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El actor Julio Valencia es de Buenaventura, Valle, la segunda ciudad con más población negra de América Latina. Con otros amigos caleños, trabajaba en Bogotá bailando en discotecas e imitando a Michael Jackson. En esas conoció a un productor de cine a quien le contó su historia y este quiso contarla.
Se trata del productor caleño Steven Grisales (El páramo) y ese sería el origen de la película Somos calentura, un retrato de jóvenes de Buenaventura que viven en medio de conflictos sociales que enfrentan con dos armas: música y baile.
Grisales se juntó con el director caleño Jorge Navas y comenzaron a trabajar en una producción (antes llamada Buenaventura Mon Amour), un camino que les tomaría varios años.
Por entonces Jorge Navas hacía toques como DJ e investigaba sobre música callejera. “Hace unos cuatro años y medio me encontré con el ‘ras tas tas’ antes de que fuera lo que es ahora. Me asombró su estética y la empecé a sonar”, recuerda.
Sus abuelos son de Tumaco, lo que le ha permitido desde muy pequeño acercarse a los sonidos tradicionales del Pacífico. Stiven apareció con el proyecto de Somos Calentura y comenzaron a amalgamar el hip hop (que venía de las historias de Julio) y esa música nueva que se encontraba Jorge en las calles.
Buenaventura es la segunda ciudad de mayor población negra. También es un lugar donde recae una sensación de “no futuro” sobre su juventud, dice Navas.
Mientras investigaban, llegaron a barrios donde no entraba la policía o el ejército y se encontraron con el lado más positivo de la gente, y esto quisieron mostrar en la cinta. “Queríamos rescatar más la luz que la oscuridad de las cosas”, explica Navas.
Steven Grisales dice que eso fue lo difícil y maravilloso. Les permitió trabajar durante un mes en 45 lugares distintos de Buenaventura, con un equipo técnico de 65 personas, 6 personajes principales, 22 personajes secundarios, 45 bailarines urbanos, 60 figurantes y 1.800 extras. El costo de la película, según él, fue de 4.000 millones sin promoción.
El reto más grande para Jorge fue no caer en una narrativa de “pornomiseria”, es decir, aprovecharse de las historias de dolor y pobreza. Querían, por el contrario, sacar lo más positivo de la gente . “Mirarlos de frente y con respeto, leer su música y su baile, para hacer un retrato fiel”.
Cuatro años duró la investigación y ejecución para hacer esta película, sobre colombianos y para colombianos. Este trabajo se estrena hoy en salas del país y es una oportunidad para conocer eso que somos: calentura.