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Tener un celular no lo convierte en un fotógrafo

Adriana Zehbrauskas estuvo en la Fiesta del Libro hablando de su oficio como fotógrafa documental. Su trabajo es cubrir historias.

  • Adriana Zehbrauskas fue la ganadora de la beca Getty Images de Instagram en 2015. FOTO Cortesía Adriana Zehbrauskas
    Adriana Zehbrauskas fue la ganadora de la beca Getty Images de Instagram en 2015. FOTO Cortesía Adriana Zehbrauskas
  • FAMILY MATTERS, el trabajo de AdrianaHuehuetonoc, Guerrero, México, abril, 2016.Family Matters. Gloria y sus nietos, Gabriel y Lisanet.

    FAMILY MATTERS, el trabajo de Adriana
    Huehuetonoc, Guerrero, México, abril, 2016.

    Family Matters. Gloria y sus nietos, Gabriel y Lisanet.

  • Huehuetonoc, Guerrero, México, diciembre, 2015.Rosalinda y su hija Samantha posando para su primera foto.

    Huehuetonoc, Guerrero, México, diciembre, 2015.

    Rosalinda y su hija Samantha posando para su primera foto.

18 de septiembre de 2017
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La cuenta de Instagram de Adriana Zehbrauskas, que lleva su mismo nombre, tiene 168.000 seguidores y fue elegida por la revista Time como una de las 29 que definieron el mundo en 2014.

Es brasileña y vive en México. Fue a la universidad a estudiar periodismo, pero justo en el último semestre decidió dedicarse a la fotografía. Con este oficio ha contado historias de narcotráfico, migración y religión, también las de la vida cotidiana.

Para ella, “ser una fotoperiodista no es un trabajo de 9:00 a 5:00 de la tarde. Es una manera de vivir, de entender el mundo y qué es lo que estoy ‘poniendo’ para el mundo. Es una responsabilidad”.

¿Es fácil ser mujer fotógrafa y abrirse campo en este oficio?

“Qué bueno que lo preguntas porque es un tema que ahora estamos discutiendo mucho. Es difícil, creo que es una profesión básicamente dominada por hombres. Sí hay mucho sexismo, como en muchas otros trabajos, es complicado ser mujer hasta con los mismos colegas, por ejemplo en las coberturas no te ven como un par.

Hay pocas voces femeninas en la fotografía, todas las historias están siendo contadas por hombres, y blancos. Ahora una fotógrafa canadiense llamada Daniella Zalcman creó la plataforma Women Photograph, una base de datos de mujeres fotógrafas para encontrar buenas oportunidades, igual que los hombres”.

Ahora todos tienen en sus manos un teléfono con una buena cámara, ¿los hace eso fotógrafos?

“Yo creo que por tener una pluma en la mano no todos somos escritores, podríamos hacer esa analogía. Está bien que todos tengamos al alcance la posibilidad de hacer una buena foto con el celular, porque si te lo propones puedes hacerla.

La diferencia con quienes tienen un celular está en la ética profesional. Ser fotógrafo no es solo obturar, hay que desarrollar una conexión con la imagen, saber involucrarse con la comunidad, entender cómo enfrentarse a una situación. La gente te debe creer como fotoperiodista, y eso no lo da una foto, lo da el trabajo de muchos años”.

Hablando de celulares ¿cree que reemplazarán algún día las cámaras fotográficas?

“Ya se pueden tomar fotos tan buenas como con una cámara profesional. Para mí, mi teléfono es otra cámara, es una herramienta de trabajo. He hecho proyectos solo con el celular. Ahora uso un iPhone 7 Plus, pero el proyecto lo hice con un 6Plus.

En 2016 con el huracán Patricia hice un cubrimiento para The New York Times: tomé la misma foto con mi cámara y con el celular. Finalmente mandé la del móvil porque era más fácil, me tardaba menos, la mandé por email y listo, y esa fue la portada de The New York Times de un domingo. También hago videos, contenidos 360, pequeños clips, todo eso con el celular”.

Gran parte de su trabajo lo ha desarrollado en México, ¿por qué llegó allá?

“Fue una cuestión personal. Me fui para allá debido al trabajo de mi esposo, iba a ser temporal, por tres años, ahora son más de diez. Es destino”.

Poniendo su mirada allí ha cubierto algunos conflictos, ¿ha sentido miedo?

“En México pasé por una situación en especial que me dio mucho miedo. Fue en Ciudad Juárez cuando estaba en alza la violencia del narcotráfico. Una noche hubo cinco o seis ejecuciones. Llegamos a un barrio donde habían acabado de ejecutar a una persona, y como no murió la llevaron al hospital; nosotros nos fuimos detrás de la ambulancia, pero allá, cuando alguien no moría, lo seguían hasta lograr asesinarlo. Llegamos a la clínica y no nos dejaron entrar. Vimos varios coches, como de policía, llegaron con armas, y pensé: ‘Me muero con un balazo y ya’.

Esa vez me sentí muy vulnerable. También llegué a pasar por otras situaciones en Guerrero, viajando por carretera. Siempre es una sensación de inseguridad, nunca sabes dónde va a suceder algo”.

También ha retratado la cotidianidad de la gente ¿Qué disfruta de este enfoque de su trabajo?

“Eso me encanta, fue algo que volví a hacer gracias al teléfono. Yo no ando con mi cámara profesional todo el tiempo, entonces si voy al supermercado lo que tengo en mis manos es mi teléfono, entonces puedo hacer cositas, me da mucha libertad creativa, me abrió la mirada a las pequeñas cosas del día a día.

Eso es lo que me gusta a hacer con mi trabajo, mostrar lo anónimo, lo que nos conecta como seres humanos”.

¿Le gustaría cubrir el posconflicto en nuestro país?

“Me encantaría venir a Colombia a trabajar. Me gusta ver cómo vive la gente después del conflicto, quisiera hacerlo en las comunidades pequeñas, ver cómo se está viviendo después de la guerra”.

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