Alejarse. Ver los toros desde la barrera. Desentenderse por un momento de los problemas. O, para emplear las palabras de la experta Barbara Oakley poner el cerebro en modo difuso.
Ella, que ha estudiado por más de 20 años la forma como el cerebro genera el proceso de aprendizaje, plantea que cuando la persona se enfrenta en su proceso de captura de nuevo conocimiento a una situación en la que por más que lo intenta no logra comprender un concepto, lo mejor es alejarse por un momento del problema, del tema de estudio.
Una caminata, escuchar música, sentarse a mirar el paisaje o hasta una buena ducha son el mejor camino para salir del atolladero y encontrar nuevas alternativas al problema.
¿Y cómo? Barbara, que es Phd en Ingeniería y tiene el récord del curso online de Coursera con más seguidores: Aprendiendo a aprender -poco más de un millón de estudiantes- explica que el cerebro humano tiene dos fases de trabajo. La primera es cuando se encuentra concentrado del todo en una actividad, en este caso el estudio; y la otra, una fase difusa, en la que este órgano se relaja un poco. Pero aunque esté relajado no quiere decir que no trabaje.
El juego de pinball
Barbara agrega que en ese instante el cerebro, al no tener la presión de estar concentrado solo en el problema, puede explorar otras alternativas para afrontar una solución más novedosa.
El cerebro, dice Oakley de manera gráfica, es como un juego de pinball, en el que en el modo concentrado, la bola siempre golpea las mismas bandas elásticas y realiza igual recorrido; es decir, las neuronas trabajan siempre en un mismo circuito estableciendo los mismos enlaces (sinapsis) entre sí.
Pero al entrar en ese modo difuso, los enlaces que se establecen entre las conexiones neuronales varían, haciendo que el cerebro trabaje de forma diferente y encontrando muy probablemente una solución a ese problema complejo fuera del contexto del tema de estudio.
“Cuando trata de aprender algo nuevo, el cerebro lo lleva a las áreas que ya conoce, y se genera frustración cuando trata y trata de asimilarlo. Entonces hay que pasar al modo difuso, interrumpir el esfuerzo concentrado, y así el cerebro sigue funcionando de manera más tranquila y comienza a desarrollar sinapsis entre las neuronas de esa nueva zona de aprendizaje”.
Si bien no se resolverá el problema complejo por completo, “el pensamiento sí se aproxima a la zona en la que comenzará a desarrollar la solución”, apunta Barbara Oakley.
No dejar para luego
Esta idea de aprovechar en el proceso de aprendizaje pequeños momentos de satisfacción, en los que el cerebro no por estar fase difusa deja de trabajar en la solución de un problema, no puede confundirse, dice la profesora en diálogo con EL COLOMBIANO, con una costumbre muy propia de la esencia latina, el aplazamiento, la procrastinación.
Este aplazamiento constante no es solo una costumbre. Desde el punto de vista de la fisiología del cerebro tiene una explicación, y es que estas actividades que generan dificultad, que pueden resultar algo desagradables o aburridoras, activan en el órgano una parte de la corteza insular que está relacionada con el dolor; por eso ante una situación o una actividad como esta, la respuesta inmediata de la persona es buscar otra que le genere placer y compensación.
Como un mal hábito califica Bárbara esta tendencia a postergar las tareas más complejas, las que causan poca satisfacción, por lo menos en el corto plazo.
Los multitareas
Aunque la especialista reconoce que estamos inmerso en un entorno en el que la tecnología facilita muchas actividades, también señala los peligros que se pueden presentar para el aprendizaje.
Con esta proliferación de la tecnología ha surgido una generación denominada multitasking; aquellos que en teoría pueden realizar diversas tareas a un tiempo, parcelar su atención en diversas actividades simultáneas.
Sin embargo para la especialista, esta realidad no es tan clara. Considera que muy pocas personas en realidad tienen esta capacidad, y que la gran mayoría necesita concentrarse en una única actividad por un tiempo preciso.
Barbara cree que las calificaciones son importantes, pero no el único modo de evaluar el aprendizaje.
Muchas veces -dice- la evaluación mide un momento muy específico de ese proceso, y no necesariamente hace referencia a la totalidad de un área; incluso personas que en esa evaluación concreta no dieron buen resultado, no significa que no hayan asimilado el conocimiento.
Propone como alternativa una forma de evaluar que sea más integral y permita dar cuenta de un conocimiento totalizante y no parcializado, que tome conceptos que el estudiante trae de momentos anteriores en su proceso de aprendizaje y los pueda relacionar con el tema de estudio actual, eso genera una mayor consolidación del conocimiento y da cuenta real de que se ha aprendido y que no.