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“Todo viene de África y por eso mezcla perfecto”: entrevista con Chucho Valdés

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    rick swig

10 de septiembre de 2017
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Pocos músicos han logrado tanto respeto a ambos lados del Caribe como Chucho Valdés, heredero de una dinastía musical que lleva décadas marcando la cultura cubana —es hijo del legendario Bebo Valdés—. A este excelso pianista no se le niega ninguna puerta en el trópico, en los efervescentes templos del tambor, pero tampoco en las frías calles de Nueva York, donde el jazz suena refinado. La Fania intentó lo mismo en los setenta: abrirse un espacio en el mercado de música estadounidense, no conforme con su millonario éxito entre los latinos. Y fracasó.

No es fácil, pero Chucho sí lo logró. Desde que conformó Irakere en 1973, e incluso antes, logró captar la atención de los melómanos de todo el mundo y, sin importar su preferencia musical, hacia esa fusión perfecta de ritmos cubanos con jazz. En suma, música africana que le hace más fácil el trabajo, como explica entre risas y con una sencillez de hierro —a pesar de tener nueve premios Grammy—.

Chucho trae al Teatro Metropolitano de Medellín ese espíritu musical que sigue itinerante, el viernes 15 de septiembre, con motivo de la celebración del Medejazz 2017.

EL COLOMBIANO conversó con este gigante del Caribe.

¿Cómo fueron sus inicios?

“Viendo tocar a mi padre el piano, y después sentándome a tratar de hacer lo mismo a los tres años, la edad en que empecé a tocar, ni siquiera a jugar. Después me pusieron un profesor en la casa y entré al conservatorio. Fue mi padre quien me ayudó”.

De ver a su padre ¿qué canción recuerda, qué época y qué colaboración de él lo marcó?

“Con la Orquesta Tropicana como niño, cuando él trabajaba como pianista y subdirector de esa agrupación, que era de todas estrellas, y después con la Orquesta Ritmo Batanga, que él la formó cuando yo tenía como 10 años. Tras eso empecé a formar parte ya de la banda de Bebo, de la Orquesta Sabor de Cuba, con la que grabamos la música de Rolando Laserie, Fernando Álvarez, Celeste Mendoza. Yo tenía ya 15 años cuando empecé a ser el pianista de Bebo Valdés”.

¿Cómo fue trabajar con Laserie, tal vez la mayor voz del bolero? ¿En qué temas se oye su piano?

“Tuve la suerte de grabar mucho, porque Rolando era el cantante de la orquesta de Bebo. Entonces con él hice muchas apariciones en radio y TV, bailes. A Laserie lo conocí profundamente. Era tremendo cantante y una persona increíble.

Uno de los muchos temas que hice y que quedó como un clásico fue Sabor a mí, otro que se quedó pegado es Mentiras tuyas. Lo cogí en la época de oro, en su momento más grande. Igual que Fernando Álvarez, porque esos eran los cantantes de la banda, y Fernando estaba pegadísimo. Mi padre era el director y arreglista, y un día me dijo ‘vamos, el pianista ahora eres tú. Yo voy a dirigir y tú vas a aprender’”.

¿En qué momento empieza a coger su rumbo?

“En la década de los 60, aún yo estando con mi papá, estaba organizando mi primer trío de jazz, y yendo a las sesiones para poco a poco introducirme en el ambiente musical, porque yo no era ningún conocido, era un niño. Cuando me oyeron me fueron dando más espacio. En 1967, cuando nace la Orquesta Cubana de Música Moderna, yo había grabado cuatro discos ya: dos con el Combo de Chucho Valdés, y dos con un cantante muy bueno que ya falleció, que se llamaba Amado Borcela. Por entonces creo que ya logré unir los dos elementos, la rítmica cubana con algo de jazz. Mi primer disco se llama Jazz Nocturno. Ya ahí están los antecedentes del sonido de Irakere”.

Con la Orquesta Cubana de Música Moderna viaja a Polonia en 1970. ¿Qué importancia tuvo ese concierto en su vida?

“Ese concierto decidió mi vida y mi concepto... (calla brevemente). Yo estaba experimentando cosas, sobre todo con ritmos de los yoruba africanos, ligándolos con jazz. Y compuse una obra llamada Misa Negra, mi gran experimento en ese sentido. Tuve la oportunidad de estrenarla en ese festival, en el que estaban nada menos que Dave Brubeck y Gerry Mulligan, dos grandes estrellas norteamericanas.

Cuando terminamos el concierto, Brubeck me llamó a su camerino, y me dijo: ‘Esto que estás haciendo (se emociona, contiene el llanto), es un camino nuevo y diferente, que nadie ha hecho’. Y me puse a llorar. Me abrazó y me dijo ‘sigue por ese camino y nunca pares’. Eso para mí fue la señal de que estábamos haciendo un buen trabajo. Después Misa Negra, que la mantuve y la adapté, fue la obra cumbre de Irakere en el 79. Logró mi primer Grammy (risas)”.

¿Cómo se forma Irakere?

“Ya en el Combo de Chucho Valdés estaban parte de sus fundadores: Paquito D’Rivera, Carlos Emilio Morales, entre otros. Ese quinteto se mantuvo con la Orquesta Cubana de Música Moderna, y de ahí la base sigue para formar Irakere en 1973. Decidí añadirle metales, y en ese año grabamos el primer disco, Bacalao con pan”.

Precisamente le quería preguntar por la historia de ese tema, ¿por qué ese nombre?

“Cuando era niño, un señor pasaba por la calle con una canasta en la cabeza cantando ‘¡bacalao con pan!’. Era su pregón para vender pan con bacalao, y los trabajadores y albañiles que estaban haciendo cosas se acercaban a comprarle. Y en la grabación me acordé de ese sonido mientras discutíamos cómo le poníamos, porque era un instrumental. ¡Coño! ¿Oye y bacalao con pan qué? ¡Bien! Así quedó”.

Se me estaba olvidando una pregunta importante. ¿Cree que la música cubana y la estadounidense tienen la misma raíz y de ahí se explica el perfecto sonido que se logra al mezclarlas?

“Es fácil porque todo viene de África. A lo que hacemos nosotros le dicen Afrocuban jazz. Y el jazz es música afroamericana. O sea que hay un punto de partida que es mamá África, y estas cosas, todas estas células rítmicas de uno y otro lado, vienen siendo lo mismo. Son los esclavos africanos que fueron a parar al Caribe, otros a Estados Unidos y otros a Sudamérica, donde también hay raíces tremendas. Entonces por eso es que funcionan tan bien las combinaciones rítmicas, porque vienen del mismo lado. Son hermanos (risas)”.

Otro tema del que le quería preguntar es la historia es Juana 1600

“Esa es una composición de todos. Que yo dediqué a los esclavos negros y al momento en que entraron a la isla, en 1600. Así lo recoge la historia. Entonces Cuba no se llamaba así, se llamaba Juana. Ahí entran las raíces africanas a Cuba, toda su cultura y sus ritmos. Es como decir Cuba 1600”.

¿Cuándo fue su primera gira estadounidense? ¿Qué recuerda?

“Fue interesante, el debut de Irakere en el año 78. En Carnegie Hall, nada menos que el mejor teatro del mundo. Esa vez tocaron grandes músicos como McCoy Tyner, Bill Evans, Mary Lou Williams, y la sorpresa era Irakere. Ahí como público asistió Dizzy Gillespie, Stan Getz, todas las luminarias del jazz que ya nos conocían. Incluso fueron Jerry Masucci, Papo Lucca y las estrellas de la Fania. Había más músicos que público (risas), fue un concierto para la historia, apoteósico”.

¿Se puede decir que 78 y 79 son los años dorados de Irakere?

“Creo que sí, pero después hubo una segunda época en los 80, cuando nos abrimos camino en Europa. Ha sido uno de los grupos que más éxito ha tenido allá. Nos invitaban a todos los festivales europeos. Tocábamos en el Ronnie Scott’s, que es el club de jazz más importante de Reino Unido, y allí rompimos récord de entrada. Teníamos que ir dos veces al año a hacer cuatro semanas cada vez, en primavera y en otoño. Así conocimos toda Europa. La banda no tenía las figuras anteriores, pero sonaba mucho mejor”.

¿Cómo fue la experiencia de colaborar con Silvio Rodríguez?

“Silvio iba a hacer un concierto en Chile en 1990 y necesitaba una banda que lo ayudara, porque la de él se había disuelto. Entonces hicimos unos arreglos y nos presentamos en ese concierto con él. Para mí fue memorable, para todos los que estábamos allí, porque tocar para 90.000 personas en un estadio, cantando las canciones al mismo tiempo que Silvio, fue realmente emocionante. Reforzamos Irakere para aquello y la verdad que la banda sonó espectacular”.

¿Cuáles son sus principales influencias en Cuba y en el jazz?

“En la música mi papá me inspira, por supuesto, fue el primer pianista que vi. Después está Peruchín, Frank Emilio, está “Lilí” Martínez, Jesús López, Ernesto Lecuona, y Mario Romeu. Esas son mis verdaderas influencias cubanas. En el jazz arrancamos con Art Tatum, Duke Ellington, Thelonious Monk, Bud Powell, Billy Taylor y Hank Jones”.

De nueve premios Grammy que ganó, ¿cuál recuerda más?

“Todos, pero el de Irakere, que fue el primero, no lo podíamos creer. Era la década del setenta. ¿Un premio Grammy? ¡Dios santo! Nosotros gritábamos y llorábamos, porque fue una sorpresa muy grande. Ese fue el primero, el primer amor. Los demás se recuerdan con mucho cariño. De los otros, los dos que gané con mi padre Bebo, por el disco que grabamos, Juntos para siempre. Ganamos el Grammy Latino en 2009 y con el mismo disco el Grammy americano en 2010”.

Cuando Irakere gana el primer Grammy había abismales diferencias entre la isla y EE. UU. Ahora ¿qué opina del deshielo?

“La comunicación entre los pueblos es fundamental. Sea del país que sea. El intercambio cultural, esa comunicación, ayuda a todos. Y por eso espero que se mantenga siempre. No solo entre Cuba y Estados Unidos, sino que se derriben las barreras en todo el planeta”.

¿Qué nos trae a Medellín? ¿Qué prepara para los paisas?

“Tenemos una banda que está fuera de serie (risas). Tenemos unos músicos que echan humo, como decimos nosotros. Tengo el mejor batería cubano y el mejor conguero cubano, lo puedo decir sin miedo. El bajista es uno de los mejores, acompañante y solista. Entonces vamos a presentar algunos temas ya famosos, como es Rumbón, que está en el disco Briyumba Palo Congo, vamos a presentar del disco Live at the Village Vanguard el tema Son XXI, tengo temas populares cubanos que yo he compuesto, tengo tango, tengo stand-up de jazz, tengo una variedad para ustedes que yo espero que les guste. Que prepare la gente su ron que yo voy a preparar el mío”. n

Si quiere leer la entrevista completa con esta leyenda mundial del piano, encuéntrela este domingo en la página web de ElColombiano.com.

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