenta su grave extrañamiento ante el mundo y los mencionados antecedentes, comprenderemos por qué la identificación con un insecto está lejos de ser un simple truco literario. Si lo fuera, no produciría el mismo efecto. La identificación con un mono”, como en Informe para una academia, “no produce, ni remotamente, el mismo efecto”.
Un conocedor del praguense y de su obra es el matemático Guillermo Sánchez Trujillo, autor del libro El enigma de los manuscritos. Desciframiento de El proceso de Franz Kafka, y de un ensayo sobre La metamorfosis, menciona: “La literatura de Kafka es laberíntica. Con muchas entradas y salidas”.
Guillermo Sánchez Trujillo habló hace unos días en el espacio radial los Anillos de Saturno, que conduce el escritor Óscar González Hernández, en la emisora de la Universidad de Medellín.
Ese día dijo también que La metamorfosis es una “parábola sobre el matrimonio”. Y hasta erotismo dice encontrar este kafkólogo en esta novela centenaria.
Y lo que es más contundente: “Gregorio Samsa es Raskólnikov, el personaje de Crimen y Castigo, de Dostoievski”.
A estas conclusiones no llegó el investigador sino después de más de treinta años de estudio. Cuando comenzó a leer la obra de Kafka, él pensó que esa literatura que parecía sin género, tenía que tener fuentes en alguna parte.
Siguió desenredando la madeja y encontró que toda la obra kafkiana podía encontrase en esa novela del escritor ruso, como si el praguense quisiera elevar a la segunda potencia las posibilidades de ese mundo interior.
Lo cierto es que La metamorfosis —y toda la obra de Franz Kafka—, ha ejercido influencias evidentes en la creación de Gabriel García Márquez, Jean-Paul Sartre, Albert Camus, Milan Kundera y Jorge Luis Borges, para no mencionar sino a unos cuantos.
“¡Qué historia extraordinariamente repugnante es la que acabo de dejar —le dijo Kafka a su novia, Felice Bauer, en una carta—, para recrearme ahora pensando en ti! (...) Ya ves, estas cosas proceden del mismo corazón en cuyo seno vives y que toleras como hogar”.